La corona de la Emperatriz

Capitulo X: Pesadillas

 

La sangre estaba esparcida por todo el suelo de mármol.

Un par de ojos cafés estaban tirados en ese charco.

La mujer se arrastraba por el suelo, sus piernas tropezaban mientras trataba de llegar a un lugar seguro. Sentía arder toda su cara, en especial el lugar donde debería de haber dos globos oculares, pero en lugar de eso solo había dos cuencas negras.

La desesperación llegó a un punto más alto cuando escuchó la risa del monstruo que la había segado, debía escapar o no solo serían sus ojos los que perderían la vida. Continuó su huida mientras sentía que sus piernas empezaban a perder fuerza y cuando sucedió esto no tuvo más remedio que apoyarse en sus manos.

Con cada arrastre miles de cristales rasgaban su piel, cortes variados que esparcían certero dolor por todo su cuerpo, quería detenerse. Solo que si lo hacía debía renunciar a su vida.

—¡Ayuda! —gritó. No hubo respuesta

—¡AYUDA! —gritó más fuerte. Entonces unos pasos se apresuraron a su encuentro—. Por aquí, ayúdenme por favor.

No podía ver quien acudió a su llamado, pero se sentía aliviada de que su sufrimiento estaba por llegar a su fin. Cuando escucho más cerca los pasos concentro la poca energía que le quedaba para poder defenderse en caso de que se tratara de una trampa.

—Shhh, tranquila no le voy a hacer daño—Dijo una voz dulce, era de una mujer, pero sonaba como la de una niña, suave y relajante—. Tranquila, todo acabara pronto.

—Sácame de aquí, por favor sácame de aquí—Le dijo a la extraña sintiendo que recuperaba el aire al saber que pronto saldría de ahí, pero entonces sintió un escalofrío recorrerla—. Ayúdame…

La razón llegó muy tarde a Nerea, como era posible que una simple niña pudiera estar dentro de ese palacio y si estaba ahí como había escapado de la emperatriz. Además, por que no grito cuando la vio en ese estado y sobre todo como es que una persona que sirve dentro del palacio de la mujer que le arrebato la vista se atreva a traicionarla sin saber las consecuencias.

Entendió muy tarde que la ayuda nunca llegó. Nunca lo haría.

No existía un alma que se apiadara de ella, porque nadie se atrevería a ir en contra de Eider.

La risa regreso y esta vez tan cerca que le hacía cosquillas en su cuello. Un olor tan sutil se apropió del aire, tan suave y delicioso que la hacía dormir.

—Nerea ¿en verdad quieres salir de aquí? — La voz de “ella” resonó por su cabeza— Siempre quisiste estar dentro de un palacio, sería acertado decir que en el mío ¿no?

—Yo…— tartamudeó, pero el miedo le impedía hablar.

—junto a la persona que amas, en este caso mi esposo. — No había vuelta atrás—. ¿En verdad creyeron que no me daría cuenta?

Entonces sintió lo que tanto temía. El poder de ella entro dentro de su maltrecho cuerpo como un veneno vivo que comía su piel por dentro y dejaba estragos a su paso. El calor y el frio venían por igual mientras era asesinada lentamente y mientras su cuerpo sufría su mente evocaba imágenes dolorosas que la hacían querer morir. El castigo era tan cruel que cada vez que su cuerpo parecía desfallecer el mismo poder de la oscuridad de la Emperatriz la sanaba para luego volver a torturarla.

Esto se repitió una noche tras otras y sin fin aparente.

Hasta que volvió a escuchar a la voz que tanto dolor le había provocado.

—Dime, ¿valió la pena tu amor? — Era una prueba, solo tenía que contestar lo que la emperatriz quería, pero se negaba a hacerlo así que opto por la muerte. Al menos esto tendría un fin—. ¿Y?

—Si…—Cada centímetro de su cuerpo moribundo se llenó de una energía diferente, sintió que el dolor desaparecía y su mente que había estado en una oscuridad asfixiante se iluminaba—. Y lo volvería a hacer si pudiera.

—Lo sé, es inevitable que criaturas como tú puedan arrepentirse—La calma en la voz de aquel espectro era inusual, como si escondiera algo—Tu vida ha sido un sueño, has logrado lo que quieres por qué haces que las personas sientan compasión de ti y como nadie te ha puesto limites has creado la fantasía de que mereces todo.

Sintió la mano de ella recorrer su rostro hasta llegar a las cuencas vacías, el frio que emanaban era muy diferente del que le proporcionaba Clyde. Era un frío que calaba en sus huesos y en su alma.

—Pero la realidad Nerea es que nunca obtendrías lo que realmente querías—La soltó y escuchó como se alejó de ahí—Deseaste algo que no era tuyo y no lo digo por Clyde, yo jamás permitirá que tuvieras una corona en tu cabeza.

—Tenía razón en algo sobre ti—Tomó el poco valor que le quedaba y se enfrentó una última vez a la mujer que pronto la acabaría—Nunca te importo él, siempre fue el poder. Porque un monstruo no sabe amar.

—En eso tienes razón—Admitió, pronto el dolor regreso, pero de forma permanente. Una mano atravesó sus costillas llegando peligrosamente a su corazón, podía sentir su vida desvaneciéndose. —Sabes, yo nunca permitiría que una amante fuera reconocida, sería muy humillante para mí…

La escuchó hablar, pero su voz sonaba tan lejos que poco a poco dejo de oírla hasta que pronto la sintió cerca de su oreja y sus palabras acompañarían su descanso eterno.




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