La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 140

 —Debiste verla… parecía otra persona…— dijo Franz con un nudo en la garganta, sentado en una silla al costado de la cama de Iris—. Sabía que odiaba a Dresden, pero… no lo sé… Era como si no fuera ella, era como si no fuera siquiera humana, como si en vez de sangre, le corriera hielo por las venas.

—Debes comprender que vivió muchos años amargada y resentida— le dijo Iris, tomando la mano de él para confortarlo—. Cuando Dresden cortó su lengua, le mutiló también el alma. Y así herida como estaba, la forzó a servirlo como si nunca nada hubiera pasado. Por mucho tiempo, temí que se matara, pero su odio la mantuvo viva. Era lo único que le dio una razón para vivir.

—Pero ahora tiene todas sus facultades gracias a Ana y me tiene a mí que la amo, tiene nuevas razones para vivir, ¿por qué no puede tomarlas?

—Hay heridas que son difíciles de cerrar, Franz. Ella nunca tuvo nada bueno en su vida, y tal vez le cuesta reconocer cuando lo tiene.

—Creí que mi amor por ella sería suficiente para poder sanarla…— meneó Franz la cabeza—. Mutilar a Dresden no va a sanar su alma, solo va a convertirla en algo que no es… en un monstruo como él.

—Debiste detenerla.

—Lo intenté, la forcé a elegir entre su venganza y nuestro amor, pero parece que yo no soy suficiente… Pensé que me seguiría, pero se quedó allá abajo. La dejé sola con el objeto de su odio. No tuve estómago suficiente para quedarme a presenciar la tortura de Dresden, soy un cobarde.

—No, no lo eres, solo eres un hombre sensible y amoroso, justo lo que Gloria necesita, si pudiera tomarte. Por favor, dale otra oportunidad.

—Es tarde para eso, ella hizo su elección y ya no hay nada entre nosotros.

Iris suspiró con tristeza.

De pronto, la puerta de la habitación se abrió: era Gloria.

—Te estuve buscando por todos lados— le dijo a Franz.

Franz se puso de pie.

—¿Para qué?

—Para que hablemos— le dijo ella con tono angustiado.

—Tú y yo no tenemos nada de qué hablar— le dijo él con frialdad y se dirigió a la puerta para abandonar la habitación. Pero al pasar junto a ella, notó que su vestido no tenía manchas de sangre, eso lo detuvo por un momento.

—No lo hice, Franz— confesó ella.

—¿En serio?— preguntó él, esperanzado.

—En serio— confirmó ella—.Tú eres más importante que él.

Franz la abrazó con alivio, y ella se echó a llorar en su hombro.

—Perdóname, Franz…

—No hay nada que perdonar— le sonrió él, tomando el rostro de ella entre sus manos y besándola.

—Gracias, Franz, gracias por no dejar que me convirtiera en un monstruo.

—Gracias a ti por volver del borde de ese abismo, Gloria, te amo— la volvió a besar.

—Me gustaría que nos fuéramos de Colportor, Franz— declaró Gloria.

—Pronto nos iremos a las tierras de mi padre, Gloria, y no tendrás que pensar en él nunca más. Dejaremos todo esto atrás, pero por ahora te pido paciencia. Debo quedarme a la reunión de Concejo. Podría enviarlas a ti y a tu madre en un carruaje al castillo de mi padre, pero quiero pedirte un favor más.

—¿Qué cosa, Franz?

—Que asistas a la reunión del Concejo.

Gloria negó con la cabeza:

—Mis días de servir el vino en el Concejo terminaron, por favor no me pidas eso.

—¡Gloria! ¿Cómo se te ocurre que te quiero allí como sirvienta? ¡Nada está más lejos de mi mente! Te necesito como apoyo, tus opiniones sobre la política a seguir son importantes.

—Franz, tú y yo congeniamos bien, pero no creo que el resto de los nobles vean mi presencia como…

—Gloria— la cortó él—, es gracias a ti y tus ideas que Dresden fue desbancado sin derramar casi sangre, es gracias a ti que Dresden no pudo seguir invadiendo más territorios. Si los nobles no pueden o no quieren aceptar tu valía como consejera, los forzaré a hacerlo.

—¿En verdad crees que vayan a escucharme?

—Serían unos necios si no lo hicieran.  Es hora de mostrarles que la mujer a la que despreciaron es la que los salvó de perder todo lo que tienen.

—Eso lo hicimos juntos— le dijo ella.

—Yo no habría hecho todo lo que hice si no fuera porque tu coraje me dio la fuerza para intentar cosas que jamás hubiese siquiera soñado con hacer, Gloria. Sé que te cuesta entenderlo, pero eres una mujer muy valiosa, y no solo para mí, sino para todo el sur.

—Me haces sentir como una heroína— dijo Gloria con cierta incredulidad.

—Es porque eso es exactamente lo que eres— le sonrió él

Iris suspiró, aliviada de que aquellos dos hubieran hecho las paces.




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