Victoria
El artefacto, envuelto en una bolsa de plástico de evidencia, parecía decepcionante a primera vista. No era un relicario dorado ni una pieza ornamental; era un trozo de piedra caliza vieja, no más grande que mi puño, extraído brutalmente de algún muro. Pero cuando mis dedos, acostumbrados a la precisión atómica, lo sostuvieron, sentí la irregularidad.
—¿No han hecho análisis espectrales? —pregunté, sin levantar la vista. Estaba analizando la textura.
—Solo análisis básicos, Victoria. Identificamos la composición, es calcita, antigua. Pero no podemos encontrar por qué "El Teólogo" lo dejó. No hay códigos visibles, ni cifrados. La policía cree que es solo un señuelo.
—La policía de Roma no está buscando la firma —repliqué, mi mente ya en modo CERN. Jake me miró con una esperanza desesperada.
Saqué una pequeña linterna ultravioleta de mi bolso y pasé el haz sobre la piedra. Bajo la luz negra, la superficie gris se encendió. No eran inscripciones, sino depósitos.
—Tiene trazas de pigmentos. "Molto interessante" [Muy interesante] —murmuré. En un sector, cerca de una muesca natural, brillaba un leve rastro de óxido de hierro, rojo, y justo al lado, un diminuto punto de azul lapislázuli. Pero lo crucial era el patrón físico de las micro-fracturas—. Jake, míralo bien. No se trata de dónde vino la roca, sino de cómo fue cortada.
Puse la piedra bajo el microscopio óptico más potente que encontré en su desordenada mesa. Las micro-fracturas en la calcita, invisibles a simple vista, formaban una serie de surcos casi perfectos. Un patrón que no era geológico, sino creado.
—El corte es idéntico a una onda estacionaria —expliqué, retirándome para que Jake viera—. Esta piedra fue sometida a una vibración de muy baja frecuencia, probablemente sónica o ultrasónica, que la partió de una manera específica. No fue un cincel. Es una herramienta de frecuencia controlada.
Jake quedó paralizado. Su campo era la simbología, no la acústica.
—¿Una onda? ¿Un patrón de sonido? Pero… ¿por qué?
Justo en ese momento, la puerta se abrió con una precisión que interrumpió la tensión, pero no el caos del laboratorio. Entró el guardia que me había escoltado: alto, simétrico, el epítome de la calma.
—Disculpen la interrupción, Dottore Smith —dijo con un español perfecto, pero un tono formal y casi robótico—. Soy el Agente Samuel de Luque. Soy su enlace de seguridad y ahora el de la Dra. Rossi.
Levanté la vista. Él era el guardia, el hombre de movimientos exactos que me había escoltado, pero su nuevo título lo colocaba en un nivel superior. Lo escudriñé con la misma intensidad con la que observaba la piedra, buscando la fisura en su compostura impecable. Con su expresión de calculadora, era una pieza de simetría perfecta que no encajaba en mi ecuación del caos.
—Agente de Luque, un placer —dije, regresando mi atención al microscopio con la misma eficiencia—. Su papel de guardia es impecable, pero me temo que está interrumpiendo un descubrimiento. ¿Puede ayudar a Jake a buscar datos sobre frecuencia sónica en el Vaticano en lugar de hacer de sombra?
Samuel
La mirada de Victoria no era una simple inspección, sino una colisión de mentes. En ese cruce, sentí la perfecta simetría de su enfoque: ella veía el mundo en patrones, y yo, Agente de Luque, era un patrón demasiado complejo, demasiado desordenado, para encajar en su ecuación actual.
La orden de la Dra. Rossi, directa y precisa, era una prueba de su autoridad. Yo, imperturbable, asentí ligeramente.
—"Certamente, Dottoressa. Non c'è problema" [Ciertamente, Doctora. No hay problema] —respondí. Mi mente está entrenada para el orden, y su descubrimiento acababa de introducir una nueva variable que exigía una inmediata reorganización de prioridades. La frecuencia sónica me ofrecía una simetría distinta.
Mi presencia, en lugar de intimidarla, parecía estimularla. Ella veía en mi conocimiento militar y mi acceso a los archivos un recurso, una herramienta más para su análisis.
Jake, sin tiempo para el protocolo, me entregó una tableta. —Busca herramientas de vibración controlada. Cualquier cosa que pueda romper la piedra por resonancia.
Victoria tomó la palabra de nuevo, esta vez dirigiéndose a ambos. —Si tengo razón, el asesino no solo está dejando un mensaje simbólico para Jake, sino una firma física que solo la física puede ver. La onda que rompió la piedra es la misma que usará para el crimen de la Soberbia. No sabemos dónde, pero si la onda se repite...
Me acerqué a la mesa, mis ojos fijos en el patrón que señalaba en el microscopio. El desorden del laboratorio me irritaba, pero la línea perfectamente recta de la micro-fractura me fascinaba.
—El pecado de la Soberbia en Roma —dije, mi mente cambiando instantáneamente de la seguridad a la historia—. Siempre está ligada a la altitud, a la ambición y a la caída. El Teólogo usó la Gula en una iglesia conocida por su opulencia. Para la Soberbia, buscará un lugar que se alce sobre el resto. Una cúpula, una torre... Un lugar que se sienta más cerca de Dios.
Victoria me miró con una aprobación que Jake nunca le había dado. Era la primera vez que veía su intelecto reflejado en alguien más, aunque viniera de un agente de seguridad suizo.
—"Bene, Agente De Luque" [Bien, Agente De Luque] —dijo, con un tono que denotaba respeto profesional. El trabajo en equipo ya había comenzado.
—¡Doce horas! —exclamó Jake, golpeando la mesa, la desesperación regresando con toda su fuerza—. Doce horas es el tiempo que esta onda sónica nos da antes de que "El Teólogo" ejecute la Soberbia. ¡Doce horas para encontrar el edificio, el patrón, y detener esta locura!
El caos se había ordenado. El artefacto ya no era una piedra; era una ecuación.