La constelación de Orión

9. Los infantiles celos de un adulto.

Orión se fascinó al ver el telescopio gigante y Román le contó su historia con la astronomía. 

 

— Tenía más o menos tu edad cuando mi padre me regaló mi primer telescopio. Estaba tan impresionado como tú lo estás ahora. — Se quitó el sombrero de cuero que estaba usando y sonrió. — Recuerdo que lo puse junto a la ventana y que cada noche me quedaba mirando las estrellas. Desde entonces, todos mis regalos siempre estuvieron relacionados con el espacio y las estrellas. Estudié duro y me convertí en astrónomo, y más tarde en profesor de astronomía que fue cuando conocí a tu madre. — Orión se quedó viéndolo y Román se agachó delante de su hijo. — Lamento mucho la muerte de mamá. Daniela era una mujer espléndida. 

 

— ¿Puedo ver las estrellas? — Cambió Orión inocentemente de tema y Román asintió. 

 

— Tendremos que esperar a que se haga de noche. — Se levantó y miró al niño que agarró su sombrero. — ¿Lo quieres? 

 

— ¿Me lo puedo probar? — Pidió Orión y Román le quitó la gorra de policía y le puso el sombrero de cuero. — ¿Parezco un vaquero? 

 

— Te queda bastante grande. Conseguiré uno para ti cuando te vengas a vivir conmigo. 

Oyeron un coche afuera y Román miró hacia las escaleras que bajaban a la parte baja del Observatorio. 

 

— ¡Orión! — Gritó Emilio que bajó de su coche y cerró la puerta. 

 

— El caballo está ahí. — Dijo Rebecca, apuntando hacia el cabello en una pequeña cuadra. 

Emilio dio la vuelta al coche y se acercó a Rebecca, los dos vieron entonces a Orión salir del Observatorio. 

 

— ¡Emilio, Rebecca! — Los llamó el niño, que corrió hasta abrazarlos a la vez y mirarlos. — Papá me va a dejar ver las estrellas y la constelación de Orión. — Les contó. 

Rebecca se sintió aliviada de verlo bien y feliz. 

 

— Eh, ¿y tu gorra de policía? — Le preguntó Emilio frotando el cabello del niño. 

Orión los dejó de abrazar y se tocó la cabeza. 

 

— Eso no importa ahora. — Dijo Rebecca, mirando a Emilio y él encogió un hombro. 

Sentía que para él y Orión sí era algo que importaba. 

 

— ¿Cómo es que han venido hasta aquí? — Les preguntó Román que se acercó. 

 

— Lo siento. — Tomó Rebecca la iniciativa. — Estábamos preocupados, hacía bastante que se habían ido. 

 

— Me disculpo. Quería que Orión viera el lugar en el que vivo y donde él también lo hará, al menos los períodos de vacaciones. — Respondió Román, frotando el cabello de Orión. 

Orión sonrió a su padre y Emilio se sintió disgustado. 

 

— Aún no está confirmado que lo sea. Puede dejar eso para cuando estén los resultados. — Ladró Emilio. 

 

— Emilio. — Lo llamó Rebecca, mirándolo con sorpresa. 

Román asintió. 

 

— Tiene razón. De todas formas ya le he prometido ver la constelación de Orión, ¿pueden quedarse con nosotros sí quieren? — Habló Román. — En mi familia siempre se ha dicho que cuantos más mejor. 

 

— ¡Quedaos! — Les pidió Orión, agarrándose a Rebecca y mirando después a Emilio que todavía tenía cara de disgusto. — ¡Por favor! — Fue a agarrarse a Emilio y la expresión de éste cambió en el instante que el niño le prestó atención. 

 

— Supongo que nos podemos quedar. — Dijo Emilio. 

Rebecca asintió, bastante sorprendida por la actitud de su compañero y novio. 

 

— ¡Bien! — Celebró Orión alzando los brazos. 

 

 

Esa noche, después de ver la constelación de Orión por el telescopio, los cuatro volvieron a la casa dónde el capataz Benito y el ama de llaves Antonia los esperaban con una barbacoa al aire libre. 

Más tarde encendiendo bengalas de estrellas. 

Rebecca miró a Emilio sentado en solitario y caminó hasta él, ocupando la silla a su lado. 

 

— ¿Qué te pasa? — Le preguntó Rebecca. 

 

— Nada. — Respondió Emilio y ella sonrió. 

 

— Emilio… 

 

— Vale. Le he tomado cariño. — Confesó. 

 

— No es un perro. 

 

— Ya lo sé, no es de esa forma. 

 

— ¿Estás celoso de que se lleve mejor con su padre que contigo? — Emilio no contestó y Rebecca sonrió pareciéndole gracioso. — Emilio.

 

— Emilio. — Orión lo llamó parándose delante de ellos y al ver como los dos agentes lo miraron, les preguntó. — ¿Estáis peleando? 

 

— No. — Negó Rebecca. 

Orión sonrió entonces y agarró una mano de cada uno. 

 

— Venid a encender bengalas. — Les pidió y los dos se levantaron para ir. — Es divertido. — Les contó Orión y Rebecca observó como Emilio recuperó la sonrisa. 

Esa noche Orión cayó rendido en la cama y por la mañana llegó la hora de despedirse de su padre.

Orión lo abrazó y Román lo correspondió. 

 

— En unos días más estaremos juntos. — Le prometió Román y Orión asintió. — Cuide de él hasta entonces, por favor. — Pidió luego a Rebecca y ella asintió. 

 

— No se preocupe. — Respondió Rebecca. — Y gracias por su hospitalidad. 

Emilio los esperaba junto a la puerta del asiento conductor de su coche y sonrió a Orión cuando el niño se le acercó corriendo. 

 

— Sube y ponte el cinturón. — Le dijo Emilio y Orión obedeció. 

 

— Ya nos podemos ir. — Habló Rebecca, que se paró junto a la puerta del copiloto y los dos subieron después en el coche. 

 

— ¡Espera! — Gritó Orión y se situó entre los dos asientos para avisarles. — No tengo mi gorra de policía. 

Emilio miró al niño y Rebecca también. 

 

— La tienes detrás. — Le señaló ella y miró a Emilio cuando Orión se giró a buscarla. 

Su compañero tenía una sonrisa en la cara. 

 

— ¡Cinturones puestos! — Gritó Emilio arrancando el coche. 



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 04.08.2023

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