La Corona del Poseidón.(volumen 2)

Capítulo 4: El Caballo de Troya Submarino.

​Escena: Cubierta del Sea Wolf, navegando hacia el Dodecaneso.
​El Capitán Varkas les había dado los planos de la bodega. Los drones y torpedos modificados estaban en cajas de carga marítima grandes y selladas.
​—Si nos metemos en esas cajas, seremos entregados directamente a los técnicos de Hydra Global en el islote. Estaremos en el corazón de su base —dijo Zara.
​—Es un Caballo de Troya submarino —dijo Ethan, revisando las cajas—. Si nos encuentran antes de que las cajas lleguen a tierra, seremos arrojados por la borda.
​—Varkas, ¿tienes algún tipo de sedante o gas que podamos usar para dormir a los guardias de Hydra cuando se abra la caja? —preguntó Zara.
​Varkas sonrió con malicia.
​—Tengo un gas de uso naval, Agente Khan. Se usa para fumigar ratas. No es letal, pero te dejará inconsciente por diez minutos.
​[El Plan del Cargamento]
​El plan era sencillo y brutal: el Sea Wolf llegaría al Islote Desierto de Rodas al atardecer. Ethan y Zara se esconderían en la caja marcada como "Unidad de Control Sónico C-9".
​Ethan usó su navaja para modificar el pestillo interno de la caja, de modo que pudieran abrirlo desde dentro, incluso si el sello externo se rompía. Zara preparó el pequeño bote de gas sedante que Varkas les había dado.
​Se despidieron de Varkas.
​—Si no salimos de esa isla, Capitán, ya sabes dónde buscar —dijo Zara.
​—No buscaré. Cobraré. Pero si salen, la botella de ouzo es mía —respondió Varkas.
​Ethan y Zara entraron en la caja. Olía a plástico y metal industrial. Las paredes eran gruesas, insonorizadas. Se sellaron.
​[El Desembarco]
​Varias horas después, sintieron el golpe seco de la nave atracando. Escucharon botas en la cubierta y gritos en griego y ruso.
​—¡Caja C-9, desembarco prioritario! —gritó una voz áspera.
​Sintieron la caja levantarse con un traqueteo de cadenas. Estaban siendo transportados. Después de unos minutos, la caja se detuvo y se sintió el suelo sólido bajo ellos.
​—Estamos dentro —susurró Zara.
​—Ahora, a esperar el momento. Escena: Islote Desierto de Rodas. Interior de la caja de carga Unidad C-9.
​Ethan y Zara estaban sellados dentro de la caja metálica. Hacía calor y el aire era denso. Habían aterrizado en el muelle de la base de Hydra en el islote. Escuchaban órdenes ásperas y el sonido de maquinaria pesada.
​—Están usando una grúa para movernos. Deben llevarnos al área de ensamblaje —susurró Zara.
​La caja se detuvo. Escucharon botas de nuevo, pero ahora más cerca. Podían oler un ligero aroma a sal y petróleo.
​—Aquí está, la Unidad C-9. El resto a la cueva. El jefe quiere esta primero —dijo una voz con un acento balcánico.
​[El Escáner de Calor]
​Entonces, la actividad se detuvo. Escucharon un siseo electrónico cerca de la pared exterior de la caja.
​—Maldita sea. Están usando un escáner de calor corporal —murmuró Zara, pegándose lo más posible a la fría pared metálica, intentando disipar su firma térmica—. Thorne no confía en nadie.
​El siseo se detuvo sobre Zara. La luz infrarroja del escáner podría haber detectado el calor de sus cuerpos a través del metal.
​—¡Firma detectada! ¡Anomalía térmica! —gritó el técnico de Hydra.
​—¡Mata el sensor, Zara! —urgió Ethan.
​Zara no tuvo tiempo de esperar la apertura. Si detectaban una firma humana, dispararían a través de la caja. Tenía que actuar de inmediato.
​Con un movimiento rápido, Zara jaló la anilla de la botella de gas sedante que había asegurado. El gas de fumigación naval, no letal pero incapacitante, comenzó a rociarse violentamente dentro de la caja.
​[El Contraataque de Gas]
​Al mismo tiempo, Zara accionó el pestillo modificado de la escotilla interior. La pesada puerta se abrió con un fuerte chirrido.
​El gas sedante, en alta concentración, se derramó de la caja, golpeando directamente a los técnicos de Hydra que rodeaban el cargamento.
​—¡Gas! ¡A cubierto! —gritó uno, antes de toser violentamente.
​Dos hombres cayeron de inmediato, el sueño químico invadió sus pulmones. El técnico con el escáner alcanzó a tropezar hacia atrás, intentando dar la alarma.
​Ethan, cubriendo su nariz con un trozo de tela que Zara le había dado, saltó de la caja.
​—¡Diez minutos! ¡Eso es todo lo que tenemos! —dijo Zara, saltando a su lado.
​El técnico que intentaba huir fue neutralizado por Zara con un golpe rápido y limpio en el cuello.
​—Tenemos que ir al búnker. Ahí es donde estarán las cartas náuticas de Thorne y, con suerte, la ubicación exacta de la Fosa del Laberinto —dijo Zara, tomando el escáner de calor del técnico. Escena: Islote Desierto de Rodas. Exterior de la base de Hydra.
​Ethan y Zara habían neutralizado a los técnicos que rodeaban la caja C-9. El gas sedante les había dado una ventaja crucial, pero el efecto duraría poco.
​—Ese es el búnker. La única estructura sólida en la isla, y debe tener el centro de comunicaciones de Thorne —dijo Zara, señalando una puerta de acero reforzado incrustada en la ladera rocosa.
​El camino hacia el búnker era una rampa de tierra y grava, con aspecto inofensivo.
​—Mucha tierra suelta para una rampa de acceso de equipos pesados —observó Ethan.
​[La Trampa Explosiva]
​Zara pasó el escáner de calor que le robó al técnico. No detectó movimiento, pero sí algo en el suelo.
​—Hay una gran concentración de material metálico no estructural a unos diez metros frente a la puerta —dijo Zara—. No es un cable. Parece...
​—Una mina de tierra activada por presión —terminó Ethan, el color se le fue del rostro—. El Dr. Thorne no confía en la tecnología; confía en las viejas tácticas. Una mina simple, enterrada superficialmente.
​—Si pisamos eso, el búnker se abrirá, pero nosotros volaremos en pedazos. Y sin el centro de comunicaciones, no sabremos dónde está la Fosa del Laberinto.
​Ethan se arrodilló, examinando el suelo. Su conocimiento de las trampas antiguas mayas y romanas le daba una ventaja inesperada.
​—Esta es una mina de fabricación militar reciente, pero el mecanismo de activación es primitivo, basado en el peso. Si aligeramos la presión... Escena: Islote Desierto de Rodas. Frente al búnker de Hydra.
​Ethan sabía que no tenían tiempo para la desactivación química. Tenían que entrar al búnker en los pocos minutos que les quedaban antes de que el gas sedante dejara de hacer efecto en el resto de la base.
​—Vamos a volar un agujero en el suelo —dijo Ethan.
​—¿Y qué hay de la alerta? —preguntó Zara, cubriéndose los oídos.
​—Ya estamos alertados. Esto solo les confirmará que estamos aquí, pero el camino estará libre.
​[Activación Controlada]
​Ethan localizó una gruesa cuerda de amarre que había sido abandonada cerca del muelle. Era perfecta: lo suficientemente fuerte para arrastrar la mina y lo bastante larga para darle distancia.
​Con extremo cuidado, usando solo la punta de sus dedos, Ethan trabajó en la tierra alrededor de la mina para deslizar la cuerda por debajo de la placa de presión. El sudor frío recorría su frente. Un movimiento en falso, y volarían.
​—Retrocede, Zara.
​Una vez asegurada, Ethan y Zara se retiraron rápidamente, buscando cobertura detrás de una pila de tambores de combustible vacíos.
​—¡Uno! —contó Zara.
​—¡Dos!
​—¡Tres!
​Ethan jaló de la cuerda con todas sus fuerzas. La cuerda enganchó la mina. Hubo un momento de silencio terrible, y luego...
​¡BOOM!
​La explosión no fue masiva, pero fue lo suficientemente fuerte como para que el estruendo se escuchara en todo el islote. La tierra y las rocas volaron, dejando un cráter humeante y abriendo el camino hacia la puerta de acero del búnker.
​[La Incursión]
​—Ahora saben exactamente dónde estamos —dijo Zara, desenfundando su pistola—. Tenemos diez segundos antes de que estén aquí.
​Corrieron hacia la puerta del búnker. Era un portal de acero sólido, diseñado para resistir explosiones.
​—Necesitamos la clave. O la llave de acceso —dijo Ethan, revisando el teclado numérico.
​—No hay tiempo. Usaremos un método más rápido.
​Zara sacó de su cinturón táctico una carga de termita de tamaño mediano. La pegó con precisión quirúrgica en el panel de control lateral de la puerta.
​—Esto fundirá el pestillo en cinco segundos. Aléjate.
​La termita encendió con un silbido blanco brillante y un calor intenso. El olor a metal fundido llenó el aire. En cinco segundos, la puerta cedió con un gemido metálico.
​Ethan y Zara entraron en el búnker. Era un centro de comando de alta tecnología, con pantallas gigantes que mostraban mapas del Egeo y, lo más importante, ¡cartas náuticas!



#1768 en Otros
#104 en Aventura
#312 en Acción

En el texto hay: aventura, acción , espionaje

Editado: 11.12.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.