La corona de la esclava

Capítulo 7: El reencuentro

Caminaba apresurada junto a la sirvienta que Jhon había mandado a buscarme. Después de una mañana indagando en las más de cien leyes de este lugar, quedaba prepararme para el mayor desafío del día: enfrentar la inteligencia de Jhon.

Al menos esperaba que me dijera algo sobre Ñora.
 

La mujer me condujo hasta un jardín con arbustos de rosas rojas... de esos que solo había imaginado en mis más bellos sueños. Desde donde estaba podía verlo sentado como si nada con un traje negro ajustado.

 

Esta vez su cara estaba perfectamente afeitada y su cabello mucho más corto. No me había visto y pasaba indiferente el cuchillo de mesa de una mano para la otra.

 

Luego levantó la vista y sonrió maquiavélicamente al ver que si había venido.
 

—Veo que es usted toda una Mairense —dijo mientras se ponía de pie para saludarme. Sin dudas su comentario se refería a mi floreado vestido ya que no dejaba de observarlo con burla.—¿No te vas a sentar? —Apartó la silla atento mientras que yo lo miraba intentando descifrar sus intenciones.

 

Sentarme no era una opción, no quería parecer una contorsionista de circo frente a él.
 

—Primero lo primero, dígame usted de Nora y después, la comida.

 

Si había aceptado sus términos, él tendría que aceptar los míos.

También  esperaba no tener que comer con esto puesto.

 

—Tome asiento para que le sirvan la comida —señaló a los criados que estaban en mi espalda.
 

¿Acaso era sordo?

 

¿Me estaba intentando tomar el pelo?

 

—Le estoy diciendo...—volteé hecha una furia hacia la joven criada que había detrás de mí—. ¡Nora! —exclamé asombrada al ver a mi mejor amiga a mis espaldas. Ella estaba sonriendo, mucho más delgada y demacrada que antes.
 

¡Pero viva!

 

La abracé y comencé a llorar, no me importaba que me vieran, solo quería abrazarla muy fuerte.
 

—Gracias —dije a Jhon sin desprenderme de mi amiga.
 

—Las dejaré solas por un momento, de seguro tienen mucho de que hablar —Sentí como se marchaba—. Pero recuerde que me debe un almuerzo, mi lady. —Se escuchó como si insinuara algo más que un simple almuerzo, o tal vez solo estaba exagerando. Jhonatan Brown me había sorprendido de la mejor forma posible—. Mañana a la misma hora.

Dejé a Nora para voltear a verlo. Caminaba a de espaldas mientras que sus ojos esperaban una respuesta.
 

—Está bien —dije y alzó las manos al cielo, luego se marchó de una vez.

 

Miré a Nora afligida, tenía un pequeño morado en su hombro, por sus tonalidades entre verde y azul deduje que era de varios días.

El corazón se me oprimió al pensar que fue por mi culpa.

  —¿Qué te sucedió? —preguntó ella al ver la marca en mi frente.

 

Sonreí, sabrá dios lo qué pasó por mi culpa y aún asi solo se preocupaba por mí.
 

—Ya sabes que tengo dos pies zurdos —bromeé, sin dudas no le diría lo que me pasó—. Ahora lo único que me importa eres tú. —Uní sus manos entre las mías—. ¿Estás bien?
 

—Estoy bien, pero... —Cerró los ojos mientras que su rostro reflejaba tristeza—. Albert está muy mal Verónica. —Sus sollozos me estaban confundiendo, Albert... ¡Fortachón!

Nora no era la típica chica que lloraba Yam fácilmente por alguien.

—Fue mi culpa, debía haberse marchado cuando tuvo oportunidad, si los demás no hubieran llegado a tiempo —decía mientras se alteraba cada vez más.

 

La abracé fuerte y por fin lloró con más intensidad. No entendía la afinidad que sentía de momento por ese chico, pero si me necesitaba estaría ahí para ella.
 

—Tranquila, ahora están a salvo y él se recuperará.

 

Se apartó y me miró seria, luego comprobó que no había más nadie cerca a nosotras. Sus ojos estaban desorbitados a tal punto que comenzaba a preocuparme.
 

—No entiendes Vero, ni yo misma sé lo que nos sucedió. —Por la forma en que miraba a todos lados, cielos, me estaba asustando.
 

—¿Qué pasó?
 

Se acercó e izo que nos sentáramos en la mesa. Ignoré la incomodidad de mi vestido y sostuve sus manos fuertemente.
 

—La verdad es que los rebeldes nos raptaron —dijo algo que ya suponía.

Lo que me molestaban era la forma en que temblaban sus manos.

 

<<Dios>>
 

—¿Te hicieron mucho daño? —Se me formó un nudo en la garganta al imaginarme que algo le pudo haber pasado.

 

—¡Eso no importa! —exclamó mientras seguía comprobando si estábamos solas.
 

Se veía mal, la conocía demasiado bien y no me diría jamás si la lastimaron o no.

 

—El problema es que estoy segura que no eran humanos —susurró para que nadie más que nosotras escucháramos—. Debes creerme, eran solo dos, pero no eran humanos. —Nora Frey era alguien que jamás mentía, jamás lloraba... claro que le creería.

—Por supuesto que te creo. —Me era imposible imaginar que algo más allá de un humano estuviera deambulando por este mundo, y menos que estuvieran en el poder de los rebeldes.

 

—Albert les atravesó el corazón a uno de ellos —dijo Nora mientras intentaba controlar la forma en que hablaba—. Le hizo daño y aun así seguía en pie.

 

Sabía que me decía la verdad, pero aun así me costaba creerlo.

 

—No le he dicho nada a nadie porque pensarían que estoy loca, solo espero que Albert se despierte para que les cuente.

 

—Yo te creo —tomé su mano y la miré para darle aliento—. Sea lo que sea, te creo, cálmate por favor—. Sonrió, devastada, con cansancio en su mirada. Temí tanto no poder verla otra vez que esta conversación me parecía muy irreal.
 

—¿Cómo escaparon? Pregunté. Ella ladeo la cabeza, como si estuviera recordando lo sucedido.
 

—No recuerdo mucho de lo sucedido, solo sé que me golpearon y cuando desperté estaba escapando junto a Albert en su caballo. A él lo  hirieron, pero no me abandonó. Cabalgamos  hasta que Mortis y un pequeño comando de hombres nos encontraron.




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