Escena: Fosa del Laberinto. 1,700 metros de profundidad. Ethan y Zara descienden hacia el templo Minoico.
La oscuridad era total, solo rota por las luces de sus trajes de buceo asistidos. La presión era tan intensa que la cabina del submarino se sentiría como un huevo. Ethan y Zara eran puntos minúsculos, confiando en la ingeniería moderna para sobrevivir.
—La temperatura del agua es de solo 4 grados centígrados. Estamos cerca del fondo. El equipo de Thorne debe estar a menos de cincuenta metros de nosotros —susurró Zara por el comunicador de casco.
—Mira hacia abajo —dijo Ethan, su voz tensa.
Las luces de su traje revelaron el sitio: los restos de una antigua ciudad minoica, Kouros Kaminou, devorada por el mar. Los pilares de piedra y los muros cubiertos de sedimentos formaban un laberinto submarino natural.
[La Emboscada Bioluminiscente]
De repente, una serie de destellos bioluminiscentes, brillantes y de color rojo neón, se encendieron en la oscuridad que había delante.
—Eso no es vida marina natural. Es un patrón —advirtió Zara.
Antes de que pudiera terminar, una sombra masiva se deslizó desde el cañón. Era un calamar gigante, de al menos diez metros de largo, pero extrañamente marcado con anillos de metal y una luz roja parpadeante.
—¡Es un guardián entrenado por Hydra! —gritó Ethan—. ¡Mira los arneses! ¡Thorne lo usa como un perro de ataque submarino!
El calamar, guiado por los pulsos de luz emitidos por el equipo de Thorne, se lanzó contra Zara, confundiéndola con una amenaza. Sus tentáculos gruesos, armados con ventosas del tamaño de platos, golpearon el traje de Zara.
[El Combate en el Abismo]
La criatura marina era fuerte. El traje de Zara estaba diseñado para resistir la presión, pero no el desgarro.
—¡Estoy atrapada! ¡Necesito potencia máxima en los propulsores! —luchó Zara.
Ethan, a pesar de su terror, se lanzó hacia adelante. Su traje tenía un pequeño cuchillo de buceo acoplado al antebrazo, diseñado para cortar cables.
—¡Distráelo, Zara! ¡Voy por los ojos!
—¡No tienes la fuerza! ¡Te aplastará! —gritó Zara, mientras el calamar intentaba estrangular su traje. Escena: Fosa del Laberinto. 1,700 metros. El calamar gigante ataca a Zara.
El calamar gigante golpeó el traje de Zara. Las ventosas intentaron agarrar el visor, buscando el punto débil.
—¡Sus ojos, Ethan! ¡Ve por sus ojos! —gritó Zara, luchando inútilmente contra la fuerza abisal.
Ethan se lanzó hacia el lado del calamar. La criatura era una máquina de carne y músculo, pero Ethan, recordando sus clases de biología marina, sabía que los calamares usan tinta para desorientar.
[Bomba de Tinta]
El arnés de metal de Hydra que sujetaba al calamar tenía una pequeña cápsula metálica acoplada cerca de su manto, una modificación obvia para controlar o mejorar su camuflaje. Era la fuente de la tinta.
Ethan se acercó peligrosamente, sus luces brillaban en la piel húmeda y brillante del animal. Con el cuchillo de buceo en mano, Ethan apuntó con precisión. No a la piel, sino a la cápsula de tinta.
¡ZAS!
El cuchillo perforó la cápsula metálica. La tinta, una nube densa y negra, se liberó instantáneamente en el agua a alta presión. La visibilidad se redujo a cero.
El calamar gigante, ciego y desorientado por su propia arma de camuflaje, soltó a Zara. La criatura, en pánico, se disparó lejos hacia el cañón submarino, sus propulsores de tinta artificiales arruinados.
—¡Estás bien, Zara! ¡Pero estamos ciegos! —dijo Ethan, revisando su visor.
—Cincuenta metros al templo, Ethan. Tienen que estar allí —dijo Zara, recuperando el aliento—. ¡Vamos!
[Infiltración Oscura]
Usando la tinta para cubrir su aproximación, se dirigieron hacia el templo, guiados solo por las coordenadas de navegación y las débiles luces de los trajes de buceo de los agentes de Hydra.
Al llegar al sitio de Kouros Kaminou, la tinta comenzó a disiparse lentamente. Vieron dos agentes de Hydra, con trajes de buceo asistidos, trabajando cerca de un gran altar de piedra.
El altar no era de bronce ni de mármol. Era de obsidiana negra, extrañamente similar a la de la Reliquia de Aztlán.
—¡Es el punto de sacrificio! ¡Thorne va a colocar la Corona en el altar de obsidiana! —dijo Ethan.
Y allí estaba. Una forma brillante y dorada, con puntas afiladas, estaba siendo levantada del fondo del mar por un brazo robótico. Era la Corona de Poseidón. Escena: Templo Minoico de Kouros Kaminou. 1,700 metros. El Nautilus III está a la deriva.
La tinta se disipaba lentamente, pero el tiempo se agotaba. Los agentes de Hydra, iluminados por sus potentes focos, habían izado la Corona de Poseidón del sedimento. Era una pieza de latón dorado, increíblemente elaborada, con la forma de olas y tridentes. El brazo robótico se preparaba para ascender.
—¡Ahora o nunca! —gritó Zara.
[El Sabotaje de Reliquia]
Zara ignoró al agente que vigilaba. Su enfoque era el brazo robótico y la Corona. Sacó la Reliquia de Obsidiana de Aztlán de un compartimento sellado en su traje. La obsidiana, negra y geométrica, brilló bajo las luces.
Sabiendo que la obsidiana, un material volcánico, podía conducir o amplificar energía, Zara encendió el motor de mano de su traje y se lanzó.
El agente de Hydra la vio demasiado tarde. Levantó su rifle submarino.
¡BAM!
Antes de que el agente pudiera disparar, Zara golpeó con todas sus fuerzas la articulación principal del brazo robótico con la Reliquia de Aztlán.
No hubo explosión química, sino una descarga de energía pura. La Reliquia, al chocar con el metal del brazo, liberó una inmensa cantidad de energía estática almacenada.
El brazo robótico se detuvo. El metal se contrajo y se fundió. El motor del brazo estalló en un pequeño pulso de luz y burbujas.
El brazo se rompió, y la Corona de Poseidón cayó de nuevo, golpeando el antiguo Altar de Obsidiana en el centro del templo.
[El Eco de la Corona]
El impacto entre la Corona de Bronce y el Altar de Obsidiana no creó una explosión, sino una onda de choque sónica masiva que resonó en el abismo.
—¡Se activó! ¡Pero en el fondo del mar! —gritó Ethan, mientras la onda de choque hacía vibrar su traje.
El Hydra One en la superficie habría sentido la activación.
Los agentes de Hydra estaban desorientados por el pulso sónico. Zara aprovechó el caos para asegurar la Corona. La tomó del altar y la guardó en la bolsa estanca de su traje.
—¡Tenemos que irnos! ¡Thorne sabrá que fallamos y que tenemos la Corona! —gritó Zara.
Editado: 11.12.2025