Sam corrió y corrió durante aproximadamente 2 horas, sabía que ya estaba lo suficientemente lejos como para que Margareth lo alcanzara y lo volviera a encerrar, pero seguía corriendo por la simple sensación de libertad que esto le provocaba. Corrió hasta que se le cansaron las piernas, entonces decidió subir al tejado de un edificio cercano, una vez estando ahí arriba sacó de su maleta las 3 ligeras sabanas, dobló una de tal forma que pudiera usarla de almohada y luego se recostó y se cubrió con las restantes dos sabanas, tenía mucho frío, aún así estaba feliz y se quedó viendo las estrellas hasta que se quedó dormido.
A la mañana siguiente Sam despertó por que sintió en su cara unos pocos rayos de sol que se filtraban entre los nubarrones, entonces se levantó y volvió a guardar sus sabanas, sacó el reloj de bolsillo de la maleta y lo revisó "9:46" «me levanté un poco tarde» pensó, luego guardó el reloj en el bolsillo de su saco y tomó otra vez sus cosas para después bajar del tejado, al pisar el suelo notó que el calcetín de su pie descalzo estaba roto y desgastado y que su pie tenia ampollas y heridas por haber corrido tanto tiempo casi sin nada que lo protegiera. Se percató de varios ruidos que venían de la calle de atrás, decidió ir a ver de qué se trataba y al llegar notó había demasiados puestos de varias cosas, algunos de flores, otros de varias frutas y verduras, varios ofrecían carne de diferentes animales, también había múltiples tiendas de dulces, ropa, joyería fina, etc. Sam caminó fascinado, pero sabía que debía cuidar el poco dinero que había podido tomar de la cartera de Margareth.
Sam siguió caminando un poco entre los puestos y tiendas al menos hasta que sus ampollas se reventaron y empezaron a sangrar, miró que unas tiendas mas adelante había un puesto donde vendían ropa y calzado viejo, Sam se acercó y se puso a mirar, una mujer de unos 25 años se le acercó.
—hola niño, ¿Qué estás buscando?— preguntó la mujer en un tono amable.
Sam miró a la mujer y le sonrío.
—estoy buscando un par de zapatos— dicho esto Sam levantó su pie descalzo y herido.
La mujer al ver esto se sorprendió
—oh niño, ¿Qué te pasó?—
Sam se quedó pensando, si decía que se escapó de su casa entonces lo devolverían y volvería a ser un prisionero, por lo tanto optó por mentir.
—perdí un zapato en la nieve y aún así estuve corriendo un buen rato—
La mujer sospechó del mal intentó de mentir que Sam tuvo, pero decidió que si el niño mentía era por algo y mejor sería no hacerle más preguntas y dedicarse a buscar un par de zapatos que le pudieran quedar a Sam, después de un rato de rebuscar entre montones de cajas con calzado viejo al fin encontró un par de zapatos de cuero, estaban algo desgastados y viejos, pero por lo menos le servirían mejor que un solo zapato y un calcetín de lana gastada y rota. La mujer fue muy emocionada con Sam y le mostró los zapatos.
—¡Mira! ¿Te gustan? Te los puedes llevar por solo 5 libras— dijo la mujer con un tono amable.
Sam miró los zapatos, no eran los más bonitos pero no podía ponerse caprichoso, no tenía mucho dinero y 5 libras eran un precio razonable.
—¿puedo verlos mejor?_ preguntó Sam, aún sin estar completamente seguro.
—claro— dijo la mujer con amabilidad y le dio los zapatos.
Sam los analizó un poco, empezó a revisar si el cuero era lo suficientemente resistentes y luego se los probó, se levantó y empezó a andar por la tienda para comprobar que fueran los suficientemente cómodos, en ese momento escuchó una voz muy familiar.
—¡Sigan buscando, montón de ineptos!—
Era Margareth, estaba muy cerca del puesto con varios policías, estaban buscando a Sam. Sam al sentirlos cerca solo saco 10 libras de su bolsillo y se las dio a la señorita que lo había atendido.
—muchas gracias, son perfectos, me voy— Dijo Sam demasiado acelerado y nervioso y salió rápidamente del puesto, para su mala suerte Margareth reconoció el saco azul que llevaba Sam y avisó a los policías.
—ahí está mi sobrino— entre el tono de voz arrogante de Margareth se notaba un muy mal intento de hacer un tono preocupado y feliz.
Sam sintió como un escalofrío recorría su espalda, como se le hubieran vertido una cubeta de agua helada. Ni siquiera volteo e hizo lo que su instinto le decía «corre». Sam empezó a correr y esquivar a las personas y puestos que se le venían enfrente, los policías lo empezaron a seguir, Sam sentía como la adrenalina corría en sus venas y siguió corriendo mientras buscaba un buen lugar donde poder escabullirse y hacer que le pierdan el rastro, entonces vió un lugar perfecto, ente dos edificios abandonados había un estrecho callejón oscuro, corrió hacia allí y se metió en el callejón, los policías también intentaron entrar pero no pudieron, el callejón era demasiado estrecho para ellos. Sam siguió escurriendo de por el callejón y se dio cuenta de que a unos metros de la entrada del callejón había un agujero en la pared del edificio del lado derecho, el agujero era lo suficientemente grande como para que entrara hasta un adulto, entonces decidió meterse. Al entrar notó que dentro del edificio habían varios cojines y pedazos de cartón esparcidos por ahí. empezó a caminar un poco dentro de tal edificio y vio cosas como juguetes viejos o incluso fabricados de forma casera, también miró varios dibujos hechos en la pared y usando carbón como lápiz.
Sam no podía dejar de pensar quien había dejado todo eso ahí, y entonces pasó algo que hizo que su pregunta fuera respondida, al edificio por el mismo agujero en la pared por donde entro Sam hace un rato, entraron un grupo de 5 niños entre los 9 y 12 años, todos se le quedaron viendo a Sam y entonces el que parecía ser el líder se le acercó, un niño de cabello castaño medio ondulado y enredado, pecoso, de cara un poco redonda más no regordeta, de rasgos finos, unos dientes incisivos un poco grandes y usando unos lentes redondos viejos y hasta rotos de una patilla.
Editado: 06.11.2021