El cielo aún estaba teñido con los tonos suaves del amanecer cuando Kaelira se desperto, la noche anterior no habia podido descanzar lo suficiente despues de echar a un chico que misteriosamente entro a su habitacion a mitad de la noche. Ella sabia que era cosa del emperador. Kaelira Vorthez, la soltera mas codiciada del imperio. A sus 23 años, ella nunca a tenido una pareja y solo se a fijado en su Ordo Silentii... La orden del silencio, no habia nadie en el mundo que no la conociera, dirigida por la General Imperial llevo incontables veces a la victoria contra Marelio.
La brisa fresca de la madrugada acariciaba su rostro mientras caminaba lentamente por los senderos empedrados, aún húmedos por el rocío que cubría las flores y las hojas.
Vestía una túnica oscura que absorbía la poca luz, y su capa ondeaba con delicadeza detrás de ella. La soledad del jardín era su refugio, el único lugar donde podía permitirse ser sincera con sus emociones sin esconder nada.
Sus dedos rozaron con cuidado una rosa blanca cubierta de gotas de rocío. Su tacto fue suave, casi reverente, como quien toca un recuerdo frágil.
—No esperaba encontrar compañía tan temprano — una voz masculina rompió el silencio, firme y con mezcla de arrogancia y curiosidad.
Kaelira detuvo su mano y se levanto. No necesitó voltear para saber quién era. La presencia de Malrik Varelian se sentía antes de que sus ojos lo confirmaran, incluso en la penumbra creciente.
—Malrik — dijo ella con calma, girándose despacio para enfrentarle— La madrugada es buen momento para meditar. O solamente para pensar en asuntos no resueltos... lastima que se arruino con tu presencia.
Malrik emergió de entre las sombras con su sonrisa torcida de siempre. Su túnica roja resaltaba en el tenue amanecer y sus ojos dorados brillaban con un fulgor intenso.
—¿Y qué buscas tú en esta hora, princesa?— preguntó, tomando una rosa cubierta de rocío entre sus dedos— ¿La belleza en su inocencia o el peligro que esconden sus espinas?
Kaelira sostuvo su mirada sin miedo.
—Ambas cosas— Dijo en voz baja — Pero sé cómo proteger mis dedos principe, no necesita precuparse
La burla en sus palabras eran visibles.
Malrik rió suavemente, como quien disfruta un juego peligroso.
—Sabia respuesta. Pensé que tras el consejo estarías agotada, deje una sorpresa en tu habitacion, espero la hayas disfrutado.
Ella dio un paso al frente —No todos se cansan cuando enfrentan a quienes solo buscan pisar a los demás para sentirse poderosos.
La tensión se volvió tangible, como un filo invisible entre ambos dando a entender quien era el ganador. Por un instante, Malrik apretó los dientes y su sonrisa se borraba de su cara, rapidamente giró sobre sus talones y se marchó con pasos firmes y agresivos. Al cruzar el camino, empujó sin miramientos a dos jóvenes sirvientas que caminaban con cestos de flores, haciéndolas caer.
Kaelira frunció el ceño y se apresuró a acercarse. Se agachó junto a ellas y, con suavidad, ayudó a una de las chicas a incorporarse.
—¿Están bien? —preguntó, con una voz inesperadamente cálida.
Las sirvientas asintieron, aún sorprendidas por la ayuda directa de la General. Kaelira les sonrio, luego las acompañó a levantarse en silencio, mientras su mirada se desviaba, distante, hacia el sendero por donde Malrik había desaparecido.
En las sombras, otra figura emergió con una sonrisa al ver aquel enfrentamiento, sin más volvio adentrarse en el lugar desapareciendo.