La corona de Las Sombras prohibidas

Cap 3. Encuentro bajo la sombra de la noche

La noche cubría el cielo de Étalon con su manto de sombras suaves y estrellas temblorosas. Las farolas de cristal encantado iluminaban el empedrado del pueblo principal con un resplandor dorado. Era la clase de noche en que los suspiros flotaban en el aire y los secretos se sentían más cercanos a la piel que las propias ropas.

Almir no sabía por que había decidido salir del castillo a esas horas. Tal vez era por la presión que había sentido horas atrás en el baile de ser visto como el elegido de las sombras, o solamente necesitaba aire para pensar bien en qué hacer a continuación.

Después de todo, no todos los días se reencarna en un libro.

Mientras caminaba por las calles recordó una de las mejores tabernas nocturnas de Étalon

"Loto Nocturno"

Que durante el día se convertía en una posada para los turistas que visitaban el país. Era conocida mundialmente como una de las mejores atracciones no solo por sus detalles rusticos del reino Marevio. Si no también por su atención y actitud hacia los clientes.

La taberna tenía una música suave saliendo de sus ventanas semicirculares. Gente reía, otros cantaban, y entre ellos, una figura destacaba. No por su voz, ni por su risa, sino por su silencio.

Su figura solitaria que decía, no te acerques a mi.

Kaelira Vorthez estaba allí, sentada junto a una mesa en el rincón, mientras una copa de vino escarlata se movía en sus dedos. Pero su mirada fija en la nada es lo que creaba su figura de soledad. Su vestido era sencillo, de un tono negro sin adornos, pero la forma en que lo llevaba era suficiente para hacerla destacar incluso entre nobles. Su cabello blanco ceniza caía como una cortina perfecta sobre sus hombros, y sus ojos dorados parecían reflejar una historia que nadie se había atrevido a preguntar.

—Kaelira

El nombre se escapó de sus labios, sin siquiera poder evitarlo camino hacia ella.

Ella giró su rostro hacia él con lentitud, como si no estuviera sorprendida por su presencia.

—Almir Varelian, el forastero con ojos de relámpago. Que te trae a este lugar ¿Vienes a ofrecerme una copa o a pedir una guerra?

Y él sonrió. No era una sonrisa amplia, sino una leve curvatura de labios que indicaba respeto más que burla.

—Depende. ¿Aceptarías una copa si no viene seguida de una batalla?

Kaelira lo observó por un largo instante y finalmente, dio un golpecito con los nudillos en la silla frente a ella.

—Siéntate. Pero te advierto que no me gusta hablar.

—Gracias!

Se sentó rápidamente antes que ella se arrepienta.

Por unos minutos solo se escuchó el murmullo de la música y los pasos de los sirvientes. Almir miró la copa que portaba en sus hermosas manos y pidió una igual. Después de unos momentos se inclinó levemente.

—¿Por qué no aceptaste la invitación de quedarse en el castillo?

—He estado más tiempo que todos ustedes en ese lugar, así que no me interesa.

Y el silencio reino otra vez en aquella mesa. Pero ya no por mucho tiempo.

—Escuche varias historias sobre ti— admitió Almir En una voz no tan baja

—Espero que sean aburridas, por qué las interesantes suelen llegar con problemas.

Respondió Kaelira con una calma desinteresada.

—Dicen que te negaste a unirte al consejo real incluso cuando te lo imploraron. Que hiciste arrodillar a un general de cinco estrellas con solo una mirada.

—Y que mi alma es tan fría como las montañas del norte— Completo con voz sonora —Supongo que esa también la has escuchado.

—No creo eso. En tus ojos se refleja el fuego, no el hielo interminable de las montañas.




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