La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 167

—¡Govannon!— exclamó Nuada, sorprendido,  al verlo parado, encabezando el comité de bienvenida en los vastos jardines del palacio.

—Bienvenidos a mi casa— le sonrió Govannon, adelantándose para estrechar la mano del rey de los Tuatha de Danann.

—¿Tu casa? ¿Cómo…?

—Es una larga historia, Nuada, que te contaré más tarde, pues supongo que has venido hasta aquí a escuchar todas las historias completas de lo que ha estado sucediendo a tus espaldas.

—Así es— asintió Nuada, serio.

—Este es mi hermano, Alaris— lo presentó Govannon.

—Encantado— inclinó la cabeza Nuada.

—Y a los demás, ya los conoces— hizo un gesto amplio con la mano hacia atrás, indicando a todos los demás presentes.

Dana fue la primera en adelantarse a abrazar a su padre.

—¿Todos están bien, realmente bien?— le preguntó su padre al oído.

—Realmente bien— le confirmó ella.

—¿Y Llewelyn?— inquirió Nuada.

—Aquí estoy, abuelo— salió el muchacho a su encuentro.

Nuada lo abrazó con lágrimas en los ojos:

—Quiero disculparme…— comenzó el rey.

—No— lo cortó su nieto—, yo quiero agradecerte lo que despertaste en mí. La experiencia fue difícil, pero valió la pena.

—Te veo más grande, distinto…— lo tomó de los hombros su abuelo para observarlo mejor.

—He cambiado. Pasaron muchas cosas.

—Quiero que me cuentes todo, muchacho.

—Por supuesto, abuelo, por supuesto.

Zenir se adelantó a saludar a Calpar:

—¿Cómo estás hermano?

—¿Cómo estás tú?— le retrucó el otro—. Nos tenías muy preocupados. Desaparecer de nuestro campamento y cruzar el Cuarto Paso con Randall… Debe haber sido la idea más loca que has llevado a cabo. Nuada y yo pensamos que en tu desesperación por rescatar a Akir y a Ana, habías perdido la razón.

—Nada más lejos de la verdad, hermano— le aclaró Zenir—. Tenía un plan muy definido y racional. Es solo que no podía revelárselo a ustedes.

—Randall me dijo que tu plan no era muy racional que digamos, que el riesgo al que se expusieron fue muy grande— lo contradijo el otro.

—Un riesgo calculado—meneó la cabeza Zenir—. Y Randall disfrutó mucho la aventura, créeme.

—Sí, su relato me dio esa impresión, aunque tenía muchas lagunas.

—Había cosas que era necesario que no supieran hasta que no terminaran las negociaciones con Vianney— explicó Zenir.

—Sí, Nuada está bastante furioso con eso. ¿Crees que Lug le cuente finalmente toda la verdad?

—Esa es la idea— asintió Zenir.

Frido buscó impacientemente con la mirada entre todos los presentes hasta que lo vio allí parado, sobre sus dos propios pies, con una sonrisa de felicidad en los labios:

—¡Akir!— le gritó, corriendo hacia él.

—¡Tío Frido!— lo abrazó Akir con cariño—. ¿Estás bien? ¿Ese maldito no te hizo nada?

—Ahora que te veo sano y salvo puedo decir por fin que sí, que estoy bien. ¿Es cierto que el secuestrador está muerto?

—Sí, tío, ya no debes preocuparte por eso. ¿Y cómo te fue en el Concilio?

—¡Oh! ¡Increíble! ¡Todo está aquí, muchacho! ¡Todo está aquí!— levantó en alto su cuaderno forrado con cuero negro—. Y espero también poder agregar tus propias aventuras en él.

—No todo es publicable, tío, pero por supuesto que te contaré mis experiencias— por un momento, el rostro de Akir se ensombreció.

—Lo siento, Akir, no sé ni lo que digo— se disculpó Frido—. No quiero hacerte revivir…

—Está bien, tío, ya sabes que de todas formas no puedo olvidar nada.

—Siempre envidié tu especial memoria, pero me doy cuenta de que no siempre es una bendición.

—Es lo que es— se encogió de hombros Akir—. He aprendido a vivir con eso.

Después de los efusivos saludos a su hija y a su nieto, Nuada levantó la vista y vio a Lug parado en un lugar más apartado, el rostro serio, observando la escena de bienvenida sin moverse de su lugar. Llevaba su característico atuendo, capa plateada incluida. Solo le faltaba la espada, pero Nuada sabía bien que no la necesitaba realmente. Cuando sus miradas se cruzaron, Lug simplemente hizo una leve inclinación de cabeza. Nuada devolvió la inclinación y se acercó a su yerno con paso decidido:

—Tú y yo tenemos que hablar— le dijo con tono de reproche.

—Así es— asintió el otro—. Ni bien descansen y se refresquen, ni bien coman algo…

—No— lo cortó Nuada—. No más dilaciones. Hablaremos ahora mismo.

—Si así lo quieres…




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