Rebecca apagó el secador cuando terminó de secarle el cabello a Orión y miró a Emilio sentado en el suelo junto a la puerta del balcón, bebiéndose una lata de cerveza y comiendo de los platos de picoteo que había en la mesa.
Emilio se llevó a la boca una loncha de fiambre y vio que Rebecca le hacía señas con los ojos.
Él le devolvió los gestos a forma de broma y Rebecca le lanzó un cojín del sofá.
Orión los miró.
— Orión. — Lo llamó Emilio, que se desplazó por el suelo hasta ponerse delante del niño. — Lo que has visto antes en la cocina… Verás, no puedes decírselo a nadie.
Rebecca agradeció que sacara el tema con el niño. Si el capitán se enteraba de que estaban saliendo, los dos tendrían problemas en su trabajo y muy posiblemente alguno sería transferido a otra comisaría.
— ¿El qué? — Preguntó Orión.
— Los besos. — Le dijo Rebecca directamente y Emilio sonrió mirándola. — Habla claro para que lo entienda.
Emilio asintió y miró a Orión.
— Somos compañeros policías y no están permitidas las relaciones entre compañeros, si alguien descubre que nos damos besos iremos a la calle. — Le explicó Emilio. Orión observó a Rebecca detrás de él. — ¿Lo has entendido? — Dudó Emilio y Orión asintió.
— No le diré a nadie que vienes a casa por la noche y que os dais besos. — Respondió Orión.
— ¡Chico listo! — Emilio le frotó el cabello y sonrió mirando a Rebecca, aunque le habló al niño. — Ven, vamos a comer embutidos.
Por la mañana, Rebecca y Orión salieron del pisito corriendo. Emilio ya esperaba en el coche patrulla.
— Hola, Emilio. — Lo saludó Orión al subir atrás en el coche.
— ¿Cómo has pasado la noche? — Le preguntó Emilio, viendo a Rebecca subir en el asiento del copiloto y cerrar la puerta del coche.
— Nos hemos quedado durmiendo. — Suspiró Rebecca y al mirar a Emilio, él la besó. — Emilio.. — Le indicó el niño sentado detrás.
— No te preocupes, ya nos vio ayer y no dirá nada, ¿verdad, Orión? — Sonrió Emilio al crío y Orión negó.
— No le diré a nadie. — Dijo Orión.
Rebecca observó al niño y luego a Emilio.
— Vamos a casa de mi madre. — Le pidió Rebecca que arrancara y Emilio lo hizo. — Mientras estoy en el trabajo te quedarás con mi madre, ¿de acuerdo, Orión? Emilio y yo pasaremos a recogerte en el coche patrulla cuando acabe nuestro turno.
— Su madre es simpática y cocina de lujo, te gustará. — Le dijo Emilio mirándolo y Orión sonrió.
— También fue profesora, así que te pondrá a hacer tareas para que estés entretenido y no te aburras todo el día.
— ¿Y no puedo ir a la comisaría? — Preguntó Orión.
— La comisaría no es lugar para los niños. — Respondió Rebecca y Emilio se rió al ver cómo el niño quería escapar de hacer tareas.
Ivanna golpeó la cabeza de Antón con una almohada de la cama y él gritó al ser despertado.
— ¿Vas a seguir mucho tiempo durmiendo? — Le reclamó Ivanna, volviendo a golpearlo con la almohada, pero Antón se la arrebató y la lanzó al suelo.
— ¡Deja de molestar! Anoche estuve bebiendo y tengo resaca.
— ¡Tenemos que recuperar al niño!
Ivanna cruzó los brazos esperando una solución a sus problemas y Antón se incorporó mirándola con incredulidad.
— Recuperar al niño, ¿tú me dirás cómo? Si no lo hubieras tratado tan mal no tendríamos este problema.
Antón se levantó de la cama e Ivanna lo siguió al baño riéndose.
— Si yo no lo hubiera tratado mal, ¿ahora toda la culpa es mía?
— ¡La mayor parte! — La enfrentó Antón y la golpeó con un dedo en el pecho. — Ahora estamos sin nada por culpa de tu falta de delicadeza con un mocoso llorón.
— ¡No me quedaré sin nada!
Antón se dobló por la mitad al reírse y la miró después con crudeza.
— ¿Y qué vas a hacer? Ya nos han quitado a Orión y en cuanto salgan las pruebas de paternidad volará derechito a Román Forster.
— Me colaré en la clínica y cambiaré las muestras si es necesario. — Dijo Ivanna e iba a irse, pero Antón la agarró de un brazo.
Sus ojos brillaban viendo la solución a sus problemas.
La madre de Rebecca agarró a Orión de las mejillas y miró a su hija vestida con el uniforme de la policía.
— Yo cuidaré de este pequeño, vete tranquila. — Le dijo Julieta.
Rebecca asintió a su madre y se inclinó para despedirse de Orión.
— Nos vemos a la tarde. — Orión asintió y le dio un efusivo abrazo. Rebecca sonrió y le acarició la espalda, luego se marchó de la casa de sus padres y subió en el coche patrulla. — Podemos irnos. — Le dijo a Emilio y al mirarlo descubrió una extraña mirada en su compañero. — ¿Qué?
— Si el día de mañana nos casamos y tenemos hijos, así sería. — Habló Emilio y Rebecca observó la casa de sus padres.
— ¿Qué estás diciendo? — Se rió de él volviéndolo a mirar y Emilio arrancó el motor.
— No se puede ser romántico hoy en día. — Expulsó el aire de sus pulmones por los orificios de la nariz a modo de indignación y Rebecca sonrió.
La radio policial dio señal y los dos agentes atendieron al aviso de un intento de allanamiento y robo.
Rebecca agarró la radio del coche y habló por ella.
— Aquí Emilio y Rebecca, vamos para allá.
— ¡Vamos allá! — Repitió entonces Emilio, poniendo el coche en movimiento.
Sentada en un sofá de la sala de descanso de la clínica médica, Ivanna levantó la barbilla con dignidad cuando vio llegar a los agentes Rebecca y Emilio.