Un poco después de nuestro terrorífico encuentro con Sansón, Ami y yo fuimos al cuarto de Morgan para hablarle de lo sucedido. Por suerte, Ami omitió hablar sobre la reunión que tuve con la princesa, por lo que Morgan de verdad se creyó que lo del carro fue su idea.
— En verdad, Ami, no tenías que haberlo hecho – dijo un preocupado Morgan.
— Descuida, estaré bien – dijo Ami, mientras le abrazaba uno de sus brazos – todo sea para que puedas viajar con tus compañeros en paz. ¿No dejarás que cuide de ti aunque sea desde la distancia?
Morgan sonrió y asumió con la cabeza. Luego, los tres miramos hacia la pared donde sabíamos que estaba la habitación de Jason y comenté:
— Él sugirió para irnos hoy mismo, pero no estoy seguro de si soportará el viaje.
— Podemos ir a un pueblo cercano – dijo Morgan – quizás si nos movemos donde haya gente, estaremos más seguros.
— Por cierto, ¿cómo está su amigo? – preguntó Ami – nos encontramos con el guerrero Sansón hace un momento. Sospechamos que intentó sacarle el premio de consolación, pero como estaba siendo atendido por los médicos, decidió pedírnoslo a nosotros.
— Jason está bien, pero muy adolorido – respondió Morgan – por cierto, ¿no les hizo daño Sansón? Sé que tiene el brazo torcido, pero hombres salvajes como él siempre son un peligro, por más que pierdan todas sus extremidades.
— Por increíble que parezca, ni nos ha tocado – le respondí – Es más, terminó siendo intimidado por Ami con un choque de miradas y se marchó.
Como buen protector que era, Morgan se acercó a Ami para asegurarse de que realmente no estuviera herida. Ella lo tomó de las muñecas y le dijo:
— Estoy bien, Morgan. Y estaré bien, incluso estando sola en esta ciudad. Pero quiero que me prometas que no te olvidarás de mí y darás señales de vida de vez en cuando. No sabes lo mucho que me angustié todos estos años por no saber de ti.
— Lo siento, Ami, por no escribirte antes – dijo Morgan, quien retiró sus manos y los colocó a los costados – te prometo que esta vez será diferente. Cuando encontremos la copa divina, pasaré a visitarte y, luego, te escribiré de seguido. Solo… cuídate. No te sobre esfuerces y busca a alguien que te ayude con tu negocio. Tener un local fijo no es lo mismo que ser una ambulante. ¿Verdad?
— Descuida, Morgan. Cuando tenga buenas ganancias, pensaré en tener a alguien que trabaje conmigo – le dijo Ami.
Mientras conversábamos, escuchamos que alguien tocaba la puerta. Volví a temblar, pensando que podría ser Sansón o, incluso, Froilán, que querría vengarse por la humillación recibida en su combate contra Morgan. Ami se adelantó para abrir la puerta y comprobamos que, detrás de ella, estaba la princesa Mara.
— Buenos días, chicos – saludó la princesa – ya tengo listo el carro que les prometí. Por supuesto, todavía creo que deberían permanecer en la ciudad hasta recuperarse por completo de sus lesiones.
— La verdad ya estoy listo para partir de aquí enseguida – dijo Morgan, mientras se sacaba los vendajes de sus brazos – yo estoy bien, no tengo los huesos rotos y pronto se cerrará la herida de mi cabeza.
— Deja que hable con mi guía – le dije a la princesa, mientras me disponía a ir al cuarto de Jason – si aún insiste en marcharnos, nos retiraremos hoy mismo.
— Está bien. Aguardaré aquí – dijo la princesa, mostrándome su amable sonrisa fingida.
Aunque no deseaba mirar a Jason a los ojos, debía dejar mis sentimientos a un lado para zanjar el asunto.
Apenas entré, lo encontré acostado en la cama, con nuevos vendajes por el torso, cabeza y brazos y los ojos entrecerrados, como si lo hubieran dopado.
Al verme, me dijo con una voz débil:
— ¿Qué ha decidido, alteza? Se marchó sin decirme nada, pero supongo que ya tomó una decisión. Si van a dejarme, háganlo ahora o si no… ellos… van a…
Sus ojos comenzaron a cerrarse, por lo que atiné a pellizcarle en la mejilla para despertarlo. Tal parece que funcionó porque de inmediato espabiló y murmuró:
— Lo… siento… creo que abusaron con la morfina, el dolor era insoportable.
— Jason, tengo buenas noticias – le dije – hemos conseguido que Zack y Jully salieran de la ciudad. La princesa reforzará la seguridad de los muros para que ningún desconocido ose el entrar sin permiso. Tanto si salimos hoy como mañana o dentro de un mes, ellos no nos alcanzarán. Te lo puedo asegurar.
— Ellos siempre encuentran la manera – murmuró Jason, mientras agitaba la cabeza – siempre lo hacen. Por eso son considerados unos dignos miembros del clan, pueden mimetizarse con la sombra con tal perfección que ni el más perceptivo de los guerreros los detectarían.
Por alguna razón, me dolió verlo tan vulnerable. Y olvidándome momentáneamente de mi gran desconfianza para con él, le dije:
— Te protegeremos, Jason. Mientras sigas guiándonos hasta el templo Terra, me aseguraré de que no te pase nada. Por eso, si prefieres quedarte, nos quedaremos hasta que te recuperes por completo. No puedo hacer esto sin ti, Jason. Eres la única persona en quien puedo confiar que me llevará al destino seguro.
Jason sonrió y cerró los ojos, mientras permanecía en silencio. Luego, haciendo un último esfuerzo para mantenerse despierto, respondió:
— En ese caso, partamos para la tarde. Con suerte, llegaremos a la villa Dorada por la noche, queda cerca de Ciudad Cristal. Lo mejor, no nos confiscarán las armas, te lo puedo asegurar.
— Está bien, Jason. Iremos a ese lugar durante el transcurso de la tarde.
Decidí dejarlo descansar y salí de su habitación. La princesa seguía esperando en el pasillo, tal como me lo prometió. Me acerqué a ella y le dije:
— Nos marcharemos esta tarde. Me gustaría ver el carro y, también, las armas que nos confiscaron los guardias cuando ingresamos a la ciudad.
— Descuida, príncipe Ricardo – me dijo la princesa, volviendo a sonreírme – me aseguraré de que todas sus armas estén dentro del carro y, así, puedan partir con mayor tranquilidad.