La mañana siguiente, Emilio los recogió en el coche patrulla y condujo hasta el juzgado. Los dos agentes de policía guardaron silencio todo el trayecto y Orión en el asiento de atrás se la pasó mirando por la ventana.
Cuando las puertas del ascensor se abrieron, los dos agentes salieron con el niño.
— Orión. — Lo llamó su tío Antón que se acercó y Orión corrió a ocultarse detrás de Rebecca. — Deja de ser así. — Antón intentó alcanzar a su sobrino, pero Orión corrió entonces a esconderse detrás de Emilio.
— Señor. — Lo llamó Rebecca para que parara.
— Puedes dejar de molestar a mi hijo. — Habló Román, que se acercó también y Antón lo miró con acidez.
— ¿Tu hijo? ¡JA! Hasta que el juez no lo diga, mi sobrino no es hijo tuyo, Román. — Lo enfrentó Antón.
En una de las sillas de espera, Ivanna se bajó un poco las gafas de sol que estaba usando dentro del edificio.
— ¿Crees que tu hermana mentiría? — Le preguntó Román.
Antón no pudo más que apretar los labios y regresar a sentarse dos sillas lejos de su esposa.
— Payaso. — Se metió Ivanna con él y volvió a subirse las gafas.
Por debajo de los cristales oscuros, Ivanna observó a Román agacharse y a Orión salir desde detrás del agente para abrazarlo.
— ¿Estás nervioso? — Le preguntó Román a su hijo, mientras frotaba su espalda.
Orión le asintió alejándose con cara seria.
— No quiero ir a un centro para niños sin familia ni tampoco irme a casa de tío Antón y tía Ivanna. — Expresó Orión su preocupación y Román le puso una mano en la cara.
— No harás nada de eso.
— ¿Por qué eres mi padre?
Román sonrió.
— Eso es.
Orión se sintió más relajado y miró a Rebecca qué lo agarró de un hombro.
— Anoche estaba tan ansioso que no ha dormido nada. — Le contó Rebecca a Román.
— Tenía los nervios aquí. — Saltó Emilio, agarrando a Orión y haciéndole cosquillas en la barriga.
Orión se rió fuerte y Rebecca agarró a Emilio del uniforme de policía.
— Para. — Le indicó bajo y Emilio se detuvo.
Orión saltó entonces encima de él y Emilio le acarició el cabello.
— Román. — Oyeron a un hombre que se acercó, vestido de traje y con una carpeta que sostenía debajo del brazo mientras se ajustaba la corbata.
— Os presento a mi abogado. Guillermo es también el marido de mi hermana Beatriz. — Lo presentó Román levantándose.
— Mucho gusto. — Saludaron Rebecca y Emilio.
— El gusto es mío. — Dijo Guillermo y observó a Orión que lo miraba.
Finalmente, el juez leyó el resultado de la prueba de paternidad y corroboró que Román Forster era el padre de Orión.
De pie al fondo de la sala, Rebecca respiró aliviada y Emilio chocó con sutileza su brazo con el de ella.
— Ya no tendremos que adoptarlo, aunque me hacía ilusión. — Dijo Emilio con tono bajo y aunque sonó a broma, Rebecca sabía que había un alto porcentaje de verdad en sus palabras.
— Me alegro por Orión. — Respondió Rebecca.
— ¡Imposible! — Gritó Antón, que saltó ante el juez y solicitó ver los resultados él mismo.
— ¿Está diciendo que miento, señor Antón Robinson? — Le preguntó el juez con el ceño fruncido. — Véalo usted mismo. — Le entregó el documento y Antón hundió la cabeza en el papel. — Bien, habiendo visto los resultados de paternidad y ante el deseo de la madre fallecida, le cedo al señor Román Forster la custodia del menor Orión Robinson.
Antón levantó la mirada del documento y miró con inquina a Román.
En un costado de la sala, Ivanna se levantó y abandonó el lugar. Ya no tenía nada que hacer allí.
Rebecca se agachó fuera del juzgado para despedirse de Orión. El niño la miraba con ojos tristes.
— No quiero despedirme. — Dijo Orión y la abrazó efusivamente.
Rebecca tocó su espalda y la frotó.
— Vas a estar bien con tu padre… — Lo consoló y Orión la dejó de abrazar para correr a los brazos de Emilio.
— Emilio, ¿tú tampoco quieres despedirte, verdad? — Le preguntó Orión y Emilio miró a Rebecca que se levantó.
Román los miraba junto a su abogado y cuñado Guillermo.
— Orión. — Lo llamó Román y el niño miró a su padre. — ¿Qué te parece si los agentes vienen a verte de vez en cuando?
— ¿No le importa que hagamos eso? — Preguntó Emilio y Román negó.
— Mi hijo os aprecia y vosotros a él, seréis bienvenidos siempre.
— ¿Has oído eso? — Emilio frotó con salvajismo el cabello de Orión. — Rebecca y yo iremos a verte pronto.
— ¿Lo prometes? — Le pidió Orión y soltó a Emilio para mirar a Rebecca. — ¿Tú también lo prometes?
Rebecca asintió y Orión corrió de regreso a ella para abrazarla.
— Te prometo que iré a verte. — Le dijo Rebecca y lo agarró de los brazos antes de apartarlo de ella y agacharse. — Pero tú tienes que prometerme que vas a estar feliz ahora que vivirás con tu padre.
Orión miró a Román y asintió a la agente.
— Lo estaré. — Le prometió y Emilio le sacudió el cabello. — Os quiero mucho. — Les dijo el niño y los abrazó a los dos.
Subido en el coche de su padre, Orión vio irse el coche patrulla de Rebecca y Emilio.
Román en el asiento del conductor, miró a su hijo sentirse afligido por separarse de los agentes que tan bien lo habían cuidado y tratado.
— Orión. — Lo llamó Román. Orión miró a su padre. — Me alegro muchísimo de que estés conmigo. Desde que recibí la carta de tu madre es todo lo que he deseado. — Guillermo, en el asiento del copiloto, miró a su cuñado abrirse con su hijo. — Solo eres un niño y te sentirás triste y solo por estar cambiando de lugar y de manos constantemente, pero está es la definitiva. Los dos vamos a formar una familia y te prometo que haré hasta lo imposible para que seas feliz conmigo.