Habría sido cerca del atardecer cuando llegamos a la villa Dorada. A diferencia de la opulencia de Ciudad Cristal, ese sitio era bastante modesto y tranquilo. Las casas estaban hechas de madera y había algún que otro puestito ambulante, donde la gente compraba comida.
El único alojamiento disponible estaba repleto, tan solo quedaba disponible una habitación con una cama. Como príncipe, la norma era que yo me quedara a dormir ahí, mientras que, el resto, permanecería en el carro. Pero debí dejar de lado mi vanidad y permitirle a Jason estar en un sitio más cómodo, al menos por esa noche.
Nuestro guía despertó y, aunque aún estaba con los efectos de la morfina, pudo percatarse de que ya no nos encontrábamos más en Ciudad Cristal.
— ¿Dónde estamos? – preguntó, mientras Morgan lo ayudaba a salir del carro.
— Estamos en villa Dorada – le respondió Morgan – vaya que dormiste bastante, tuvimos que arrastrarte hasta el carro porque ni una bomba conseguía despertarte.
— No exageres – le dije a Morgan – tranquilo, Jason, nadie te arrastró. Los enfermeros te colocaron en una camilla y te llevaron con cuidado hasta el carro.
Jason intentó reír, pero en lugar de eso mostró una mueca de dolor por la fractura de sus costillas. Mientras era guiado hasta su habitación, comentó:
— Podemos comprar provisiones aquí y partir hacia el lado oeste, en donde está el bosque de las luciérnagas. Ahí hay un lindo lago y frutas deliciosas. Además, es el trayecto más rápido que conozco para llegar al templo “Terra”.
— ¿Hay otros caminos alternativos, aparte de ese? – le pregunté, dado que no me apetecía acampar de vuelta en un bosque.
Jason se detuvo a pensar como si hiciera memoria y, luego, respondió:
— Hay otras dos ciudades, pero sus impuestos de entrada son incluso más altos y rigurosos que los de Ciudad Cristal. Si bien podríamos comprar mejores armas y cuerdas, prefiero evitarme las molestias.
— Bueno, iremos por el bosque – decidió Morgan, sin siquiera consultarme – ya me harté de las ciudades grandes. ¡Son asfixiantes! Por algo preferí construirme una cabaña en pleno bosque, para no lidiar con la gente. Y, por supuesto, estoy 100% de que el príncipe ya no quiere retrasarse más, sino ir rumbo a ese templo. ¿No es así, majestá?
Morgan me miró fijamente, mientras intentaba mostrar una extraña sonrisa amistosa que desentonaba por completo con su intimidante apariencia. Al final, dije resignado:
— Está bien, vayamos al bosque. Pero, antes, aprovechemos nuestra estadía en este lugar para arrebatarnos de provisiones y ropas. ¡No puedo seguir con estos harapos!
Me señalé la saya marrón oscuro que llevaba puesta. Si bien comencé a vestirme como plebeyo por sugerencia de Morgan, extrañaba tanto mis trajes de seda fina y capas de terciopelo. Tampoco quería llevar algo verdaderamente ostentoso, me conformaba con usar una capilla para cubrir mi cuerpo y sentirme en mi rango.
Para mi sorpresa, Morgan estuvo de acuerdo con mi propuesta y dijo:
— Sí, tienes razón. Debemos comprar ropa nueva. Las que tenemos se han desgastado por el viaje y pronto vendrá el cambio de estación. Bien, llevaré a nuestro amigo en la habitación y luego te busco.
Fui al carro, donde le dije al chofer dónde deberíamos dirigirnos el día de mañana. Este solo atinó a asumir con la cabeza y procedió a alimentar a sus caballos, en silencio.
Poco después, apareció Morgan y me dijo:
— La verdad me sorprendió, majestad. Creí que pedirías quedarte en esa única habitación, pero preferiste renunciar a tus privilegios por el bien de Jason.
— Bueno, tengo un motivo detrás – le dije, encogiéndome de hombros – nuestro guía necesita recuperarse lo más rápido posible si quiere seguir viajando. De hecho, mi padre me enseñó que, si quiero ser rey algún día, debo renunciar a ciertas comodidades para dar el ejemplo a mi pueblo.
— ¿Entonces piensas ser rey algún día? ¿Es eso lo que harás cuando termines con tu viaje?
La verdad nunca me había puesto a pensar seriamente en mi futuro. Como soy el hijo único del rey Sol y la reina Luna, era claro que sería el único heredero al trono. Mi destino ya estaba trazado desde que nací y no me veía haciendo otra cosa. Fue así que recordé a la princesa Mara y mis vanos intentos de negociación para que las cosas se inclinaran a mi favor. Todavía tenía mucho que aprender y no podía dejar que los demás me manipularan a su antojo, aprovechándose de mi inexperiencia en el ámbito diplomático.
Respiré hondo y le respondí:
— Por el momento, solo quiero curar a mi madre. Pero, quién sabe, quizás esta vez si me proponga a ser rey y le pida a mi padre que me deje gestionar alguna ciudad importante de mi reino, tal como lo hace la princesa Mara. Si puedo con una ciudad, podré con todo el reino y la corte verá con buenos ojos que sea un digno sucesor del trono, cuando llegue mi turno.
— Entiendo – dijo Morgan, mientras procedió a mover los asientos del carro para armar las camas – me alegra ver que quieras ser responsable de algo. Has madurado durante todo este tiempo, alteza. Cuando te vi, creí que eras solo un niño mimado más, pero ahora pienso que serás un gran rey en el futuro.
Las palabras de Morgan me hicieron feliz. Sabía que nunca sería igual de fuerte que él, o igual de ágil que Jason. Pero, al menos, logré respaldarme en mi título para recibir apoyo de la princesa del reino vecino y, así, hacer que nuestro largo viaje fuera mucho más llevadero.
Tras un largo silencio, Morgan me preguntó:
— ¿Todavía quieres que siga vigilando a Jason?
— Sí, sigue vigilándolo – le respondí – aún está lejos de ganarse mi confianza al 100% y más sabiendo que los del clan “Sombra” lo quieren de vuelta. Ignoro los motivos por los cuales lo expulsaron, pero si están dispuestos a perdonarle por lo que sea que hizo, debemos ser precavidos. Pero tratemos de no ser demasiado evidentes, o se pondrá a la defensiva. Confío en que si priorizamos su salud, querrá naturalmente permanecer con nosotros y cumplir con su palabra de guiarnos al templo “Terra” usando la vía más rápida. O eso espero.