La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 156

Parados unos junto a otros en la enorme explanada del patio principal del palacio de Colportor, los nobles del sur, ricamente ataviados, observaban con recelo a los recién llegados líderes del norte, quienes se desplegaban frente a ellos con los rostros serios, a escasos cinco metros de distancia.

Ana estaba parada junto a Vianney, con Franz, Filstin, Merkor y Kerredas. Randall estaba a cierta distancia de las dos comitivas, hacia un costado del patio, junto con Gloria. La escena parecía estar congelada, con todos los participantes paralizados, escrutándose mutuamente en silencio. No hacía falta ninguna habilidad especial para percibir la increíble tensión en el aire.

Entre los emisarios del norte, se destacaba Nuada con su imponente figura envuelta en aquel manto rojo que usaba para ocasiones oficiales de importancia. A su derecha, estaban Calpar, Ifraín y Frido. A su izquierda, Eltsen, Althem y Verles. Detrás de ellos, había un grupo de Tuatha de Danann que habían venido como escolta. Randall vio que los guerreros de Nuada se revolvían incómodos ante la ausencia de sus armas.

Aunque del lado de los nobles del sur no parecía haber ninguna escolta de soldados, (Ana había persuadido a Vianney de sacar a sus guardias de la vista), había arqueros disimuladamente apostados en las troneras del palacio. Ese hecho, por supuesto, no había pasado desapercibido para los visitantes, y no hacía más que aumentar la tensión del encuentro.

Rompiendo el tirante silencio, Ana avanzó tres pasos y dijo:

—Bienvenidos a Colportor, caballeros, en nombre del regente del sur, el conde de Vianney— señaló a Vianney, quién hizo una leve inclinación de cabeza—. Creo que todos los presentes saben que yo soy Lady Ana, embajadora del Círculo y mediadora en este histórico encuentro. Ante todo, les recuerdo que han pactado y aceptado la garantía de resguardo físico de las dos partes, el cual deberá ser respetado en todo momento. Este es un Concilio pacífico, y cualquier recelo e inquina que pueda surgir en sus mentes no tiene lugar aquí. Y ahora, señores, permítanme presentarlos: ya dirigí su atención al conde de Vianney quien está actuando como regente de Colportor debido a la reciente ejecución del rey Dresden por alta traición. El consejero de Dresden, lord Overkin, también ha sido ajusticiado por varios crímenes, incluyendo la masacre de la ciudad de Cryma, y ha muerto por su propia mano. El nuevo régimen, a manos del actual regente, condena dicha masacre y extiende sus condolencias por las muertes de ciudadanos del norte, en una acción que era desconocida por los líderes del sur, y sobre la cual declinan toda responsabilidad más allá de haberse encargado de los perpetradores de tan deleznable acto. Les presento también al joven Franz, hijo del regente y parte responsable de la recuperación de los derechos de los nobles del sur sobre sus tierras, junto con el barón Filstin, cuyas tierras están al sur del río Remor. El barón Kerredas, custodio y responsable de los Pasos en la cordillera del sur. Y este es lord Merkor, líder de su pueblo de marinos, cuyas tierras se encuentran al sur y se extienden hasta las costas del mar Igram. Está ausente en este encuentro el duque Tiresias, quien no ha podido asistir por cuestiones familiares, pero el duque ha delegado su representación al regente Vianney en estas negociaciones. Y ahora, ilustres representantes del sur, permítanme presentarles a sus insignes colegas del norte: este es Nuada, rey de los Tuatha de Danann, un clan que habita en el noroeste, en la península Everea; lo acompañan a su derecha, Calpar, el Caballero Negro, amigo y consejero; Ifraín, rey de Kildare, y Frido, periodista y representante de la ciudad de Polaros. A su izquierda, están Eltsen, Guardián de Faberland; Althem, príncipe heredero de Aros, y Verles, rey de los pescadores de Hariak.

Habiendo terminado las presentaciones, Ana guardó silencio. Tenía la esperanza de que Vianney o Nuada tomaran la palabra, pero ninguno de los dos parecía muy interesado en hablar. Finalmente, fue Verles el que rompió toda la tensión y la formalidad, avanzando con una sonrisa hacia Ana y abrazándola con cariño:

—¡Qué gusto verte, Ana!— exclamó.

—¡Y a ti!— le respondió Ana—. No sabía que eras parte de la comitiva.

—Bueno, Althem olvidó voluntariamente invitarme, pero Diame le hizo recordar que mi presencia sería importante en una reunión como esta.

—¿Viajaste con él?

—Todo el bendito y sufrido camino, sí— suspiró Verles, pero su fastidio era fingido. Su relación con Althem había cambiado mucho desde la guerra de Faberland.

—¿Cómo han estado las cosas en Hariak?— inquirió Ana.

—Muy bien. María te envía saludos y confía que me cuidarás de mis excesos— rió.

Los nobles de ambas partes se quedaron estupefactos ante la familiaridad de Verles con la embajadora.

—Déjame decirte que te has metido en un tremendo lío con todos estos acartonados nobles— le susurró Verles al oído a Ana.

—Cortesía de Lug— le respondió ella.

—Debí imaginarlo— rió él, y luego se volvió hacia Vianney—. Mi estimado conde regente, nuestro viaje ha sido largo, polvoriento y tenso. Espero que no vea con malos ojos que le pidamos unas horas para refrescarnos y comer algo antes de dedicarnos a los asuntos serios.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.