La corona de la Emperatriz

Capítulo VIII: Culpas

 

Elio

La emperatriz no tardo en quedarse dormida, había sido un día bastante agotador para ella. Soportar y tener que fingir ser una persona que ya no existe es algo complejo que solo unas pocas personas pueden hacer.

Mi ama era un caso complicado, todo lo que era ella representaba un enigma desde sus pensamientos a sus sentimientos. Existen ocasiones en las que se pueden ver claras sus intenciones para luego ni siquiera saber lo que piensa. Es como tratar de armar un rompecabezas con los ojos vendados y siguiendo únicamente el instinto.

A la sombra de la luna y como único acompañante de su sueño me permití explorar más de cerca a aquel ser que tanta intriga me causaba.

Sus pestañas largas y rizadas resaltaban sus ojos afilados, la nariz era fina y pequeña mientras que sus labios tenían un adorable color rosado pálido que estuve tentado a probar. No era un animal para seguir mis impulsos así que me limite a seguir observando.

Su respiración era rítmica mientras que su corazón latía de forma tenue, la sabana que la cubría marcaba toda su suave silueta. Todo en ella era embriagante, su olor, su cuerpo y su mente eran suficiente para enloquecer a cualquiera que la conociera. Su cabello negro como el ébano se extendía por toda la almohada, era tan largo que cuando lo soltaba le llegaba a su cadera. Al verlo desperdigado no pude contener el impulso de sostenerlo entre mis manos, era liso y con ligeras ondulaciones en las puntas con un delicado aroma a rosas.

Entonces escuche un suave sollozo, asustado por el movimiento me aleje del cuerpo de la emperatriz y al hacerlo me di cuenta de algo. El rostro de mi ama brillaba, dos luces se resbalaban por su mejilla dejando un rastro de humedad y dolor por su cuerpo. Estaba claramente dormida y no parecía haberse despertado con anterioridad, entonces que estuviera llorando solo podía significar que su sueño le provocaba dolor.

Inconscientemente o no me apresure a sujetarla con cuidado, era tan ligera que no me costó levantarla sin importarme que pudiera despertarla, pero eso no fue así. La acune entre mis brazos dejando que mi poder hiciera efecto en su cuerpo, la desesperación en mí se hizo más grande cuando las lágrimas fueron en aumento. Su cuerpo temblaba de dolor y no podía hacer nada para calmarla.

Pensé en llevarla con un médico, pero recordé que no serviría de nada, su auto regeneración hacia inútil cualquier intervención médica. Pero no servía de nada esa habilidad ya que era su mente la que estaba herida y no su cuerpo. Así que tome la decisión de acompañarla en su dolor y no me aparte de ella hasta que la pesadilla paro.

Y luego como un terrible recordatorio de mi pecado pasado ella pronuncio las palabras del culpable de su sufrimiento.

La culpa invadió mi corazón y un terrible dolor se hizo dueño de mi cuerpo, todo lo que ocurrió fue en parte mi culpa. Si hubiera hablado con la emperatriz sobre el amorío de su actual esposo estoy seguro que ella no sería tan infeliz como lo es ahora. Lo sé porque al menos tendría sentimientos que procesar y un nuevo camino que tomar. Ahora ella permanece en un estado de letargo donde sus únicas motivaciones carecen de sentimientos, a veces pienso que lo que la mantiene viva es la sed de venganza con la que regreso después del accidente en su boda.

Es muy claro para mí que si ella conservara una ínfima parte de lo que fue antes de ese día podría verla sonreír de verdad y no sentiría tanto dolor al verla intentar unir piezas de ella misma que ahora son pedazos de polvo que se esfuman en el aire.

Mi deber era mantenerla segura y estable, pero fallé una y otra vez. Su corazón se había detenido dos veces, aún recuerdo haber sostenido su cuerpo inerte el día en su tía la enveneno y recuerdo el atroz pensamiento que devoraba mi carne por destrozar a la persona que había sesgado su vida. Al sentirme así entendí que había encontrado una debilidad, fue peor la segunda vez que la vi desaparecer delante de mí.

No debería estar a su lado porque permití que una alimaña se ajustara a su cuello, pero es tanta mi codicia que no puedo estar mucho tiempo sin ella sin sentir que me muero. Al principio creí que un sentimiento de culpa, pero luego entendí que era devoción y fe ciega lo que tenía hacía la emperatriz.

Su cuerpo se empezó a quedar quieto y susurre palabras suaves para reconfortarla. Había soñado con sostenerla entre mis brazos, pero no de esta forma, no mientras su corazón este herido y su conciencia este atrapada en la penumbra. 

Estando tan indefensa en mis brazos me recordó la vez que ella cuido de mí tras haberme dado un poco de su poder, se quedó conmigo hasta que recupere el sentido. Era mi turno de cuidarla de la forma que ella me cuido a mí.

Todavía era de noche cuando sentí la presencia de alguien más en la habitación, detrás de las cortinas de terciopelo beige se escondía una figura extraña. Con cautela trate de cubrir lo más que pude el cuerpo de la emperatriz en caso de que el invasor decidiera atacarla, pero mis preocupaciones fueron innecesarias.

—No ataques— Dijo la voz y salió a la luz el intruso —Soy yo

—Zac—Alcance a murmurar mientras depositaba el cuerpo de la Emperatriz con cuidado en la cama para poder dirigirme a mi hermano—Largo.

—Apenas llegué y ya me estas corriendo—Su cuerpo se aproximó lo suficiente para que pudiera notar el asqueroso color de su uniforme—Recuerda que soy la mano derecha de la emperatriz




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