—¿Por qué no puedes tú estar presente?— inquirió Ana.
—Ya te lo dije, Ana— le respondió Lug—. Mi relación con Vianney no es buena. Lo harás bien, eres la embajadora del Círculo, y tengo plena confianza en que podrás manejar esa reunión. Ya has manejado situaciones tensas antes.
—Esto es muy diferente a evitar que Althem y Verles se vayan a las manos, Lug— le replicó ella.
—No lo es, solo usa tu criterio, Ana.
Ana meneó la cabeza, suspirando. Los dos siguieron avanzando por los jardines y entraron al palacio de Colportor. Ana y Randall habían venido desde el palacio de Govannon a pedido de Lug, para mediar en el Concilio entre el norte y el sur. El Señor de la Luz había pedido a Ana tener esta conversación a solas en los jardines para ultimar los detalles del importante encuentro.
—Vianney y Franz te estiman mucho, y Gloria ya te puso al tanto de la situación y personalidad de los distintos nobles del sur, lo harás bien. Además, tienes el banquete de esta noche para conocerlos informalmente antes de la reunión oficial mañana. Usa tus encantos— le dijo Lug.
—Eso no será fácil con Randall a mi lado— resopló ella—. Eres tú el que debería estar ahí. ¿No hay alguna forma de que te reconcilies con el conde?— insistió.
—Vianney no me quiere allí— negó Lug con la cabeza—, teme que doblegue las mentes de los nobles y tuerza sus designios para beneficio del norte. Las cosas deben ser transparentes, Ana. Mi intervención solo complicaría las cosas y los llenaría de sospechas.
—Detuviste a Avannon y su cúpula, y les salvaste el pellejo. ¿No alcanza eso para ganarte su confianza?
—Ellos no saben de la cúpula y tampoco deben enterarse por ahora. Desde su punto de vista, solo les traje problemas, especialmente a Vianney con lo de Helga. El conde ha sido lo suficientemente transigente como para dejarnos a Dana y a mí circular libres por el palacio, pero sus órdenes son que debemos abandonar Colportor hoy mismo.
—¿A dónde irán?
—A las Marismas. Quiero hablar con Alaris.
—¿Sobre la ampliación de las habilidades?
—Entre otras cosas, sí.
—Envía mis saludos a Akir y a Zenir que están allá.
—Lo haré, por supuesto.
—¿Qué hay de Llewelyn?
—A salvo con Humberto, por el momento.
—¿En las cuevas de Gov?
—Sí.
—No es justo que Llewelyn tenga que vivir escondido.
—No vivirá escondido, Vianney me ha dado su palabra de que no lo molestará, pero igualmente prefiero que se quede con Humberto por ahora.
—Todo parecía estar saliendo tan bien… y ahora esto— meneó la cabeza Ana.
—A pesar de las complicaciones, todo saldrá bien— la confortó Lug.
—No lo sé— dudó ella—. Estamos metiendo a todos nuestros líderes más importantes en una ciudad llena de soldados nerviosos y con una situación política inestable. ¿Qué tal si las cosas se ponen feas y nuestra delegación termina en las mazmorras o muerta?
—Violar los términos pacíficos del Concilio sería una estupidez y una locura, y Vianney no es ni loco ni estúpido. Aun si no llegan a un acuerdo entre el sur y el norte, el regente no se atreverá a dañar a nuestros emisarios. Pero, si a pesar de todo, las cosas se salen de control, deberás buscar un lugar tranquilo donde puedas estar sola y concentrarte, visualizando la imagen de Dana como te enseñé, para que ella pueda abrir un canal contigo. Solo necesitas enviar la palabra “emergencia” y estaremos aquí en unos minutos.
—De acuerdo— aceptó Ana con un suspiro.
—Ahora te dejo— la abrazó Lug.
—Los acompaño hasta las puertas de la ciudad— propuso Ana.
—No, Ana, todavía no nos vamos. Hay una última cosa que tengo que hacer antes de partir.
————0—————
—Mi padre accedió, pero los demás nobles no están de acuerdo, así que tenemos que movernos rápido y sacarlos en secreto— dijo Franz mientras caminaba con paso rápido por las galerías de la planta baja del palacio, seguido de cerca por Dana y Lug.
—¿Por dónde saldremos?— quiso saber Dana.
—Gloria los llevará por una ruta de escape hacia los jardines mientras yo preparo sus monturas— respondió Franz.
—¿Cómo están? ¿Podrán caminar?— inquirió Lug.
—Eso no lo sé— meneó Franz su cabeza—, no estuve presente durante el interrogatorio.
—¿Cómo vamos a sacarlos si no pueden caminar?— preguntó Dana, preocupada.
—Una cosa a la vez— le dijo Lug.
Los tres llegaron al pie de las escaleras de piedra que bajaban a las mazmorras y comenzaron el descenso. Dana vio que Lug se sostenía de la pared con la respiración un tanto agitada.
—¿Estás bien?— le preguntó.
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Editado: 12.10.2019