La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 166

Akir tamborileaba con sus dedos sobre el apoyabrazos de su silla cuando Lug entró en el salón azul.

—¡Lug!— se puso de pie Akir de un salto—. Gracias por venir.

Lug asintió y se sentó en otra de las sillas, junto a una mesa donde había un plato con galletas, una tetera humeante y dos tazas.

—Amanda trajo algo para tomar— dijo Akir al ver que Lug observaba la mesa servida—. Si quieres…

—Está bien— levantó su mano Lug—. Yo me encargaré. Tú estás demasiado nervioso para manipular líquidos calientes—. Sirvió el té y le pasó una de las tazas a Akir, quien solo la apoyó en su regazo sin probarla.

—¿Qué es lo que te tiene tan preocupado?— le preguntó Lug suavemente mientras tomaba una galleta.

—Lug, con todo lo que ha pasado… ha sido una cosa tras otra y… bueno no ha habido tiempo, pero… en fin, esto ha estado dándome vueltas por la cabeza y…

—Solo dímelo, Akir— lo animó Lug.

—Cormac— soltó Akir sin más preámbulos.

Lug suspiró, pero no dijo nada, dejando que Akir se explayara.

—En la cúpula, cuando lo vi, lo reconocí de inmediato, pero no hubo tiempo… Cuando llegamos a la cueva de Gov… Bueno, mi prioridad era mi abuelo, y eso ocupó toda mi atención, y luego tú y él desaparecieron y…

—¿Qué quieres saber?— cortó Lug los balbuceos de Akir.

—Sabes que no puedo olvidar nada…

—Sí.

—Ya había visto a Cormac antes, cuando era niño. Fue una noche lluviosa, la noche en que tú y Dana llegaron a la Rosa.

Lug asintió.

—Se apareció de la nada desde un callejón. Me dijo que me había estado esperando, que sabía lo que yo podía hacer, que quería ayudarme a comprender lo que me pasaba. Traté de seguir mi camino hacia la posada, ignorándolo, pero me tomó bruscamente del brazo y me detuvo. Le dije que debía volver a la posada de mis tíos, que no tenía permitido hablar con extraños. A él no le importó. Me tomó de las manos y… perdí la noción de la realidad, los objetos a mi alrededor comenzaron a borronearse, a superponerse con el paisaje de una playa junto al mar. Forcejeé con él hasta que me soltó, y salí corriendo. Escuché sus gritos, llamándome, pidiéndome que volviera, diciéndome que teníamos que hablar, que tenía que mostrarme algo.

—¿Qué pasó después?

—Nunca más volví a verlo, hasta ahora. ¿Quién es él en realidad, Lug? ¿Y qué quería conmigo esa noche?

—Cormac es uno de los Antiguos, el último que queda vivo, sin contar a Humberto.

—Sabía que había un Cormac en la lista de los Antiguos, pero no estaba seguro de que este fuera el mismo. ¿Qué quería un Antiguo conmigo? ¿Y cómo es que no es tu enemigo?

—Cormac nunca fue mi enemigo— comenzó Lug—. Pretendió seguir el juego de los demás para que no lo molestaran. Se aisló por miedo a que lo usaran, que lo torturaran para sacarle información.

—¿Información?

—Cormac tiene tu misma habilidad, Akir, lo recuerda todo y puede proyectar sus memorias a otros. Lo que hizo esa noche en Polaros fue tratar de mostrártelo.

—¿Por qué?

—Porque la gran carga de sus experiencias vividas por tantos años se le había vuelto muy difícil de soportar y deseaba traspasar el contenido de su mente a alguien que lo pudiera resguardar antes de terminar con su vida.

—¿Quería suicidarse?— exclamó Akir, incrédulo.

Lug asintió.

—Fue una época oscura de su vida. Había vivido muchos años escondido, acuciado por el miedo. Lo único que siguió manteniéndolo con vida por un tiempo más fue una promesa que le había hecho a mi madre de guiarme cuando llegara el momento de enfrentar a Wonur. Cuando Wonur fue finalmente encarcelado, Cormac decidió que su función se había cumplido y que ya no tenía más por qué vivir. Tenía la idea de volver a contactarte después de la batalla de Faberland, hacer el traspaso y concluir con su vida.

—Pero nunca lo hizo…

—No, yo lo convencí de que era demasiado valioso y de que era preferible que tú fueras su discípulo en vez de su receptáculo.

—Igualmente, nunca volvió a contactarme— reflexionó Akir.

—No estaba listo para ser mentor de nadie. Aceptó vivir, pero en sus términos: aislado del mundo, en secreto. Se acusaba de ciertos crímenes que supongo quería expiar en soledad, y temía las represalias de Nuada y los demás si llegaban a saber que todavía vivía libre.

—¿Qué crímenes?

—Marga lo manipuló para que borrara la memoria de la existencia del sur en las mentes de las personas del norte y viceversa. Lo hizo por compasión hacia Marga, por amor hacia ella. No sabía que ella lo había engañado, que había engañado a todos.




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