Cuando llegamos al pueblo, me encontraba ardiendo de fiebre. Quizás sea por no tomar suficiente reposo, pero sentía que fue una suerte que Morgan y Ricardo decidieran detenerse por mi bien. No sé si resistiría el viaje.
Afortunadamente, había un médico disponible, quien accedió a atenderme en el alojamiento donde nos hospedamos. Por suerte no era nada grave y había posibilidad de que me recuperara con un buen descanso.
— Lo ideal sería que se moviera lo menos posible – les explicó el médico a mis compañeros – denle mucha agua y muelan su comida. Con suerte, sus costillas se curarán en 15 semanas. Sean pacientes.
— No creo poder esperar mucho – lamentó Ricardo - ¿No hay forma de que se cure más rápido?
— Si sigue el tratamiento al pie de la letra, podría reducirse a 6 semanas. A veces me encuentro con pacientes con una alta capacidad de recuperación, todo depende de uno. Lamentablemente es todo lo que puedo hacer por ustedes. Soy un médico, no un dios.
Una vez que el médico se retiró, Ricardo salió de nuestra habitación para escribirle una carta a sus padres. Morgan se quedó conmigo para limpiar las armas, o eso fue lo que dijo ya que, aunque no lo admitía, estaba bastante preocupado por mí.
Mientras lo miraba haciendo lo suyo, me levanté con esfuerzo y le dije:
— Lo mejor será que me dejen aquí, no sabemos si la reina Luna resistirá demasiado. Si quieren, puedo dibujarles el mapa y adelantarse. Si Zack y Jully llegan a este pueblo, me entregaré a ellos y los dejarán en paz.
— Aun si te entregas, los del clan “Sombra” seguirán persiguiéndonos por la eternidad. Después de todo, a quien persiguen es al príncipe, no a ti. ¿Verdad? – dijo Morgan, con calma – Además, eres el único que sabe cómo enfrentarlos ya que, en el pasado, eras parte de sus miembros. ¿O me equivoco?
— No te equivocas – le dije – pero debido a que me desterraron desde muy joven, hay muchas cosas que no logré dominarlas a su debido tiempo. Puede que Zack y Jully me lleven ventaja en eso, pero me esforzaré.
Morgan dejó de limpiar las armas y se quedó pensativo. Luego, miró por la ventana, como si estuviera vigilando a que el príncipe Ricardo no llegara a mitad de nuestra conversación. Al final, me consultó:
— No es que quiera saber de tu vida y tampoco estás obligado en contármelo. Pero, dime, ¿qué has hecho para que te desterraran del clan?
Me quedé sorprendido, ya que esperaba que me preguntaran más cosas relacionadas con el clan “Sombra” y no precisamente algo relacionado con mi experiencia. Sin embargo, pese a que no quería recordarlo, debía hacerlo para poder liberarme al fin de este suplicio.
— No es ningún secreto que el clan “Sombra” haya saqueado villas y aldeas vulnerables, tal es así que en muchas regiones ofrecen recompensas por capturar a un integrante del clan y entregárselo a las autoridades – le expliqué – me han criado para ser tan sigiloso como una sombra. Y aunque me sometieron a toda clase de entrenamientos llevando al límite mi cuerpo, jamás consiguieron lavarme el cerebro. En resumen, mi mayor pecado fue tener pensamiento propio e ir contra los deseos del patriarca.
— ¿El patriarca?
— Es el líder indiscutible y absoluto del clan. Es quien dicta las reglas y nos garantiza protección a cambio de obediencia absoluta. En fin, que su orden fue invadir una pequeña villa y lo que hice no le agradó, lo que me llevó a mi exilio.
Respiré hondo. La verdad me costaba sacar a la luz este recuerdo que yo mismo enterré para olvidar mi pasado turbio.
— Solo tenía quince años – le aclaré – tenía la altura suficiente para ser considerado un adulto y participar en los saqueos, pero no la madurez para lidiar con las consecuencias. Como un muchacho inocente, creí que no había nada mejor que el clan “Sombra” pese a su dudosa moral. Y entonces vi que en los ataques no perdonaban a nadie: todos, hombres, mujeres, niños y ancianos, perecían por igual.
Noté que Morgan dio un fuerte respiro, como si le repugnara las acciones del clan “Sombra” contra esos pueblos. Pese a todo, entendió hacia dónde iba y atinó a preguntar:
— ¿Y te negaste a matarlos?
— Sí – le respondí – cuando entré en una choza, me encontré a una madre con su hijo, suplicándome piedad. No pude moverme, mis manos temblaban. Y fue ahí que Zack y Jully la degollaron frente a mis ojos, mientras me llamaban inútil. No pude… hacer nada…
Me tapé la cara con ambas manos, ya que sentía que mis ojos se humedecían por el recuerdo. Morgan seguía sin decirme nada, lo cual agradecí porque no estaba dispuesto a tolerar ningún sermón o palabras de consuelo. Lo que sucedió fue algo que me marcó de por vida y sé que nunca podré sacarlo de mis pesadillas.
— Es cierto que después de mi destierro, hice varios encargos – continué, luego de lograr calmarme – pero nunca acepté trabajos en donde involucraban a personas inocentes. De igual forma, sigo siendo una mala persona que solo vela por sus propios intereses. Y será así incluso cuando terminemos nuestro viaje y tomemos diferentes caminos.
— No tienes que hacer lo mismo que siempre – me dijo Morgan, mientras apoyaba una mano sobre mi hombro – tú lo has dicho hace poco: son nuestras acciones, y no nuestros orígenes, lo que nos definen de verdad. Nadie puede cambiar el pasado, pero sí es posible modificar el presente. Y lo mejor que puedes hacer si quieres dejar de sentirte mal es abandonar el mundo del crimen.
— Pero no sé hacer otra cosa – lamenté - ¿A qué me puedo dedicar si ni siquiera sé cómo trabajar?
— Eres bueno guiando. ¿Y si te dedicas a ser un guía turístico? También sabes pelear, te vendría bien juntarte con algún señor noble y convertirte en el guardaespaldas de su hija o esposa. El mundo está lleno de posibilidades.
Me quedé pensando en las palabras de Morgan. Si bien no era bueno consolando a la gente, por lo menos sabía dar buenas ideas desde su practicidad. De igual forma, lo único que podía hacer en esos momentos era recuperarme y matar el tiempo dándoles todos los detalles que conocía sobre el clan “Sombra” para lograr enfrentarlos con mayores ventajas.