La copa divina

Capítulo 5. Forjando nuevas alianzas

Al ver que el príncipe estaba en peligro, tomé a mi contrincante y lo arrastré directo hacia ellos. De esa forma, logré que lord Zero lo atravesara con su espada, matándolo al instante.

El lord abrió los ojos de la sorpresa, ya que no se esperaba eso. Aproveché su distracción para golpearlo en el estómago con mi puño, dejándolo inconsciente.

Jason, quien consiguió matar a su contrincante, se acercó a mí y me dijo:

– Creo que esos son todos, ya no nos perseguirá nadie más. ¿Qué hacemos ahora?

Miré al príncipe, quien seguía en estado de shock al saber de la traición de su confidente. Fue así que los visualicé a ambos, en un coqueto carruaje rodeado de sus escoltas. Luego, en algún camino desierto, los bandidos los acorralarían y atacarían, forzando al príncipe a refugiarse en el bosque, no sin antes ser mortalmente herido por uno de ellos. El lord conversaría con los bandidos y les entregaría algún incentivo para que culminaran con el atentado.

Todo eso me repugnaba, no había cosa que odiaba más que a los traidores. Así es que me acerqué a lord Zero, le até las extremidades y dije:

– Por ahora, llevémoslo junto a los guardias de esta aldea. Ahora que ya nadie nos persigue, será mejor que busquemos un buen alojamiento, seguro hay alguno.

El príncipe, quien seguía en su trance, solo atinó a asumir con la cabeza. Sabía que le tomaría tiempo asimilarlo, por lo que lo dejé en paz y, así, me enfocaría en entregar al traicionero lord ante la justicia.

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En la aldea conseguimos una buena posada donde alojarnos. Mi cuerpo se tensó al sentir el contacto con la cama, mientras que el príncipe se echó una larga siesta. Jason, en cambio, permaneció de pie mientras miraba por la ventana, pensativo.

Me fijé que el color del rostro del príncipe estaba retornando a su tono natural, aunque seguía con fiebre. En el fondo me alegré de que ya nadie nos estaba persiguiendo, debido a que estábamos demasiado malheridos como para continuar con el viaje en esas condiciones.

Permanecimos en silencio por un largo rato, hasta que el príncipe despertó, pidiendo agua. Le entregué en un vaso y él lo bebió lentamente. Cuando calmó su sed, me dijo:

– Él ha estado conmigo desde la infancia. Como no tenía amigos, era la única persona cercana a mí en quien podía confiar. No entiendo qué le hizo el querer hacerme daño, si siempre ha sido bueno conmigo.

– Quizás puedas preguntarle en su celda – le propuse – lo he entregado y están contactando con los reyes del reino Estrella para que sean ellos quienes decidan su destino.

El príncipe, tras escucharme, dijo:

– Está bien, iré a verlo antes que la guardia real del palacio lo busque. Pero necesito ir solo, ya que es mi problema.

Ayudé al príncipe a vestirse y comprobé, con alivio, que su fiebre había bajado. Una vez que me aseguré de que estaría a salvo, lo dejé ir para que visitara a su antiguo confidente.

Cuando el príncipe se marchó, Jason se sentó encima de una de las camas y me preguntó:

– ¿Conoces la leyenda que ronda en torno a la copa divina?

– Solo sé lo que me dijo el príncipe de esa reliquia – respondí.

– Hay muchas cosas que se dicen de ese objeto – comento Jason – algunos creen que proviene de la fuente de la juventud, en donde los antiguos habitantes del planeta bebían para ser inmortales. También se piensa que es el cáliz de Jesucristo o el Santo Grial, del cual bebió su vino durante la Última Cena. Pero yo conozco una más y que me lo contaron cuando era un niño. No sé si te interesa escucharlo.

– Adelante. Total, no tenemos mucho que hacer.

Jason se acomodó en la cama, me miró fijamente y empezó su relato.

– Cuenta una leyenda que, hace unos siglos, un par de enamorados se reunieron en la montaña más alta del mundo para amarse intensamente. Nueve meses después, la mujer dio a luz a una niña muerta y lloró tanto que, con sus lágrimas, formó un lago. El hombre, con el corazón adolorido, rezó a los dioses para que resucitaran a su hija a cambio de su propia vida. Sus plegarias fueron escuchadas y, del cielo, cayó una simple copa de madera. Él lo tomó y recogió agua del lago, se acercó al cuerpecito de la bebé y esparció el líquido sobre ella. En instantes, la niña abrió los ojos y comenzó a llorar, mostrándose más viva que nunca. Pasó el tiempo y la niña creció, haciéndose mujer. Ella pensaba que la copa podría traer desgracias al mundo, ya que muchos pueblos pelearían por ella, por lo que decidió llevarla en un templo para custodiarla y evitar que personas no aptas accedan a esa reliquia.

– Es una historia bastante extraña. ¿No? – le dije - ¿Entonces quiere decir que no podremos acercarnos al templo con facilidad?

– Así es – dijo Jason - ¿Por qué crees que el clan “Sombra” nunca siquiera lo intentó, pese a saber su ubicación exacta? Eso se debe a que el templo posee una barrera protectora y solo aquel apto puede tomar la copa divina.

– Siempre me he preguntado qué relación tienes con ese clan – le dije – sabes mucho sobre ellos, pero, por alguna razón, quieres evitarlos.

Jason se mantuvo en silencio por largo rato, como si pensara una buena respuesta a mi pregunta. Al final, solo se encogió de hombros y dijo:

– Hice cosas malas. ¿Sabes? No solo me he dedicado a robar, sino también a asesinar o espiar según los encargos. Tengo enemigos por todas partes, pero, a la vez, obtuve mucha información sobre diversas tribus nómadas que se resisten a someterse a algún señor feudal o incluso a un rey.

Me quedé pensando en las palabras de Jason, preguntándome el porqué me revelaba todo eso. Ya sabía que la búsqueda de la copa divina no sería sencilla, sino que de seguro deberíamos enfrentar alguna fuerza misteriosa para obtenerla. ¿Sería una prueba de fe? ¿Algún acertijo? ¿O un combate cuerpo a cuerpo contra seres sobrenaturales?




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