La corona de la Emperatriz

Capítulo XII: Marionetas

Salón rojo, palco de los emperadores  

La competencia había dado inicio.

Como era costumbre los participantes ofrecieron su lealtad a la corona. El emperador pronunció unas palabras de ánimo.

Sus movimientos y su forma de hablar llamarón la atención por que parecían ser controlados por otra persona como si de una marioneta se tratara. Y así lo era. Estaba preso en su propio cuerpo.

Pero a la emperatriz no le importaba, ella solo veía a la explanada donde ocurría todo el espectáculo.

Los tres finalistas eran tan diferentes unos de otros.

Eider recordó cuando conoció a sus escoltas, eran tan diferentes unos de los otros, pero lograron poner sus diferencias a un lado por un bien común: protegerla.

Había entre los finalistas había un terrario, hijo de unos pintores. Pese a que sus padres habían optado por una vida pacifica lejos de la ajetreada capital su hijo se decidió por un camino diferente.

Se encontraba también una marina, una velia y un escudero. Hijos de nobles.

Zac tuvo que haber visto algo bueno entre ellos para dejarlos avanzar hasta ese momento. Las gradas se llenaban de gente animada que esperaba con ansía ver a los tres ganadores, uno de ellos sería eliminado.

El chico que no pertenecía a ninguna familia noble era el que más era apoyado por el público, sus padres lo miraban desde las gradas apoyándolo. Era el favorito y el que ya tenía un lugar asegurado por que Zyan lo había escogido como el que menos detestaba. La opinión de Zyan parecía tomar relevancia suponiendo que esos escoltas servirían como los suyos una vez que Clyde fuera expulsado del palacio.

Los que eran de sangre “noble” miraban con envidia al chico, su forma de actuar sencilla y como saluda al público con emoción hacían parecer a sus compañeros, que permanecían quietos en su lugar con la espalda recta y la mirada fija en el emblema del imperio, como personas secas sin alegría.

Esa era la apariencia que daba.

Su mente por otro lado no era tan pura.

<<Ya verán, pronto clamarán mi nombre como si fuera uno de los suyos>>pensaba el chico mirando las gradas donde estaba la aristocracia.

El panel donde aparecían los puntajes de los participantes empezó a parpadear, apareció primero la imagen del hijo de los pintores. Su nombre era Carlo y nada más, sin apellidos. Alto y de cabello café sonreía a la cámara, se podían apreciar su bronceado y unas cuantas pecas salpicando su nariz y sus mejillas. Puntaje: 890.

Le siguió una chica de estatura mediana, era castaña y su cabello estaba pulcramente peinado en una trenza que le rodeaba toda su cabeza, como única decoración llevaba un dije en forma de una gota de agua representando lo que era: una marina. Gala Delmen, segunda hija del marquesado Delmen del distrito azul. Puntaje 850. Inferior de Carlo, motivo suficiente para que su familia mirara con odio al chico.

Luka Torm, escudero. La familia Torm es famosa por sus sobresalientes escuderos. Aparte de los Etros los Torm son unas de las pocas familias que poseen el poder del escudo. Joven, de apenas unos 20 años con el cabello extremadamente corto y de un color verde semi-oscuro, alto y de buena musculatura. Mantiene la mirada fija en el tablero, una nube de color morado se extiende a su espalda, el color de la envidia. Puntaje 880.

Y, por último, Lía Ignis. Velia. Era la más pequeña de los cuatro competidores, su cabello anaranjado estaba recogido en una coleta apretada, sus ojos proyectaban seriedad. Lo que más sorprendía era su puntaje que superaba por mucho al de sus rivales con la asombrosa cantidad de 1120.

Lía, el nombre le sorprendió a la Emperatriz, un nombre que trajo a su mente a la chica que una vez salvo en la ya destruida ciudad de nadie. Lilia, el primer engaño de Clyde que tuvo que descubrir. La primera amiga que tuvo que matar.

Eider pensó en ella un poca más, tal vez Lilia la intento matar, pero fue Clyde quien la empujo al límite al usarla. Una vida destruida por sus decisiones. Miro al asiento donde estaba sentado el Emperador, observo sus facciones, su ropa e incluso la corona.

¿Valían tanto esas cosas para destruir a una persona? Se pregunta a si misma.

La respuesta ya la conoce.

Mira una vez más a los participantes y siente la mirada de Lía. Un poco de aire llega a rozar una sus manos y puede escuchar una voz.

Mi lugar. Susurra el aíre.

Debe ser el poder de la Velia lo que hace que aire suene así, pero lo hace una forma sutil, hecha para que nadie la escuche. Eider lo hace.

Ella sabe que se refiere al lugar como escolta del Emperador, pero también implica el honor y el reconocimiento de todos.

Susurra también.

Si es que sobrevives.

La mirada de la chica se ensombreció cuando escucho las palabras. Miro al falco imperial y vio a la emperatriz mirándola directamente. Tragó saliva.

El verdadero espectáculo comenzaba.

El emperador lo veía con una mirada perdida, al igual que su esposa.




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