Kaelira parpadeó, observando la calma con la que el joven se movía entre los cadáveres de demonios que apenas segundos atrás la habían acorralado. El murmullo de los magos cercanos no tardó en alzarse.
—Ese… ese es Loordi.
—El prometido del príncipe Jack.
—¿Qué hace en el frente…?
La reacción fue inmediata. Donde antes había solo respeto, ahora había nerviosismo. Porque aquel chico no era cualquier guerrero ni un simple noble: era el futuro consorte de Marelio, ligado directamente al heredero del trono.
Kaelira frunció el ceño, no por miedo, mas bien porque entendía de política. Si Davian estaba allí, en el Paso de Arhendral, significaba que Marelio estaba dispuesto a arriesgar hasta a sus piezas más importantes en la guerra contra el abismo.
—Soy Kaelira Vorthez, de Etalón.
Davian, indiferente a los rumores de fuera, inclinó de nuevo la cabeza hacia ella con esa educación serena que contrastaba con la brutalidad del campo de batalla.
—Encantado de luchar a su lado, señorita Kaelira. —Sus ojos verdes brillaron con un matiz juguetón, aunque su tono siguió siendo impecablemente formal—. Espero que podamos mantener el círculo defensivo en pie. El príncipe Jack confía en que ustedes, los Silentii, harán la diferencia.
Kaelira apretó la empuñadura de su espada. No estaba acostumbrada a que alguien la elogiara sin tono condescendiente o que algo detras de sus palabras se ocultara, y menos alguien que acababa de demostrar tanta habilidad. Aunque le incomodaba y la hacia sospechar un poco, no actuo de manera irrespetuosa.
—Haremos lo necesario. —Su respuesta fue seca, pero en el fondo había un reconocimiento tácito hacia su poder.
En ese momento, un cuerno de guerra resonó desde la carpa principal. El llamado no dejaba lugar a dudas: Almir y Jack habían tomado una decisión.
Davian alzó la mirada hacia la carpa, y su expresión tranquila se endureció apenas un instante.
—Entonces es cierto… —murmuró— Van a entrar al abismo.
Kaelira se tensó. Habia visto a Almir, en el fondo sabia que esa era su mayor jugada y ella estaba deacuerdo en apoyarlo.
—¿Cómo lo sabes?
Él giró hacia ella con una media sonrisa que demostraba misterio —Porque lo vi en sus ojos mucho antes de que lo supiera.
Y con esa frase, Davian caminó hacia el campamento principal, dejando tras de sí la sensación de que el tablero de la guerra acababa de ganar otra pieza clave… y que el Paso de Arhendral sería el lugar donde todo se revelaría.
Dos días después, la carpa principal estaba en calma, pero cargada de tensión. La luz del amanecer atravesaba las cortinas de lona, iluminando el polvo que flotaba en el aire.
Almir ajustaba su capa sobre los hombros, repasando mentalmente los movimientos estratégicos sobre el mapa del abismo, mientras Jack ayudaba a alistar la armadura de guerra de Davian, piezas de metal bruñido que brillaban con runas protectoras.
El contraste era evidente: uno observaba números, posiciones y riesgos; el otro ajustaba la coraza y aseguraba que cada engranaje de magia y metal estuviera listo para que aquella persona importante no saliera lastimada en la batalla. Algo imposible pero no impide que demuestre su amor.
Kaelira entró junto a Davian, el paso firme y silencioso. Sus ojos recorrieron la sala y se encontraron con los de Almir, que la saludó con una inclinación leve, mientras Jack se ocupaba de los últimos ajustes y empezo a ayudar a su prometido a ponerse aquella armadura. El silencio que los rodeaba parecía latir al ritmo del abismo mismo, como si la tierra contuviera la respiración.
—Kaelira —dijo Almir, señalando el mapa—. Las grietas que se abrieron ayer siguen expandiéndose por el lado norte del Paso, en el lado de Marelio. Cuando entremos primero necesitamos sellarlas al mismo tiempo que afuera, junto a los magos de Olls lograremos que el sello dure más. Cada runa colocada incorrectamente podría costarnos muy caro. Te confio a ti esto.
Ella asintió, apretando la empuñadura de su espada invisible bajo la capa.
—Lo sé. Pero no voy sola. Davian estará conmigo. —Miró de reojo al mago guerrero, que la saludó con su mano mientras comia una mandarina, "infanfil" penso
—Lo se—respondió Almir—. Mantengan el círculo firme. Cada grieta que sellamos ahora reforzará el abismo al menos por año y medio.
Mientras hablaban, Jack se giró hacia su propio ejército, los soldados de Marelio que esperaban afuera, listas de acero y magia vibrando en sus manos. Almir hizo lo mismo con los suyos. En ese momento, ambos se vieron reflejados en el otro: dos gotas similares, el mismo porte de liderazgo, la misma mirada decidida, aunque sus cabellos y ojos los distinguían.
Almir alzó la voz, clara, firme, resonando entre los hombres y mujeres que iban a quedarse y los que acompañarían a Kaelira y Davian junto a ellos para entrar a aquel lugar de muerte:
—¡Soldados de Etalón! Hoy enfrentamos lo que nadie se atrevió a mirar. Algunos de ustedes entrarán al abismo, otros protegerán desde fuera por aquello que luchamos. Confío en cada uno de ustedes. Mantengan el círculo, sigan las órdenes y recuerden que sus vidas importan. Luchen con honor, y cuando salgamos de esto, cada hermano aquí será un héroe que sostuvo nuestro reino. ¡Espero volverlos a ver, hermanos!
Jack, con un tono igualmente decidido, pero con esa chispa de fuego que siempre inspiraba a Marelio, habló a sus soldados:
—¡Guerreros de Marelio! Los que entran al abismo, recuerden que su fuerza protegerá a quienes se quedan afuera. Los que quedan fuera, mantengan firme la defensa, protejan a sus compañeros y al reino en caso de qu ealgo salga mal, cosa que no va a suceder. Hoy lucharemos juntos como si no hubiera un mañana. ¡Cuando volvamos, vamos a tomar como si el mundo dependiera de nosotros!
Los gritos de apoyo y los ecos de ¡Por Marelio! ¡Por Etalón! retumbaron fuera, llenando de energía la atmósfera. La camaradería y el respeto mutuo eran palpables. Hasta el sonido de los mostruos fue eclipsado.