La corona del corazón

Traición en Palacio

El palacio parecía más silencioso de lo habitual, como si incluso las paredes supieran que algo estaba a punto de romperse. Elara y Kael habían pasado la noche planificando cómo enfrentar a Dorian, pero ninguno podía prever la astucia del príncipe.

Mientras caminaban por los pasillos, un susurro entre las sombras llamó la atención de Kael:

—Alteza, por aquí —dijo una voz conocida, pero inesperada. Era un mensajero del consejo, con los ojos llenos de temor.

Elara tomó su mano con fuerza. —¿Qué sucede?

—El príncipe Dorian… —tartamudeó el mensajero— ha traído un conjuro de engaño. Ha convencido a algunos miembros de la guardia de que os detengamos por traición al reino.

El corazón de Elara se detuvo por un instante. Traición. La palabra sonaba como un cuchillo. Miró a Kael, quien frunció el ceño y colocó su mano sobre la empuñadura de la espada.

—No permitiré que te toquen —dijo con firmeza, el tono cargado de peligro.

De repente, los guardias que deberían protegerla comenzaron a rodearlos, sus espadas brillando a la luz de los candelabros. Dorian apareció en el balcón superior, su sonrisa fría iluminando el salón:

—Princesa Elara —dijo con voz que resonó en todo el palacio—, veo que habéis decidido desafiar el orden que os corresponde. La corona reclama obediencia.

Elara sostuvo su relicario contra el pecho. Sintió el latido de la corona y, con él, la fuerza de su propia voluntad. La luz dorada se expandió un instante, cegando a los guardias que avanzaban y rompiendo el hechizo que Dorian había lanzado.

—¡Ahora! —gritó Kael, tomando la mano de Elara mientras abría paso entre los traidores.

Elara vio la traición con claridad: no solo Dorian, sino aquellos que se suponía que eran aliados, habían caído bajo su hechizo. Pero también entendió algo más: la corona respondía a la sinceridad y al amor verdadero, y mientras su corazón latiera junto al de Kael, nada podría someterlos.

—Esto no ha terminado —dijo Dorian, bajando la mirada, su sonrisa transformándose en un gesto oscuro—. La corona aún no ha elegido.

Kael sostuvo firme a Elara y la guió hacia un corredor oculto. Entre las sombras, la princesa comprendió que la lucha por su corazón, por la corona y por el reino apenas comenzaba.




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