Poco después, Ricardo regresó al local de Ami y nos preguntó el porqué nos retiramos del lugar. Luego de que Morgan le explicara lo sucedido en el banquete, exclamó:
— ¡Pero ese caballero sí que se pasó esta vez! Espero que la princesa lo haya castigado.
— Por cierto, alteza – dijo Morgan – desapareciste de la fiesta por mucho tiempo. ¿Sucedió algo?
El príncipe dio un ligero suspiro y, con una expresión de culpa, respondió:
— Verán, cuando nos preparábamos para partir, tuve una última reunión con ella. Quería advertirle sobre Zack y Jully y ella nos dijo que haría algo al respecto, a cambio de que regresara a la ciudad cuando obtuviera la copa divina para hacer una demostración en vivo.
— ¿Y aceptaste el trato? – le pregunté.
— Sí. Y me arrepiento por eso – respondió Ricardo, mientras presionaba sus puños – creí que si le decía al chofer lo del volcán, él le pasaría el recado y ella se olvidaría del asunto. Pero veo que no lo hizo y pasó lo que pasó.
— Supongo que lo del banquete fue una excusa para que no nos peleáramos contra los soldados que confiscaron las copas de Ami – comentó Morgan, mientras su expresión se endurecía – en verdad fui un estúpido al bajar la guardia, no debí dejarme llevar.
— No seas duro contigo mismo – le dije – después de todo, no había manera de prever sus intenciones.
Los tres giramos la cabeza hacia Ami, quien en esos momentos estaba atendiendo a una pareja interesada en un juego de vajillas para la cocina. Nos la imaginamos en un rincón, viendo cómo los soldados saqueaban sus pertenencias y sintiéndose impotente. Fue así que miré a Morgan y, con un tono serio, le dije:
— No te preocupes, jefe. Protegeré a Ami y me aseguraré de que nunca más nadie la moleste. Solo no se lo digas, porque será un servicio que haré en secreto.
— Está bien, Jason – dijo Morgan – sé que Ami puede cuidarse sola, pero me sentiré más tranquilo si alguien de mi confianza la protege desde las sombras.
Me alegré al saber que Morgan me consideraba digno de confianza. Eso significaba que di el paso correcto para limpiar mi imagen y enterrar al ladrón escurridizo que fui en el pasado en lo más hondo del olvido.
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Pasó el tiempo y me acostumbré por completo a Ciudad Cristal. La princesa Mara no volvió a molestar más a Ami y ella pudo seguir con su negocio con tranquilidad.
Por mi parte, seguí trabajando para ella, encargándome de los recados y, cada tanto, limpiando el establecimiento. Si veía a algún ratero, lo derribaba enseguida y, así, me aseguraba de cumplir con la promesa que le hice a Morgan antes de separarnos.
Una mañana, vi que se acercaba un cartero al local. Cuando me vio, preguntó:
— ¿El señor Jason está aquí?
— Sí, soy yo – le dije - ¿Tiene algo para mí?
— Sí, tengo dos cartas para el señor – respondió el cartero, extrayendo un par de sobres de su enorme bolsa – estaré recorriendo los alrededores, así es que puede buscarme si quiere dar una respuesta rápida.
— Muchas gracias – le dije, mientras le daba una propina.
Cuando el cartero se retiró, entré a mi habitación y me fijé que eran mensajes de Morgan y Ricardo, respectivamente. Siempre me había preguntado qué sucedió con ellos luego de que tomáramos nuestros propios caminos y me alegré de que quisieran tenerme al tanto de sus nuevas aventuras.
Abrí primero el sobre firmado a nombre del príncipe Ricardo, el cual destacaba por su sello de cera grabado con el escudo del reino Estrella. El mensaje era algo extenso, así es que me dispuse a leerlo con cuidado.
“Estimado Jason, espero que puedas leer estas palabras porque quiero decirte lo mucho que te agradezco por guiarnos hasta el final. Confieso que al principio no confiaba en usted y mi desconfianza aumentó cuando me revelaste tus oscuros orígenes. Pero me alegra saber que me equivoqué contigo y deseo que, algún día, puedas perdonarme por mi mala actitud. En fin, pensé que le interesaría saber que mi madre se encuentra saludable. Cuando llegué, todos creían que estaba en sus últimos días y, por eso, solicité pasar con ella a solas para darle un último adiós. Mientras le di de beber agua, ella me dijo cosas que solo una madre amorosa a punto de morir les diría a sus hijos. Fue entonces que le recé a Dios para que se obrara el milagro y, con alegría, percibí que comenzó a sentirse mejor”
Supuse que Ricardo trató de no mencionar directamente el agua milagrosa por temor a que algún subordinado de la princesa Mara interceptara la carta. Sin embargo, pude visualizar esa escena, en donde él estaba vertiendo el vital líquido en una copa fina y se lo entregaba a su madre. Ella lo bebería sin sospechar nada, está a manos de su querido hijo a quien no había visto por meses. Por alguna razón me pareció conmovedor y me hizo feliz de que, al fin, la buena mujer se hubiera salvado. Seguí leyendo la carta.
“Los médicos aún no se explican cómo sucedió tal milagro, ya que todos los pronósticos indicaban que ya le quedaban muy pocos días de vida. Todos atribuyen que fue obra de Dios y, hace poco, el reino entero organizó una grandiosa ceremonia para festejar la pronta recuperación de mi madre. En fin, mi familia se restauró y estamos trabajando juntos para que el reino Estrella sea próspero y glorioso, un digno ejemplo que los pueblos vecinos querrían imitar. Si algún día deseas pasar por ahí, te enviaré una invitación al palacio para que podamos conversar. Bueno, no se me ocurre qué más decir, espero que estés bien. Saluda a Ami de mi parte. Atentamente, el príncipe Ricardo”
Cuando terminé de leer la carta, procedí a abrir el sobre perteneciente a Morgan. Su mensaje era más breve, lo cual era propio de él, ya que siempre había sido de pocas palabras. Aparte, también le escribió a Ami, por lo que me planteé el entregársela cuando estuviera en su hora de descanso.