Cuando salimos del coliseo, vi que la princesa Mara se estaba retirando junto con su séquito, rumbo a su castillo de cristal. Tuve deseos de hablar con ella, pero tampoco quería dejar a mis amigos dado que necesitaban de mucho apoyo moral para sus respectivos combates.
Fue ahí que escuché a Ami decirles:
— Quizás podamos dispersarnos por hoy, ustedes deben entrenar y yo tengo que revisar la herradura de Princesa.
— Si quieres, te acompaño – le dijo Morgan – Descuida, para mí cuidar de animales es equivalente a entrenar.
— Yo solo haré estiramientos – dijo Jason – Claro, después de recorre la ciudad.
— ¿Y por qué no empiezas primero con los estiramientos, Jason? – le dijo Morgan, alzando una ceja – ¿No será que planeas algo?
Antes de que Jason le respondiera, me acerqué a él, lo tomé del brazo y le dije a Morgan:
— Resulta que le pedí a Jason que me acompañara por la ciudad. Descuiden, será breve.
Jason se sorprendió, dado que casi siempre evito estar con él. Pero tras ver que Morgan y Ami daban su aprobación, no tuvo otra opción más que ceder.
Luego de alejarnos de ellos, le expliqué mi propósito de ver a la princesa, dado que planeaba usar mis propias influencias para girar los resultados del torneo a nuestro favor. En eso, Jason me dijo:
— Bueno, me parece buen plan. Pero no entiendo para qué me necesitas, si esta ciudad es lo suficientemente segura para caminar solo por las calles.
— No es por mi seguridad – le dije – En realidad, te traje conmigo por dos motivos: uno, para que Morgan comparta tiempo de calidad con Ami y, otro, porque quiero preguntarte sobre Zack y Jully.
— ¿Por qué de pronto te interesan esos dos? – me cuestionó Jack, con una expresión de fastidio – dudo mucho que hayan ingresado a la ciudad, persiguiéndonos. Los del clan “Sombra” prefieren evitar los lugares muy poblados, por eso se mueven en lo más profundo de los bosques y montañas peligrosas.
— Bueno, verás…
Respiré hondo, ya que era algo difícil de decirlo. Pero más allá de sospechar que los del clan “Sombra” querían ajustar cuentas con Jason, podía apostar que, en realidad, apuntaban sus armas hacia mí por causa del mapa. No se los había revelado antes a mis compañeros, pero en esos momentos no había marcha atrás. Debía advertirles que aun seguíamos en peligro. Y empezaría con Jason, para medir todas sus reacciones y juzgar mejor sus verdaderas intenciones.
Tras prepararme mentalmente, le expliqué:
— La verdad es que mi confidente… digo, la rata traicionera de lord Zero, le interceptó un mapa a un miembro del clan “Sombra”, en donde mostraba la ubicación del templo que protege la copa divina. Supongo que eso no les sentó nada bien, ya que alguien más se enteró de esa secreta ubicación y logró sacarles ventaja.
— Oh, no sabía eso – dijo Jason – ¿Y aún tienes ese mapa?
— Si lo tuviera, no te habría tomado como mi guía en primer lugar – le respondí – es que le había confiado a lord Zero el trayecto, así es que él lo tenía. El problema fue que, cuando lo atrapamos en esa aldea, ninguno de los guardias encontró nada parecido a un mapa. Sospecho que lo habrá quemado, extraviado o entregado a algún otro bandido. Te cuento esto porque se ve que tienes cierta relación con ese clan y pensé que podrías saber al respecto.
— Lamentablemente no puedo ayudarte – dijo Jason, poniéndose extrañamente nervioso – no sabía que existía ese tal mapa.
— ¿Y cómo sabes dónde se encuentra ese templo?
— Bueno, eso es porque…
Jason se enmudeció, como si no estuviera seguro de contármelo. Pero tras ver mi insistencia, decidió hacer un trato.
— ¿Qué te parece esto? Si pierdo en los cuartos de final, te diré todo lo que quieres saber sobre mí y mi relación con el clan “Sombra”. Pero si gano, prométeme que te olvidarás del asunto. ¿De acuerdo?
— De acuerdo.
Cuando llegamos al palacio, los guardias colocaron sus lanzas en forma de cruz, bloqueándonos la entrada. Yo me acerqué, les mostré mi anillo y me presenté:
— Soy el príncipe Ricardo, del reino Estrella. Vine aquí para hablar con la princesa Mara de un asunto muy urgente, si es que está disponible.
Los guardias miraron fijamente mi anillo, como para asegurarse de que no fuera falso. Al final, retiraron sus lanzas y me dejaron pasar.
Jason procedió a seguirme, pero los guardias volvieron a bloquear la entrada con sus lanzas, impidiéndole el paso. Al darme cuenta de esto, les dije:
— Él viene conmigo.
— No se preocupe, alteza – dijo Jason – me quedaré aquí a esperarlo.
— De acuerdo, pero no te muevas de ahí. No me tardo.
Me sentó mal dejar a mi guía de viajes fuera, pero no tenía otra opción más que seguir las reglas de la ciudad. Todo eso para no dar una mala imagen que impidiera cualquier posible alianza a futuro entre ambos reinos.
Cerca de la entrada estaba un mayordomo quien, apenas verme, hizo una ligera reverencia y me dijo:
— Bienvenido, su alteza. Espero que haya disfrutado su estadía en Ciudad Cristal. Acompáñeme, por favor.
Lo seguí hasta llegar al trono, en donde se encontraba la princesa Mara. Su expresión era de pura serenidad y majestuosidad, el cual se acentuaba aun más con los pajes que le abanicaban el rostro con enormes abanicos hechos con plumas de avestruz.
Al estar frente a ella, la saludé con una reverencia y le dije:
— Princesa Mara, me complace que haya accedido a verme, pese a su apretada agenda. También le ruego mil disculpas por entrar a su ciudad de incógnito, pero es que tuve ciertos problemas en mi viaje y estaba ocultando mi identidad de mis enemigos. Espero lo entienda.
— Descuida, lo entiendo – dijo la princesa Mara – debió ser un viaje muy agotador y tengo muchos deseos de saber sobre sus aventuras. ¿Por qué no vamos a tomar un té en el jardín del palacio?