La corona de la Emperatriz

Capítulo XIV: Voces

Zac miraba fijamente a la Emperatriz, en el falco empezaban a llegar sus compañeros. Todos se apresuraron a ver lo que sucedía en la Arena. Zyan no lo hacía, fue hasta el extremo opuesto del falco donde estaban los sirvientes del Emperador. Ahí se quedó mirando la escena.

¿Qué vio en él? ¿Acaso lo quiere como un nuevo escolta? ¿Se interesó en él? Se preguntaba y no encontraba respuesta que lo calmara. Un nuevo miedo se apodero de su cuerpo. ¿Y si se deshace de mí?

No podía ni pensarlo.

El amor que sentía por la Emperatriz era muy grande, al igual que su miedo a perderla. Nunca se había sentido tan vulnerable y ahora sentía que estaba expuesto, todos sus miedos salían para hacerlo sufrir.

Miro hacía a la arena y dejó que el tiempo le diera una respuesta.

La emperatriz veía cada emoción pasar por los ojos del chico, a su alrededor todos guardaban el aliento esperando a que ella se moviera. Tomo el brazo del chico y lo levanto señalando su victoria.

El público estalló en aplausos.

Ella sonreía, pero por dentro deseaba poder romper el cuello de Carlo. Había visto en su mente a una persona que no le gustaba.

Carlo no volvió a sonreír, su mente estaba siendo mutilada por la de Eider. Se abría paso por cada recuerdo y pensamiento buscando lo que creía imposible y se detuvo al ver un par de ojos verdes. La imagen de Sean se reprodujo en su mente. La emperatriz aumento la presión en su mente sabiendo que lo que vio no podía se real…no debía ser real.

El recuerdo del chico consistía en un sujeto de apariencia idéntica a Sean susurrándole como llegar a la final. Sean lo aconsejaba desde las sombras, pero era imposible, él estaba muerto. Kieran lo mato enfrente de ella.

No era el verdadero Sean el que conocía a Carlo, al menos ya no era ese Sean. Kieran debió utilizar su poder para parecerse a su ex prometido muerto. ¿Pero con que motivos?

Miro de nuevo sus recuerdos hasta que se cansó de ver los ojos verdes de alguien que prefirió sepultar en el olvido.

Salió de su cabeza, recobro la compostura y se alejó del ganador. Dio por terminado el concurso. Los guardias rápidamente vaciaron las gradas y los falcos. Eider permaneció de pie en medio de la arena, mirando a la nada y con una expresión de horror en su rostro.

Los escoltas compartieron miradas confundidas, solo Zyan se movió de su lugar para ir donde estaba ella. Sintió celos de su compañero, el también quería ir con ella, pero no tenía el carácter suficiente para romper el protocolo e ir a su encuentro.

Zyan tomo con cuidado el hombro de la emperatriz para sacarla de su trance, su cara estaba paliada y susurraba un nombre como si fuera una maldición. Miro a Zyan un momento antes de tomar su mano extendida y adentrarse al palacio.

Zac lo miro mientras sujetaba con fuerza la manga de su uniforme. Luego volvió a escuchar la voz que había robado sus sueños y lo hacía ver imágenes que lo hacían sufrir.

Incluso siendo tu su mano derecha no puedes ni acercarte a ella. La voz lo atormentaba y lo dejaba sin habla, miro a su compañero sujetar a la emperatriz y llevarla a un lugar seguro.

Por eso no te escogió, porque eres débil.

Cállate, le ordenó a su mente. Y la voz cesó.

Cuando Eider se fue su poder se desvaneció como si nunca hubiera existido y el emperador salió de su trance. Miro como el espectáculo había terminado y se sintió abatido. Le dolía la cabeza y sentía que su boca estaba seca. Llamó al sirviente más cercano para que le trajera agua, pero este se negó a obedecer. Clyde miro con desconcierto a Elio, le volvió a ordenar que le sirviera agua y una vez más el escolta se negó.

—Sírveme agua. ¡AHORA! — Gritó, el temple del Emperador estaba destruido y no podía soportar perder autoridad frente a una persona que consideraba inferior—. Sigo siendo el emperador, aún tengo la corona.

Todos los escoltas rieron al unísono en especial Elio quien se rio más fuerte que todos, con una sonrisa en la boca tomo un vaso limpio de la mesa de bebidas y le sirvió agua al emperador frente a todos sus compañeros.

—Para usted, majestad—Clyde tomo el vaso y lo miro con rabia mientras la corona en su cabeza amenazaba con caerse—Le sugiero que cuide esa corona

—¿Qué dijiste animal? — Se acercó a Elio, sus ojos lo miraban con una intención asesina.

—Le dije, majestad, que cuidé esa corona porque pronto tendrá que devolverla— sus compañeros volvieron a reír.

Clyde tiro el vaso al suelo, los demás escoltas salieron del falco para dejar solo al Emperador y su desgracia. Elio miro al hombre en el suelo y trató de recordar un poco al que lo reclutó para ser una rosa de la actual emperatriz.

Ese hombre ya no existe…

…el mismo se mató.

Fue lo último que pensó antes de dejarlo solo.

 

 

 




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