Elara no podía concentrarse en el día a día del palacio. Cada paso que daba parecía resonar con un eco invisible que solo ella podía oír: un latido constante, profundo y persistente, como si algo dentro de su pecho estuviera llamando su atención.
Durante el desayuno, mientras Dorian la observaba con esa sonrisa que combinaba encanto y amenaza, Elara sintió que su mano temblaba ligeramente. No era miedo, tampoco nerviosismo… era algo más, algo que parecía responder al toque de la corona invisible que ya palpitaba en su sangre.
—¿Estáis bien, princesa? —preguntó Kael, su voz baja pero cargada de preocupación.
Elara le dedicó una mirada rápida, casi un susurro:
—Escucho algo… un latido. Como si la corona me hablara.
Kael frunció el ceño, incómodo.
—No es solo la corona… es vuestra esencia, Alteza. Vuestra voluntad. Y pronto, si Dorian logra acercarse demasiado, la magia intentará doblegarla.
Dorian, que había permanecido a su lado, escuchó la última parte y sonrió de manera apenas perceptible, un gesto que Elara no supo descifrar. Había algo en él que sabía más de lo que aparentaba.
Esa tarde, en los jardines, Elara caminó sola, siguiendo un impulso que la guiaba hacia un rincón escondido del palacio. Allí, bajo un roble antiguo, el latido se volvió más fuerte, como un tambor mágico resonando en su pecho.
—Princesa… —la voz de Kael surgió detrás de ella, suave pero firme—. Lo siento, no debí dejaros sola.
—No podía quedarme quieta —dijo Elara—. Lo siento, Kael, pero esto… esto es más fuerte que yo.
Kael la observó fijamente, y por un momento, la distancia entre ellos desapareció.
—Elara… si la corona os llama, debéis resistir. No dejéis que Dorian controle vuestro corazón.
Elara cerró los ojos y sintió el latido. Ya no era un sonido lejano: era una voz, una energía que parecía hablarle directamente. Una advertencia y, al mismo tiempo, una promesa: la corona elegirá al corazón más fuerte… y al más sincero.
El viento movió las hojas y, por un instante, Elara creyó ver un resplandor dorado alrededor de su relicario. Su corazón estaba dividido, pero por primera vez entendió algo vital: no podía permitir que nadie más eligiera por ella.
Y mientras Kael la miraba con intensidad, Elara supo que su destino ya no era solo un deber… sino una elección que podría cambiar todo el reino y su corazón para siempre.