La Constante Oculta de Roma

Capítulo 9: El Imperativo de la Ira

Victoria

Base de Operaciones Clandestina, Roma. 04:15 AM.

La luz fría de los monitores bañaba la sala. El contador digital proyectado sobre el muro no parpadeaba: 11:15:00 y descendiendo. Once horas para encontrar el tercer dispositivo, once horas para salvar una vida. La presión del tiempo era un adversario físico, más palpable que cualquier enemigo armado.

El Mármol Porphyry de la Ira, de un profundo color púrpura, yacía bajo la luz espectral. Sus propiedades resonantes lo convertían en el material perfecto para una ejecución sónica a gran escala.

—El patrón se repite: Avaricia, luego Ira—, dije, señalando los mapas topográficos de Roma. —El Teólogo ha vinculado el Porphyry, mármol de los tiranos romanos, al castigo. Estamos buscando el epicentro de la furia institucional—.

Samuel estaba inmóvil frente a los datos, su postura era de concentración absoluta, pero su mandíbula estaba tensa. Habían pasado apenas unas horas desde la confesión de la capilla, y la brecha en su armadura, ese momento de mutua vulnerabilidad, me había dejado una sensación incómoda de peligro y conexión.

—El tiempo de vuelo a la ubicación final es de cuatro horas. No es esta ubicación. Pero si no encontramos el punto de la Ira en las próximas dos horas, estaremos comprometidos—, analizó él, su voz baja y sin inflexiones.

Asentí, sabiendo lo que venía. —Hay tres objetivos principales en Roma que cumplen con el simbolismo del castigo o la tiranía, y que contienen Porphyry: el Coliseo (violencia masiva), el Foro Romano (caída del poder) y la Prisión Mamertina (castigo injusto). La única manera de cubrirlos es la división—. Me aseguré de que mi tono fuera completamente frío y operativo.

—El perímetro es demasiado extenso para operar en solitario—, replicó Samuel. Su objeción era lógica, pero contenía un subtexto de renuencia que no había escuchado antes. No le gustaba la separación.

—Es la única variable viable para ganar. El sensor de frecuencia del Porphyry avisará si la carga empieza a vibrar. Si mi sensor bipa, convergen sobre mi posición. Si el tuyo lo hace, haré lo mismo. Dos horas—, resumí, entregándole el kit de rastreo.

Tomó el equipo sin una palabra innecesaria, sus dedos rozaron los míos un instante. —Entendido. Dos horas—.

La separación era un imperativo estratégico, pero por primera vez, no solo sentí el riesgo de la misión, sino el riesgo personal de la distancia entre nosotros.

Samuel

04:30 AM.

El motor del vehículo vibraba bajo mis pies. La disciplina es la anulación del riesgo emocional, pero la imagen de Victoria marchando sola hacia un lugar de confinamiento como la Prisión Mamertina era un riesgo operacional que mi sistema no toleraba. El acercamiento reciente había introducido una nueva y molesta variable: el instinto protector se había vuelto personal.

Llegué al Coliseo. El sensor, calibrado con precisión, emitía una luz verde fija. Sin carga sónica. El lugar, imponente y lleno de la ira histórica, estaba vacío.

—El Teólogo no es un historiador, es un cronista del presente—, musité, golpeando el volante. El Porphyry era la piedra del poder imperial.

El Teólogo estaba atacando la tiranía activa.

Revisé los planos de Roma sobre el monitor táctil. El Foro y la Prisión Mamertina eran distractores, nos forzaban a mirar el pasado. La clave era el presente, el poder judicial, la Ira del Estado.

Mis ojos se detuvieron en el Palazzo di Giustizia. Un mastodonte neobarroco, el símbolo moderno del castigo legal, y lleno de Porphyry. Es el único objetivo que encajaba con el tiempo de vuelo restante.

Activé el comunicador, sintiendo la oleada de adrenalina al confirmar mi hipótesis. 04:47 AM.

—Victoria. Aborta la Prisión. Nueva hipótesis: Palazzo di Giustizia—, transmití, la orden no era negociable. —La tiranía no está muerta, solo cambió de edificio. La estructura y el Porphyry lo confirman. Es el único lugar que justifica la reducción del tiempo—.

Hubo una pausa en la línea. Un latido de duda.

—Recibido, Samuel. Estoy en camino al Palazzo. Estaré allí en noventa segundos. Tengo un ángulo de entrada no autorizado por el flanco del río. Si estoy cerca, la carga sónica me alertará primero. No converjas. Espera mi señal.—

Mi mandíbula se apretó. Ella había aceptado la ubicación, pero rehusado el apoyo. Me había ordenado esperar. El riesgo de dejarla operar sola en un punto focal de Porphyry era inaceptable. El protocolo era esencial, pero ella era ahora el factor esencial. Aceleré hacia el Palazzo di Giustizia. Rompería la orden para anular el riesgo.



#586 en Thriller
#270 en Misterio
#421 en Detective

En el texto hay: accion, aventura, vaticano

Editado: 27.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.