La corona de la esclava

Capítulo 12: Tu hermoso encanto

 

En el momento que Jhon abandonó el cuarto abrí los ojos. Sentía un gran dolor en mi muslo, pero era anulado por la alegría de mi corazón.
 

¿No podía perderme?

 

¿Acaso le importaba?
 

Se sintió real, a pesar de no haber visto su rostro parecía conmovido.
 

Busqué temblorosa apoyo para sentarme y así poder espabilarme más. Con dolor y todo, pero lo que me mataría era el hambre que tenía.

 

Mi primera reacción fue observar mi torso por encima de la bata, juraba que tenía algo fracturado, pero no tenía vendas... aunque si había unos grandes verdugones negros entre mis costillas y por debajo de los limones que tenía por senos.

 

Me costaba creer que alguien como Jhon sintiera algo por mi, y menos tan rápidamente. Me repetía una y mil veces que estaba bien dejarme llevar, pero tenía demasiado miedo a ser manipulada, de ser traicionada por mis sentimientos. Era tan grande el miedo de entregarle mi corazón a ese hombre, de que lo rompiera por primera vez y que jamás sanara. Jhon era un desconocido después de todo, ¿Pero puede una mandar en el destino?

 

Sentía que no era dueña de nada, menos de mandar en algo que ya era de él.

 

Me reía tanto de las mujeres que suspiraban por amor, de las damas que miraban a Vicent atontadas. Me repetí muchas veces antes de dormir que no caería ante mi futuro esposo, pero aún no conocía esa mirada.
 

Toqué mis labios recordando su dulce tacto, su suave beso... Tan distinto al primero, tan repleto de algo... no sabía bien. Sus palabras hacían eco en mi mente, rompían la barrera  que le tenía puesta. Sonreí al pensar en su cara si supiera que lo escuché, que disfruté de su beso.

 

La puerta se abrió de repente...
 

Nora entró en mi cuarto sosteniendo una bandeja, sonrió al ver que estaba sentada y despierta. Algo extraño tenía, estaba muy pálida y demacrada.

 

—¿Estás bien? —preguntó mientras ponía la bandeja con comida al mi lado.

 

—La que pareces algo enferma eres tú —dije, negó y me extendió una pequeña toalla en el regazo.
 

<<espera>>

 

—¿Cómo sabías que estaba despierta? —Se me quedó mirando como si no entendiera mi pregunta.

 

—Obvio que el príncipe Jhon me lo dijo... ¡Haces cada pregunta!
 

<<sabía que estaba despierta>>

 

Mi cara estaba roja, no necesitaba verme en un espejo para saberlo... este hombre era más inteligente que yo por mucho, siempre estaba unos pasos por delante de mi ingenuidad.
 

¿Ahora como lo miraba a la cara?

 

Nora comenzó a toser mientras cubría su boca con un pañuelo. Su piel morena se asemejaba a un lienzo de colores deprimentes, repleto de moretones y pálido.

 

Se veía fatal y yo estaba cansada de que no me contara nada.
 

—Nora —dije y la  tomé de la mano para que me mirara.

 

—Deja de poner esa cara, estoy bien, solo no he dormido, ni comido, ni respirado... Por culpa de alguien que me tenía preocupada. —Puso su dedo en mi hombro y le dio un pequeño golpecito—. Estuviste inconsciente toda la noche.

 

No me asombraba después de todo lo que sucedió.
 

—Yo, tú... Digo, sabes que lo que dije en el cuarto no es verdad, eres muy importante para mí. —Me mataba la conciencia, mucho más que los dolores... y la maldita hambre.
 

Ella sonrió con una expresión vacía y cansada.
 

—Lo sé, tú también para mí.

 

—No siempre tienes que cuidarme, aunque tenga vendado la mitad del cuerpo. —Destapé la sábana y le mostré mi pierna, estaba cubierta hasta la rodilla por un vendaje blanco—. Te ves cansada y me preocupas.

 

—Fue serio Verónica, casi te fractura las costillas y por poco te daña una arteria... —dijo con un tono melancólico—. Sabes que no tengo a más nadie. —Mientras  hablaba sus ojos se llenaron de lágrimas—. No vine aquí a perderte...
 

La abracé interrumpiendo sus palabras.

 

—No lo harás, seré siempre tu quejosa hermana menor. —Suspiró y me rodeó con sus brazos—. Por eso quiero que descanses un poco.

Desde nuestro viaje no era la misma y lo peor de todo era que no me contaba lo que sucedió.
 

—Bien —Se apartó y buscó la bandeja de comida—.Pero primero te voy a dar la comida.

 

Mi estómago rugió como diciendo "aquí estoy". Le arrebaté la bandeja y luego alcé las manos, enseñándoselas.

 

—Mis manos están intactas, puedo comer solita.
 

—¡Que noooooo! —Puso una expresión infantil como protesta.

 

—¡Que siiiii! Anda y descansa de una vez que de seguro voy a necesitar refuerzos más tarde. —Le guiñé el ojo.
 

—¡No tienes solución! —Alzó las manos en seña de rendición y dio media vuelta dispuesta a irse.

 

—Algún día me contarás lo que te ocurrió, ¿Verdad? —pregunté. Nora se detuvo al escuchar mi pregunta, pero no respondió nada—. No tienes por qué guardarte nada y sufrir sola.

 

No quería presionarla, estaba segura de que algún día me contaría, pero ahora se marchó sin más.
 

Me quedé dormida después de comer como una marmota. Desperté cuando sentí la puerta del cuarto cerrar algo fuerte. Mi corazón quería encontrar a Jhon, en su lugar estaba Harry, con sus ojos repletos de lágrimas corrió y me abrazó.
 

—¡Aaaaaaaahhh! —El muy tonto se olvidó de mis morados y me abrazaba como si fuera un costal—. ¡Me estás matando! —chillé.
 

Cuando  me soltó vi que estaba llorando.

 

—Vero, yo...—continuó llorando, haciendo pucheros... me recordó como Julio me decía.

 

—Estoy bien Harry —Me afligió tanto verlo así. Harry era alguien transparente y puro.
 

Se sentó a mi lado y observó una parte de mi pierna vendada que estaba expuesta. Sus ojos estaban rojos e inflamados.
 




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