La corona de la Emperatriz

Capítulo I: Suplicio

Eider

El tiempo transcurría lentamente y con normalidad si es que se puede llamar así.  El palacio estaba en completo silencio incluso en los días más ocupados no se podía escuchar ningún ruido, era agradable para mí porque si había ruido era solo por una persona.

El emperador.

El emperador de Tempert, un ser codicioso y muy astuto que conseguía todo lo que se proponía. El deseaba una corona y no paro hasta obtenerla, algo que sin saberlo lo haría vivir terribles penurias. Al menos eso hizo creer a la prensa y a todos los habitantes de Tempert por un tiempo.

Cuando termino la primera semana después de la boda Clyde se dio cuenta de una cosa. No era la misma tonta a la que engañó para conseguir la corona. Esta tonta ya no sentía nada por él, ni por nada.  Ahora lo escaso que podía llegar a sentir era dolor físico y de una forma ínfima sentimientos, todo lo demás me parecía descolorido y aburrido.

Pero no todos los días eran apacibles y muy pronto hubo de nuevo ruido. Un ruido permanente que tardo un largo tiempo en desaparecer.

El maldito día inicio como uno normal, las nuevas damas de honor se encargaron de vestirme siguiendo las instrucciones de Anna quien era la dama principal, pero debido a su boda con Leo su trabajo fue relegado a la dama que le seguía en rango. Mis atuendos eran preparados con mucha cautela y siempre tratando de transmitir una sola cosa: poder.

El color negro de mis vestuarios se combinó con el radiante color del oro combinado con las coronas y los brillantes accesorios. Se creaba una imagen completamente diferente a lo que realmente quería.

Me convertí en la emperatriz más rica y poderosa que había pisado este mundo y tal vez la única con el poder para conquistar los demás reinos.

La realidad es completamente diferente. Incluso teniendo este poder sabía que nunca podría ser feliz, ese fue el precio que tuve que pagar por estar aquí.

El trabajo por lo menos era una distracción útil para mantener ocupada a mi mente, Zac seguía trabajando a mi lado como de costumbre, pero ya no tenía las mismas funciones que antes, al ser el primer asistente imperial tenía más obligaciones que lo limitaban a estar en un escritorio. No todo era malo, ese puesto lo elevo en estatus. El poder que ahora poseía era total, los nobles debían inclinarse ante él. Del hijo de un barón a la mano derecha de la emperatriz. Si, su vida era la envidia de muchos.

Clyde ni siquiera dudo en ir a gritarme cuando se enteró de esto, solo me demostró una vez más que solo le importaba el poder que su matrimonio le había otorgado. No me interesaba fingir ese día que no lo odiaba, simplemente lo acalle de la única manera que se. Con dolor. No me dirigió la palabra por mucho tiempo fue muy bueno que lo hiciera, si no ya estaríamos organizando un nuevo funeral.

 Pero la tranquilidad se acabó en cuanto la puerta de mi oficina se azoto varias veces. Los gritos del emperador se escuchaban perfectamente y no estaba contento, eso era seguro, tal vez no le gusto que hubiera puesto más seguridad en el área de su residencia. Más seguridad implicaba que sus encuentros con Nerea se verían disminuidos, para Clyde esto era una amenaza contra su libertad.

Él podía arrebatar la libertad, pero nunca dejaría que se la quitaran a él. Lamentablemente su destino se cruzó con el mío, su único final es la miseria e incluso así no lo dejaría ir.

Entro abriéndose paso entre gritos y jirones, los guardias que se encontraban patrullando los pasillos solo miraban la escena con lastima, no sería la primera vez que vieran al emperador ser arrastrado por los pasillos por aparecerse abruptamente en mi oficina. Era muy lamentable que alguien como Clyde que había logrado muchos méritos cuando fue soldado y que había ganado un título de nobleza sin recurrir a su apellido, estuviera en esta situación denigrante.

Cuando llegó hasta mí pude apreciar su rostro consumido por la ira, estaba vestido de forma similar al atuendo que llevaba puesto ese día, el color negro le entregaba más poder de lo que muchos imaginaban, significaba su pertenecía a la familia Nitel, las pesadillas reinantes de Tempert.

Verlo vestido de esa forma era humillante para mí. Elio se movió rápidamente para posicionarse frente a Clyde evitando que los ojos de mi fastidiable esposo se encontraran con los míos. No tardó en llegar el propio asistente del Emperador, Zyan por voluntad propia había tomado el puesto de asistente temporal de Clyde en lo que conseguía uno permanente. Con esa decisión vino una terrible consecuencia para mi muy eficiente asistente.

Celos.

No era ninguna sorpresa que el Emperador odiaba a muerte a Zyan, tal vez porque era la persona que más había favorecido mientras era princesa y él era un escolta a mi cuidado. Clyde no era tonto, si él era depuesto del trono era muy probable que Zyan ocuparía su lugar y eso solo provocaba la impotencia del emperador

—apártate de mi camino—Grito.

Elio se mantuvo firme, sujetaba con una mano el cuerpo del emperador que ha comparación suya era más frágil, Clyde no podía hacer uso de sus poderes, su oponente había paralizado todo su cuerpo.

Los ojos de Zyan se tornaron molestos cuando vio a Clyde siendo sujetado por Elio mientras los demás escoltas se preparaban para tener que sacarlo si era necesario, apretó con rabia su puño. Me compadecía de él, tener que servir a alguien que ya perdió su orgullo no era nada agradable y para alguien con la personalidad de Zyan tener que hacerlo era denigrante, pero todo formaba parte de un plan más grade que el mismo había elaborado.




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