La corona de la Emperatriz

Capítulo XV: Jerarquía

 

Palacio Leonor, comedor.

La noche había caído en el palacio. Una corriente cálida recorría a la capital, muy común en el año Soltaire. El emperador había nacido en el último día del año cálido mientras que la emperatriz nació a principios del año de Agneas. Dos años muy diferentes, mientras que en el primero impera un clima abrasador en el otro el frio puede congelar a muerte a una persona si no está bien protegida.

El comedor había sido preparado para dos personas, sentadas de extremo a extremo. Los escoltas habían sido retirados de las puertas y solo se contaba con la asistencia de los ayudantes de cocina y la servidumbre.

El emperador veía fijamente comer a su esposa, había servido la comida desde hace mucho tiempo, pero él se negaba a comer. Entonces ella le prestó atención.

—¿Quieres hablar? — Preguntó dejando los cubiertos en la servilleta de lino blanco.

—¿Nerea esta…

—Muerta, siguiente pregunta— El emperador torció los labios con disgusto.

—¿Qué tanto sabes? — dijo cauteloso

—Todo—Se relamió los labios, saboreaba la victoria. — Pero eso ya lo has deducido, pregúntame lo que en verdad quieres saber. —Lo retó— Anda Clyde, pregunta.

—¿Qué vas a hacer? —Un nudo se atravesó por su garganta

—Clyde, Clyde, Clyde, CLYDE… ¿Qué hare contigo? — su voz se notaba furiosa pero su cuerpo y expresión estaban impasibles como una estatua—. ¿Qué hare contigo?

—Ya mataste a Nerea, supongo que sigo yo— Parecía reasignado a aceptar su destino, pero Eider lo conocía muy bien.

—Eso sería demasiado fácil Clyde, y no creo que tu padre acepte cuidar a tu hijo en caso de que yo te matara— sus ojos se abrieron como platos—. No planeo darte nada de eso.

—Perdón, en verdad lo siento mucho, si me perdonas me iré de aquí …

Camino hasta el lugar de la emperatriz, dejando de lado su orgullo se arrodillo y empezó a suplicar compasión mientras lágrimas de impotencia se derramaban por su rostro, la mano de ella toco la cabeza agachada de Clyde. Sujeto su mentón y vio las cristalinas lagrimas que se derramaban. El dolor era claro en su irada y también había miedo. Una punzada de dolor broto en su corazón, Clyde era el único que nunca tuvo miedo de ella. Hasta ahora.

—¿Por qué?, es lo que quiero saber—. El dolor y el miedo, juntos. Terrible combinación— Dime ¿Por qué sacrificar todo por algo que tarde o temprano se convertiría en tu debilidad?

—no tiene sentido hablar de ello, de cualquier forma, el daño ya está hecho—Seguía arrodillado—. Además, tu jamás lo entenderías

—Quiero entenderte, así que dime ¿alguna vez me amaste? — Sabía que la respuesta no cambiaría su decisión y aun así se arriesgó a preguntar

—Te amé, claro que te amé. Pero el amor no es suficiente Eider. No cuando se trata de ti —Se levantó y tomo la botella más cercana—. El amor se convierte en odio, eso fue lo que me paso.

—¿odio? Vaya, entonces supongo que odias todo esto— abrió los brazos, y señalo todo el palacio— perdón por darte tanto. —gritó.

—Sabes, yo nunca quise tener nada que ver con este palacio, con tu familia, con la corona, con nada—azoto la botella en el suelo, los cristales no tardaron en apareces, el rojo del vino mancho el suelo y parte del vestido de la emperatriz— Pero no pude hacer nada contra el destino…

—¿Esa es tu escusa? —Eider se levantó y se acercó más a donde esta Clyde— Siempre has sido un maldito cobarde

—¿Cobarde? —repitió incrédulo y entonces la racionalidad lo abandono—Solo soy una víctima de tu familia.

—Si claro…— No la dejo terminar.

—Mi hermano murió tratando de ser tu prometido, yo fui quien lo relevó por petición de tus padres aun cuando me negué innumerables veces—Témpanos de hielo caían desde el techo del comedor generando estragos en todo el suelo, ella se protegía con un escudo de fuego—En cuanto estuvimos juntos las personas a nuestro alrededor empezaron a ver en nosotros una relación, éramos niños Eider, niños y los adultos ya habían planeado nuestra vida.

—Tenías opciones, demasiadas…—Eider alzó la voz, las brasas a su alrededor crepitaron—. Solo que te negaste a verlas.

—Yo nunca tuve opción cuando se trató de ti—La mesa se congelo—. Mi padre nunca hubiera permitido que yo perdiera la oportunidad de llevar a los Revant al trono.

Ella iba a hablar, pero dejó que el siguiera, inconscientemente dejaba que el fuego marcara un camino hacia Clyde, pero el hielo de él la evadía.

—Toda mi vida fue construida para servirte a ti, mate en tu nombre, gane guerras por tu apellido y te ofrecía mi alma, pero no quería eso­—El fuego se extendió por todos lados—. Lo que obtuve fueron pequeños regalos para soportar el destino que me esperaba.

>>Hubo un tiempo en que te amé, pero no duro mucho. Para mí fue imposible, siempre estarías en un nivel más alto que yo, no importaba cuanto me esforzara jamás me verían como algo más que el favorito de la princesa Nitel.

Cuando comenzó mi entrenamiento sentí que podía recuperar mi libertad, Nerea llegó cuando más solo me sentía, no había una corona de por medio ni un título que alcanzar. Me sentí liberado, pero no duro mucho. El rey anterior me mando a llamar y me puso de nuevo a tu cuidado, tenía demasiados problemas y además tenía que cargar con los tuyos.




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