La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 145

Dana y Llewelyn acicalaban a los unicornios. Lug estaba en su habitación en la cueva de Govannon, poniendo unas mantas en su mochila y preparando viandas para el viaje a Colportor. Humberto se asomó a la entrada de la habitación:

—Lug— lo llamó.

—¡Ah! ¡Humberto! Salimos en media hora, ten tus cosas preparadas, por favor.

—Ah… de eso venía a hablarte: no iré con ustedes a Colportor.

Lug detuvo lo que estaba haciendo y lo miró, intrigado.

—Tu cabeza ya no tiene precio en Colportor, Humberto, Dresden ha sido destituido y Avannon está bajo nuestra custodia. Aun eres lord Huber, un noble respetado del Concejo, y se ha convocado una importante reunión para decidir las políticas a seguir. Creo que tu presencia sería importante.

—Gracias por lo de “noble respetado”, pero sabes bien que no es así. Y además, la política del sur ya no me interesa.

—¿Oh?

—Lug… la cúpula es fascinante, y quisiera, con tu permiso, dedicarme a estudiarla y experimentar con sus potencialidades. Creo que tu idea de un canal de viajes entre mundos es posible y quiero explorar eso, entre otras cosas. Claro que si logro establecer un canal, habrá ciertos riesgos. No podemos permitir que el tránsito sea libre. Existen humanos que causarían muchos problemas si lograran infiltrarse en el Círculo y viceversa.

Lug consideró las palabras de Humberto por un momento. Luego tomó su espada, que estaba sobre la cama, y la desenvainó.

—Ponte de rodillas, Humberto— le pidió.

—Lug… ¿Qué…?

—Hazlo, por favor.

—Lug, si lo que quieres es que me mantenga alejado de la cúpula, lo haré— dijo Humberto, sacando el cristal de su bolsillo y extendiendo su mano para entregárselo a Lug.

Lug tomó el cristal de la mano de Humberto y le volvió a pedir:

—De rodillas.

—Creí que no obligabas a que la gente se arrodillara frente a ti…— intentó Humberto, nervioso.

—Vamos, cuanto antes te arrodilles, antes terminaremos con esto.

Humberto se puso de rodillas con las piernas temblorosas. Sabía que si se oponía, Lug tenía formas dolorosas de obligarlo.

—¿Qué vas a hacerme?— preguntó Humberto, preocupado.

—Quédate quieto— le dijo Lug, y luego le apoyó suavemente la hoja de la espada en el hombro derecho por un momento, cambiándola luego al hombro izquierdo.

Humberto cerró los ojos.

—Es así cómo se hace, ¿no?— dijo Lug—. Nunca me aprendí bien estos rituales medievales.

—¿Qué?

—Levántate, Sir Huber, Guardián de la Cúpula— le dijo Lug solemne.

Humberto se puso de pie con la boca abierta, tratando todavía de terminar de comprender lo que Lug había hecho. Lug le colgó el cristal del cuello y le dijo:

—Este es tu instrumento, guárdalo bien.

—Lo guardaré con mi vida— respondió Humberto con seriedad.

—Felicidades— le palmeó la espalda Lug.

—Eres un maldito, ¿lo sabías?— rió Humberto.

—¿Qué? ¿Pensaste que iba a decapitarte?— rió Lug, divertido.

—No vuelvas a hacer eso— le advirtió Humberto con un dedo en alto, y luego: —Gracias por el nombramiento, tomaré mi misión muy en serio, estarás orgulloso de mí.

—No lo dudo— sonrió Lug, envainando nuevamente la espada—. Por ahora, la cúpula es peligrosa y su existencia debe mantenerse en secreto. Más adelante, cuando hayas progresado en el manejo de sus múltiples usos, podremos estudiar cómo aprovecharla para el beneficio de todos.

—Me encargaré de eso y te mantendré al tanto de los progresos. Es posible que necesite tu ayuda en algunos aspectos.

—Cuenta conmigo, por supuesto.

Ambos se estrecharon las manos, y Humberto se retiró de la habitación. Lug siguió metiendo cosas en su mochila. Escuchó otra vez pasos de alguien que entraba en la habitación:

—¿Te arrepentiste de tu nombramiento? Eso fue rápido— bromeó Lug, pero al levantar la cabeza, vio que no era Humberto el que había entrado.

—Hola, Lug.

—¡Alaris!— sonrió Lug—. Me alegra verte. La última vez, nuestra conversación terminó un tanto abruptamente, y no tuve tiempo para darte las gracias por tu ayuda.

—Fue un placer ayudarte, Lug.

—Tenías razón sobre las habilidades. Hasta ahora he logrado una instancia de teleportación uniendo mi habilidad con la de Dana, y también pude trabajar con memorias uniéndome con Cormac. La combinación de las habilidades parece potenciarlas y se pueden adquirir nuevas.

—Eres un estudiante muy rápido y lúcido, Lug, te felicito.

—Tú abriste todo eso, Alaris, y te lo agradezco.

—¿Cómo te fue con tu madre?

—Decidí darle esa segunda oportunidad, como me sugeriste.

—Qué bueno, Lug. La compasión es siempre mejor que la venganza.




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