—¡Verónica! —escuché la voz de mi padre a la distancia, lo suficiente fuerte como para lograr despertarme inmediatamente. Mi habitación estaba más oscura de lo habitual, no por las sombras usuales de la noche... estaba repleta de humo.
Tapé mi boca lo más rápido posible para no inhalar más de lo necesario. Mis ojos ardían y apenas podía respirar. No pude entender lo que sucedía hasta que vi por las rendijas de la puerta el destello de las llamas.
<<Fuego>>
Reaccioné e intenté salir rápidamente de la habitación, pero la puerta estaba bloqueada. No solo eso, también el calor se filtraba desde el exterior y el crujido de la madera quemándose me daba a entender que no sería una buena vía de escape.
—¡Mamá! —grité a todo pulmón esperando escuchar a mi madre...
Pero nada, estaba sola y a punto de morir asfixiada.
Casi me puse a llorar cuando otro llanto me distrajo, venía de la habitación de al lado y sabía perfectamente quién era.
—¡Julio! —No entendía bien lo que sucedía, pero no podía dejar que nada le sucediera a mi hermano.
Tomé la mesita de noche y comencé a pegarle a la puerta.
—¡Ayuda! —Apenas podía hablar entre la tos de mi prematura asfixia—. ¡Alguien! —continué pegándole a la puerta, escuchaba el llanto de mi hermano y sabía que no nos quedaba mucho tiempo.
—¡Ayuda!
Entonces sentí como me tomaban por el hombro—. Vero —era la voz de Nora—¡Despierta! —Abrí los ojos y encontré a mi amiga sentada a mi lado, con la mirada repleta de agonía.
<<un sueño>>
Me afectaba tanto recordar lo sucedido esa noche. Solo tenía once años cuando mi vida cambió para siempre. Hasta el día de hoy seguía pensando que alguien desbloqueó la puerta desde el otro lado. Hasta este momento tenía fija la imagen del cuerpo de mi padre tendido en el suelo al otro lado de mi habitación, cubierto de sangre y mirando fijo a mi puerta. Quería pensar que fue él y que con su último aliento me ayudó a escapar.
—Todo está bien. —Nora sonrió para consolarme, luego secó las lágrimas de mis ojos.
Se veía demasiado enferma, como si llevara muchos días sin dormir. Me dolía pensar que esos Rebeldes le hicieron algo y no me lo quiso contar.
Yo conocía lo crueles que podían llegar a ser... lo conocí esa noche cuando fueron capaces de asesinar a sangre fría a todos mis sirvientes, a mi familia y luego prender fuego con mi hermano y conmigo adentro.
—Perdón —dije mientras llevaba las rodillas hasta mi pecho para abrazarlas.
—¿Por qué me pides perdón?
Aparte de arrastrarla hasta este lugar, que la raptaran los rebeldes o unos posibles Faes, un asesino, una noche sin apenas dormir... ¿Qué más quería?
—Ya sabes...
—No, explícate porque hasta ahora no tengo que darte ningún perdón, es más, tengo que darte gracias por muchas cosas...
—¡Nora! —Alcé la mirada dramáticamente, era en serio, me sentía fatal.
Guiñó el ojo y luego me enseñó un libro. Odiaba que me cambiara la conversación solo para no ponerse sentimental.
—¿Qué es? —El ibro era delgado y totalmente blanco con bordes dorados.
—¡Ábrelo! —Así hice, eran dibujos de vestidos de novia—. Rose y el modista ya vinieron, pero les pedí que esperaran unos minutos, ya que no habías dormido nada anoche.
<<no dormimos>>
Pasaba las páginas con normalidad hasta que me di cuenta de que más adelante había una con la esquina doblada.
—Espero que no te moleste, es que me tomé el tiempo de verlos y seleccioné el que más me gustó.
La miré sonriente y busqué rápidamente la página marcada. Cuando vi el dibujo quedé impactada.
—Ya lo sé, se parece demasiado, pensé que te gustaría. —El dibujo mostraba un vestido similar al que llevaba mi madre el día de su boda, solo que tenía la espalda tapada por un fino bordado y perlas.
—Sin dudas será este —dije mientras sonreía. La pintura de la boda de mis padres fue una de las pocas cosas que pudieron rescatar del incendio. El Rey Theodor la tenía colgada en una de las paredes del palacio junto a retratos de otros familiares.
Después de unos minutos de charla dejamos que Rose y el modista real subieran a mi cuarto, al parecer ya todos en el palacio sabían lo del ataque porque no paraban de observarme con una expresión extraña.
Rose me comentó que la búsqueda todavía se mantenía, no podía creer que el asesino estaba aún suelto. Se suponía que este era uno de los lugares más seguros del mundo, con los soldados mejores entrenados y de una gran fama por su fuerza y habilidad.
¿Cómo pudo llegar hasta mi puerta?
Solo había una explicación posible, una a la que Nora y yo le habíamos dado vuelta toda la noche.
¡Faes!
—Pon un alfiler ahí —Le dijo modista a su asistente, interrumpiendo mis pensamientos. Señalaba los lugares para ajustar y la chica ponía los alfileres. Habíamos comenzado con las medidas de mi vestido.
—Auchhh —sentí como uno de los alfileres me pinchó en las caderas.
—¡Ana! —El hombre le gritó a la niña y sentí lástima, me recordó a mí y mis torpezas.
—Está todo bien. —Sonreí y ella bajó la mirada con vergüenza.
Siempre opiné que los niños no debían hacer el trabajo de los adultos, aunque esta niña con solo ser la ayudante del extravagante modista, ya tenía el futuro garantizado.
—¡Buenos días! —Cuando Harry entró por la puerta casi me salté del altar donde estaba probándome el vestido.
—¿Qué rayos haces aquí Harry? —Entró en el cuarto como si fuera el suyo. Se paró delante de mí y me inspeccionó un momento, luego emitió un chiflido de aprobación.
—Mi hermano tiene suerte, bella, testaruda e inteligente. —Sonrió con complicidad... no podía molestarme con este niño.
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Editado: 27.10.2021