La Conspiración del Espiral - Libro 4 de la Saga de Lug

OCTAVA PARTE: Mancomunados - CAPÍTULO 168

Cuando Lug terminó su largo relato, se produjo un prolongado silencio. Nadie lo había interrumpido durante toda la historia, pero los rostros de Nuada y Calpar habían denotado distintas emociones a medida que Lug avanzaba en la exposición de los eventos que se habían sucedido desde su llegada al sur.

Finalmente, fue Nuada el que habló:

—Puedo entender por qué nos plantaste en Faberland, puedo entender por qué fue mejor que estuvieras ausente en el Concilio de Colportor— comenzó despacio—. Puedo creer la historia de esa cúpula de energía de la que hablas y la traición a manos de Dresden y Avannon. Pero no me pidas que crea que la que estuvo detrás de todo esto en su origen fue Marga. En eso estás equivocado, Lug.

—No tienes idea de cuánto quisiera estar equivocado en eso, Nuada, pero lamentablemente no lo estoy.

—Lo que te dice Lug es cierto, padre— intervino Dana—. Ella nos engañó a todos.

—No hija, ni tú ni Lug la conocieron como yo la conocí— porfió Nuada—. Esa entidad de la que hablan no era ella.

—Nuada…— suspiró Lug—, si yo pudiera negarlo todo, encontrar otra explicación, interpretar las cosas de manera que pudiera seguir teniendo la representación de mi madre que había imaginado de tus descripciones de ella y de las de Dana, créeme que lo haría de todo corazón. Daría cualquier cosa por poder conservar una imagen de ella como madre amorosa y entregada, amable, honesta, sincera, confiable… pero solo me estaría engañando.

—¡No, Lug!— se puso de pie Nuada abruptamente, golpeando con un puño la mesa—. La entidad de la que hablas te hizo creer que era tu madre pero no lo era, ¿no puedes verlo? ¿No te das cuenta? ¡No pudo haber sido nunca Marga! ¡Imposible!— gritó, fuera de sí—. No te permitiré que difames su nombre, no te permitiré que…

—Abuelo…— se puso de pie Llewelyn.

Nuada se volvió hacia el muchacho, aun con el dedo en alto hacia Lug.

—Querido…— suavizó el tono Nuada—, no es necesario que estés aquí, sé lo doloroso que debe ser todo esto para ti…

—Abuelo, ¿me permites unas palabras a solas?— pidió.

—Llewelyn, creo que…

—Por favor, abuelo, por favor…— insistió el chico.

—Claro, está bien— accedió Nuada.

Llewelyn y Nuada se retiraron del salón azul, dejando a Dana, Lug y Calpar solos. Los tres se mantuvieron en silencio, cada uno en sus propias cavilaciones.

—¿Y qué piensas tú?— le preguntó Dana a Calpar.

Calpar lanzó un largo suspiro:

—Me reservo la opinión por el momento— dijo—. Lo único que puedo decir es que es mucho para asimilar de una vez, y que sigue habiendo puntos oscuros en la historia. Yo no conocí a Marga como Nuada, así que no puedo opinar sobre el asunto, pero… ¿No hay ninguna posibilidad de que haya sido una entidad haciéndose pasar por ella?— intentó Calpar.

—No— negó Lug con la cabeza—. Era ella. Solo pudo ser ella. Todas las piezas encajan. Zenir puede confirmártelo: él fue el que la puso en la Perla, manipulado por Avannon y Wonur.

Alguien golpeó la puerta suavemente. Dana fue a abrir. Era Amanda con una enorme fuente con bocadillos y tazas de té.

—Sé que pidieron no ser interrumpidos, pero…— comenzó Amanda tímidamente desde la puerta.

—Está bien, Amanda— le dijo Dana, haciéndole un gesto para invitarla a entrar—. Llegas en buen momento.

Amanda depositó la fuente sobre la mesa y se quedó allí parada por un momento, sin saber bien si servir el té o no, puesto que notó que faltaban comensales, y que los que habían quedado no estaban muy animados que digamos.

—Gracias, Amanda— le sonrió Dana—, nosotros nos encargaremos de servirnos.

Amanda hizo una inclinación de cabeza y se retiró en silencio. Dana sirvió el té, que fue bienvenido para aplacar un poco la tensión de la reunión.

Media hora más tarde, Nuada y Llewelyn reaparecieron en el salón azul. Los dos serios y callados. Nuada tenía los ojos rojos, como si hubiese llorado. Dana se apresuró a servirle una taza de té, que él tomó de buena gana aunque ya estaba un poco frío.

—Me disculpo, Lug— dijo Nuada después de terminar su té, y eso fue todo lo que dijo por un largo rato.

—Mi intención no era herirte— le dijo Lug suavemente—. Te hubiese evitado este conocimiento, pero dijiste que lo querías saber todo.

Nuada asintió con la cabeza, tomó uno de los bocadillos, lo inspeccionó por un largo instante, pensativo, y lo volvió a apoyar en la bandeja sin comerlo. Lug se preguntó qué le habría revelado Llewelyn para que Nuada cambiara su actitud de esa manera.

—Dices que ella aun vive…— comenzó de pronto Nuada.

—Sí— le confirmó Lug—, pero su memoria fue borrada.




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