Durante la mañana temprano, Ami regresó al alojamiento para ver a su yegua. Yo la recibí, debido a que quería preguntarle cómo estaban los muchachos y explicarle también el plan de la princesa.
Ella lucía bastante cansada, supongo que sería tedioso encargarse de dos hombres heridos por sí sola. Pero seguro yo me veía peor porque, apenas me vio, exclamó:
— ¡Luces fatal, príncipe!
Intenté estirarme la cara y arreglarme el cabello, mientras le preguntaba:
— ¿Cómo están Morgan y Jason?
— Están estables – respondió Ami – Morgan me juró que se encontraba bien y que eso no era nada con lo que experimentó en su dura vida de leñador solitario. ¿Pero cree que puede engañarme? ¡Era claro que fingía sentirse mejor para no preocuparme! En cuanto a Jason… está delicado, pero no ve la hora de que nos marchemos de aquí para continuar con el viaje.
— Supongo que al final si tendremos que irnos, pero necesito tu ayuda – le dije a Ami – no es necesario que lo aceptes, pero piensa que podrías estar evitando que Morgan se encuentre en peligro.
— Si es algo que involucra a Morgan, estoy dispuesta a cooperar – dijo Ami, mirándome con determinación.
Fue así como procedí a explicarle sobre la reunión que tuve con la princesa Mara. También le revelé sus exigencias y que solo aceptaría ayudarnos a salir de la ciudad si, a cambio, le prestaba la copa divina. Junto a eso, añadí que el plan solo se llevaría a cabo si usábamos su carro como una carnada, ya que Zack y Jully podrían pensar que estaríamos huyendo y lo seguirían. Así, aprovecharíamos para ir en el carro de la princesa rumbo al destino.
Cuando terminé, Ami dijo:
— Me has puesto en una situación difícil. Mi carro y yegua han estado acompañándome en gran parte de mi viaje por el mundo. Han sido las únicas pertenencias que he tenido. Aparte, con Princesa he vivido grandes momentos inolvidables, sería difícil desprenderme de ella. ¿No hay otra manera?
— No – respondí, sintiéndome ligeramente mal por ella – es la única forma de alejar a nuestros enemigos de nosotros. Confío en que los soldados evitarán que la yegua sufra peligros y te lo devolverán, apenas derriben a esos bandidos.
Ami se quedó pensativa. Aunque no le agradaba sacrificar sus únicas posesiones, era lo único que podía hacer si quería proteger a Morgan. Aparte, ella podría quedarse en la ciudad y usar el dinero del premio para comprar un inmueble y empezar su negocio. Le fue bastante bien vendiendo en la plaza y le irá aún mejor siendo una comerciante fija.
Al final, después de una larga reflexión, me dijo:
— Está bien. Acepto. Contacta con la princesa, si vamos a hacerlo que sea ahora.
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Tanto Ami como yo vimos cómo el carro se iba alejando de la ciudad, desde el muro. Ambos íbamos cubiertos con capas y caperuzas para que Zack y Jully no nos reconocieran. De igual modo, tenía la esperanza de que, entre toda esa multitud que se marchaba de la ciudad, estuvieran esos dos persiguiéndolo.
Noté que a Ami le salieron un par de lágrimas, por lo que comenté:
— Descuida, tu yegua estará bien. Si no surgen daños colaterales, los soldados de la princesa regresarán con el animal intacto.
— No es eso – dijo Ami, flotándose los ojos – es que… estoy feliz de poder ayudar a Morgan, después de tantos años sin saber el uno del otro.
Recordé que ellos dos habían conversado a solas, cuando terminó el duelo de Morgan contra el caballero Froilán. El leñador nos explicó del porqué dejó el circo, pero no entendía qué le motivó a Ami abandonarlo también. Así es que le pregunté:
— De casualidad, ¿no fue Morgan quien te motivó a salirte del circo también? Es decir, ¿cuándo fue que cambiaste tu vida de estrella por la de una comerciante?
— Llevó su tiempo, pero no tanto después de que Morgan se marchara – respondió Ami, ya un poco más calmada – Morgan creía que mi carrera se truncó por cuidar de él. Pero, en realidad, fue la lesión sufrida antes de encontrarlo lo que me imposibilitó a continuar con mi pasión de vida. Resultó ser más grave de lo que esperaba y los médicos me aconsejaron que no volviera a intentar ningún salto nunca más, o podría quedarme inválida. Decidí retirarme al año, el personal se renovó y yo perdí todo motivo de seguir con ellos.
— ¿Y fuiste a buscar a Morgan?
— No. Pensé que él querría estar solo por un tiempo y decidí respetar su deseo. De igual forma, necesitaba sustentarme por mi cuenta, por lo que comencé a trabajar en una taberna como mesera. Luego, conseguí un trabajo de mucama dentro de una familia adinerada. Comencé a ahorrar para viajar a las tierras exóticas del este y me decanté por el comercio. Creía que si viajaba de pueblo en pueblo como comerciante ambulante, podría cruzarme con Morgan y recuperar el tiempo perdido. Y no me equivoqué.
Ami mostró una sonrisa de nostalgia, como si de pronto recordara todo lo que vivió durante su periodo de comerciante. De seguro estuvo atenta a cada rostro que frecuentaba su humilde tienda, era cierto que atraía la atención dondequiera que fuera y no solo por su peculiar mercancía, sino también por su apariencia. Si bien no era agraciada como las doncellas del palacio, podría decir que era muy atractiva y se conservaba bien, pese a su edad.
Volví a fijarme en el carro y me percaté de que se había desviado de la ruta principal, tomando un atajo. Pero lo más curioso de eso es que les estaba siguiendo una pareja montada en un solo caballo, manteniendo una distancia prudente para no ser detectados. Aunque no podía detallarlos bien debido a la distancia, era claro que se trataban de Zack y Jully, quienes de seguro estaban en su plan de perseguirnos para sabotear nuestro viaje.
— Bien. Debemos ir con los muchachos – dije – por cierto, Ami, no le cuentes nada sobre esto a Morgan.
— ¿Sobre el carro? – preguntó Ami.