La corona de la Emperatriz

Capítulo XVl: Enemigos

 

Palacio Leonor, aposentos de la Emperatriz…

Era de noche, la luna se escondía entre las nubes y dejaba todo en oscuridad. Sombras se arrastraban por los pasillos, murmurando. Un ruido que dejaba helados a todos los que lo llegaban a escuchar.

Las criadas veían a su ama quedarse en silencio mientras sostenía su anillo de matrimonio sentada sobre su vestido de novia. El color inmaculado se ensuciaba lentamente por las pequeñas gotas de sangre. La mano de la emperatriz apretaba el anillo con tanta fuerza que las incrustaciones rasgaban su piel.

Sus parpados se cerraban y se abrían con fuerza, su respiración era irregular y todo a su alrededor era un desastre, desde coronas hechas pedazos hasta fotos quemada y un vestido que alguna vez represento una vida nueva. Todo se desmorono.

Sentía que algo le había sido arrebatado, algo que la dejaba sin aire y la hacía querer explotar. Los escoltas observaban su destrucción, algunos de ellos querían ir a su lado para consolarla, pero no lo hacían porque era necesario que ella cayera en lo más hondo para que cuando se levantara no tuviera arrepentimientos y así pudiera avanzar hacía algo mejor.

El cabello negro se mecía suavemente por su cara, su corona se había caído y ahora estaba tirada a un lado de la cama, había caos en ella, en él, y en todos lados.

Al amanecer se haría publico el comunicado donde se marcaba el fin de la relación.  

Era como un baile. Suave al principio y difícil de bailar con el paso del tiempo, con movimientos violentos y con invitados que sorpresa que terminaron por hacer que los dos personajes principales terminaran por caer. No hubo ruido, ni piezas sueltas, nada.

La emperatriz salió de su ensoñación, quemo el vestido y la sortija. El fuego consumió todo en poco tiempo. Cenizas quedaron en el suelo que rápido se llevó el viento. Miro por un breve momento a todos los que la rodeaban y con una palabra los hizo salir.

Se quedó sola.

O eso pensaba.

Subió al segundo piso de su habitación, no había querido mudarse a los aposentos de los anteriores reyes y permaneció en la habitación que había creado siendo princesa, y abrió el balcón. El aire era fresco y el cielo estaba nublado, ella se sentó en el borde del balcón con sus pies colgando. Un movimiento erróneo podría hacerla caer.

Se balanceaba mientras canturreaba una canción de cuna, sus manos estaban manchadas de ceniza, su vestido estaba arrugado y algo roto de la parte de abajo, ya no llevaba zapatos y sus orejas tenían rastros de sangre. En cuanto llegó a su habitación se arrancó los pendientes de Nerea.

A su alrededor se podía ver todo Tempert, las luces de los diversos palacios y los increíbles edificios y plazas que se habían edificado a lo largo del tiempo a y entonces le llego una idea

Y si todo esto desaparece

Pensó, pero al poco tiempo desecho la idea. El dolor la hacía divagar.

Prefería estar herida físicamente porque su cuerpo la sanaría en cuestión de segundo y no había dolor, sin cicatrices y un pasado que lamentar. Era extraño que sintiera dolor emocional.

Su mente se mantuvo ocupada intentando descifrar este extraño acontecimiento y entonces las luces se apagaron momentáneamente y cuando volvió a estar claro había alguien sentado a su lado.

Su cuerpo había reaccionado antes de que su mente pudiera siquiera saber lo que estaba pasando, un rayo de oscuridad se lanzaba hacía el desconocido. Los ojos verdes de él la miraban fijamente mientras esquivaba su ataque.

Eider­­­— susurró, una sonrisa tétrica apareció en el cuerpo de Sean. — Me extrañaste…

—No eres él— Ella se apartó lo más que pudo del sujeto que lucía idéntico a su ex prometido—, tú te lo comiste.

—Oh pequeña, aun te falta mucho que aprender— La risa que había perturbado los días después de su boda resonó de nuevo en su cabeza—. Eider, Eider, Eider. No sabes cómo ansiaba verte otra vez.

—No comparto el mismo sentimiento—El cuerpo de Sean se transformó en algo nuevo, Kieran apareció justo como lo recordaba, o al menos su cara y cuerpo era el mismo, su ropa no lo era. Parecían un santo, ella sabía que no lo era—. Ja ¿Ahora te crees un santo?

—Lo soy para el reino de Crowled y Arcros— Respondió mientras jugaba con un holán de su traje, ella lo miraba con sorpresa—. La fe es un arma muy efectiva, sobre todo en personas desesperadas.

—Tú no eres un santo, estas muy lejos de serlo— replicó Eider—. Eres una abominación que casi destruye este mundo.

—Pero tú no te quedas atrás, eres una falla que no debe de existir y aquí estas—Sacudió su cabeza burlonamente antes de acercarse al cuerpo de la chica—.  Las dos personas más poderosas en este mundo están reunidas.

—¿Qué quieres? — sus palabras se arrastraban y su poder se congregaba alrededor del cuerpo de Sean esperando para atacar.

—Tu corazón

—Te matare

—¿Sigues resentida por lo de tu boda? — Se sentó justo donde ella había estado sentada minutos antes­—Solo te mostré la realidad. ¿hubieras preferido vivir en una mentira?




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