Cuando bajamos de la montaña, nos encontramos con el chofer, esperándonos. Apenas nos vio, dijo:
— ¡Han regresado más rápido de lo que creía! ¿Encontraron lo que buscaban?
El príncipe Ricardo nos miró, mientras Morgan y yo solo atinamos a menear con la cabeza. Con eso, respondió:
— Lamentablemente, no encontré lo que buscaba. Fue un viaje en vano. Lo único cierto es que, pronto, el volcán erupcionará y todo este lugar quedará reducido a cenizas.
— ¡Oh, por Dios! ¡Debemos partir de inmediato!
Todos nos subimos al carro y el chofer sacudió las riendas para que los caballos corrieran lo más rápido que pudieran. Nos percatamos de que el sol apenas estaba saliendo del este, por lo que supusimos que estuvimos arriba por muchas horas hasta bien entrada a la noche.
Me pregunté si el chofer se topó con Zack y Jully, pero tal parece que ellos tomaron algún camino alternativo para alcanzarnos. En el fondo me alivié, porque estaba seguro de que ellos lo habrían matado y, de paso, decapitarían a los caballos para dejarnos a la deriva en caso de que fallaran en su misión.
Tres días después, llegamos al pueblo fantasma. A lo lejos pudimos vislumbrar una fina hilera de humo, por lo que de verdad acertamos al salir de ahí tras una amenaza de pronta erupción.
Mientras descansábamos, me dirigí a la salida del pueblo mirando al desierto. Aún recordaba a la sacerdotisa María, quien de seguro estaría asfixiándose por el humo y las cenizas. Con suerte, moriría antes de ser carbonizada por la lava, por lo que mantenía la esperanza de que no sufriera demasiado por tal trágico desenlace.
Me sentí miserable por haberla dejado a su suerte. Aun si ella deseaba morir, no estaba de acuerdo. Podíamos haberla llevado a la fuerza a un lugar seguro, pero nadie movió ni un dedo por ella. Mientras me inundaba dentro de mis pensamientos intrusivos, Morgan se acercó y me dijo:
— Era su deseo, hicimos bien en respetarlo. A veces hay cosas que se nos escapan de nuestro control y solo queda resignarse.
— Lo sé – dije, mientras presionaba mis puños – pero aun así, duele. Ella nos confió su secreto para salvarnos la vida y, a cambio, la abandonamos en esa lluvia de cenizas.
— Entiendo cómo te sientes, pero ya no hay marcha atrás. Lo mejor es cumplir con su última voluntad y honrar su memoria. Estoy seguro de que, así, nos sonreirá desde el cielo.
Asumí con la cabeza y di un ligero suspiro. De nada servía lamentarse, aun si sugería regresar por ella, ya sería demasiado tarde.
El príncipe Ricardo nos llamó, por lo que nos acercamos a él para escuchar lo que tenía que decirnos. Una vez frente a él, nos dijo:
— El chofer nos llevará de vuelta a Ciudad Cristal. A partir de ahí, tomaremos nuestros propios rumbos. Yo regresaré a mi reino, no sé qué harán ustedes. Pero si gustan, puedo llevarlos al palacio.
— Yo quiero regresar a mi casa – le dijo Morgan – tengo que reconstruir mi cabaña del claro del bosque y proteger el pueblo. Espero que cumpla su promesa y ayude a esas personas que le dieron acogida.
— Descuida, Morgan. No lo olvidé – dijo Ricardo – me aseguraré de que el pueblo luzca realmente irreconocible. ¡Incluso será mucho mejor que Ciudad Cristal! ¿Qué tal?
Cuando terminó de hablar con Morgan, me preguntó:
— ¿Qué hay de ti, Jason? ¿Seguirás viajando o te establecerás en algún lugar?
— ¿No me tomarás como tu prisionero? – Le pregunté.
— Cambié de opinión – me respondió, mostrando una ligera sonrisa – sé que has hecho cosas malas en el pasado, pero durante todo este viaje demostraste ser muy eficiente y hasta diste tu vida por nosotros. Por eso, te dejaré ir y, si vuelves a delinquir, haré la vista gorda.
Me reí por su último comentario. Luego, di un largo suspiro y le conté lo que haría después de nuestra aventura:
— Planeo establecerme en Ciudad Cristal. Descuida, jefe, no será para molestar a Ami – aclaré, cuando sentí la mirada filosa del leñador en mi nuca – Quizás alguien necesite a una persona ágil que haga recados o, quién sabe, me convierta en un participante activo de ese combate para ganar dinero rápido. Pero estoy dispuesto a mejorar, dejaré el mundo del crimen a un lado y buscaré un trabajo honrado, que permita reinstalarme en la sociedad.
— Me alegra saber que ya tienen definido sus caminos – dijo Ricardo, con una media sonrisa – aunque seguiremos juntos hasta llegar a Ciudad Cristal, quiero que sepan de antemano que estoy muy agradecido con ustedes por haberme acompañado en este difícil viaje. Nunca los olvidaré.
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Cuando llegamos a Ciudad Cristal, Ami nos recibió con los brazos abiertos. En verdad estaba bastante preocupada, ya que pensaba que nunca más nos volveríamos a ver.
— ¡Oh, gracias a Dios que están bien! – comentó, sin dejar de abrazarnos.
Cuando me miró, se quedó asombrada y comentó:
— Saliste de aquí destrozado y, ahora, estás como nuevo. ¡Creí que nunca más podrías levantarte!
— Bueno, todo fue gracias al jefe – le dije, sintiéndome tímido de pronto.
Ami se acercó a Morgan y le dio un beso en la mejilla, mientras le decía:
— De verdad eres un héroe, Morgan. Aunque no sea tu madre, te quiero como a un hijo y estoy orgullosa de ti.
— No fue nada – dijo Morgan, quien repentinamente actuó como un niño pequeño – solo hice lo que debía hacer por el prójimo. Es todo.
Ami nos llevó a su recién inaugurado local, el cual compró con el dinero donado de Morgan. Debido a que era muy pequeño, todas sus mercancías estaban amontonadas, tanto que no había espacio para transitar dentro. De igual forma, era bastante surtido, ya que había ropa, accesorios, vajillas, armas de utilería, juguetes y una sección de dulces. Ella, al ver nuestro asombro, nos explicó:
— Estuve recorriendo de aquí allá por las ferias, muchos mercaderes venden a precios bajísimos y eso me permite recuperar lo invertido. También estoy aprendiendo a hacer dulces, a los niños les encanta y eso me permite atraer más clientela.