La Constante Oculta de Roma

Capítulo 4: T-Menos Cero

Victoria

Samuel de Luque había hecho su parte. Los siete nombres que me había dado eran la manifestación de su mente ordenada; cada uno tenía sentido en el contexto histórico de la Soberbia. Pero solo había dos candidatos que resonaban con la dualidad que mi mente científica buscaba: San Giovanni in Laterano, la obvia cúspide del poder, y Sant'Andrea della Valle, la segunda más alta, el símbolo de la ambición frustrada.

—No tengo tiempo para replicar la frecuencia sónica perfectamente —dije, volviendo a mirar a Jake, que temblaba cerca del osciloscopio—. Estamos en T-menos doce horas. Necesitamos actuar con la mejor probabilidad.

—San Giovanni es la madre de todas las iglesias —insistió Samuel, su voz baja y uniforme—. Es la elección más simétrica para un asesino que sigue un patrón. El "Teólogo" busca un impacto que resuene en toda la Curia.

—La onda de fractura en la roca no es simétrica, Agente —repliqué, señalando mi diagrama—. Es una perturbación de resonancia. Un asesinato por Soberbia oculta sería más subversivo. Sant'Andrea...

Samuel dio un paso hacia mí, y por primera vez, sentí la tensión entre su disciplina y mi lógica. "Dobbiamo scegliere" [Debemos elegir], me urgía el instinto.

—La obviedad es a menudo la trampa del Teólogo —continué, pero mi propia voz sonaba insegura. Tenía que basarme en el peso histórico, que era el campo de Samuel—. "Va bene" [Está bien]. Iremos a San Giovanni in Laterano. Es la elección más probable para el objetivo más grande. Jake, quédate aquí y rastrea cualquier pico de baja frecuencia en los monitores de actividad sísmica en esa zona. Si nuestra elección es correcta, lo veremos.

Samuel asintió, su rostro inexpresivo, pero yo sentí la ligera aprobación de su mente ordenada. Había elegido el patrón de mayor peso.

—Agente, si vamos a hacer esto, no voy a ir sola. Necesito su conocimiento de los pasajes internos. "Andiamo" [Vámonos].

Tomé mi bolso, que contenía poco más que mi equipo de espectroscopía portátil y un sensor de frecuencia. La desesperación de Jake, la eficiencia de Samuel y mi propio instinto, todo convergía en la Basílica más antigua de Roma.

Samuel

La decisión fue de Victoria, pero la responsabilidad era mía. Cuando eligió San Giovanni in Laterano, sentí una paz fría. Era la elección lógica; la estructura de poder, el impacto máximo. Mi instinto militar se alineaba con la acción directa.

Salimos del Instituto a toda prisa. El coche negro y discreto que usaba para mis funciones especiales se abrió paso por las caóticas calles de Roma con una eficiencia que rayaba en la ilegalidad.

"Velocità!" [¡Velocidad!] —pensé, mi pie pisando el acelerador con una urgencia que rara vez me permitía.

Victoria iba a mi lado, silenciosa. Sus ojos, antes fijos en el microscopio, ahora escudriñaban los edificios, como si intentara encontrar la onda sónica flotando en el aire. La admiré por su calma bajo la presión; era una simetría emocional que yo valoraba.

Diez minutos más tarde, frené frente a la Basílica de San Giovanni in Laterano. La fachada monumental se alzaba imponente, un desafío arquitectónico. Desabroché mi cinturón de seguridad, listo para entrar en modo de combate...

Y entonces, vi el vacío.

No había policía. No había cintas de seguridad. Los turistas tomaban fotos. Una calma perfecta, demasiado perfecta. El Teólogo no estaba aquí.

Mi corazón, que había encontrado un patrón, se desplomó.

"Non è qui" [No está aquí] —dije, mi voz tensa. El fallo de mi algoritmo era evidente.

Victoria lo entendió inmediatamente. Se giró, sus ojos brillantes de rabia contenida.

—La soberbia oculta —murmuró, su mirada clavada en el norte.

Sant'Andrea della Valle —dije, el nombre emergiendo como una confesión. El segundo lugar, la ambición a la sombra.

En un giro de ciento ochenta grados que hizo chillar los neumáticos, volví a conducir. Eran apenas las 17:00 horas. Habíamos perdido diez minutos vitales y el tiempo se había agotado.

Cinco minutos más tarde, el caos nos dio la bienvenida a la Chiesa di Sant'Andrea della Valle.

Sirenas ululantes, tres coches de policía, la calle cortada. Un perímetro de seguridad ya establecido. "Troppo tardi" [Demasiado tarde].

Aparqué de golpe, ignorando las protestas de un oficial de la Polizia al que mi acreditación del Vaticano hizo callar de inmediato. Entramos. El aire era pesado, la escena, espeluznante.

En el centro de la nave, bajo la cúpula, yacía un hombre. No era un clérigo, sino un poderoso empresario de la Curia conocido por su insolencia financiera. Su cuerpo estaba intacto, sin sangre, pero su rostro reflejaba un terror silencioso. Y justo a su lado, había un objeto sobre el suelo de mármol. No era otra piedra. Era un trozo de mármol de un color completamente diferente.

Victoria se arrodilló, su mente ya trabajando. Yo me centré en el nuevo objeto. Era de un mármol negro veteado, pulido, con un grabado: la palabra "Invidia" (Envidia), y debajo, un símbolo que Victoria inmediatamente reconoció como físico, no histórico.

—Samuel, mira esto —dijo, su voz un susurro de concentración. El mármol negro tenía un patrón de corte por vibración aún más preciso que la primera roca. Y no era el mismo que el anterior. El Teólogo había cambiado la frecuencia.

Jake llamó al comunicador, su voz histérica. —¡Victoria! Acabo de ver un pico de baja frecuencia en los monitores sísmicos, hace tres minutos, justo en la zona de Sant'Andrea. ¡Lo hizo, maldita sea, usó la onda!

Habíamos fallado. Pero en el caos de la muerte, había surgido una nueva simetría.

"Invidia" —dije, mirando el nuevo fragmento. Ya no buscábamos un lugar, buscábamos un patrón evolutivo de frecuencia.



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En el texto hay: accion, aventura, vaticano

Editado: 27.10.2025

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