La Corona Sangrienta

2

—Estas inusualmente de buen humor esta mañana —señalo un hombre de voz estoica—. ¿Sucedió algo bueno recientemente?

—Lo siento querido, pero ese es un secreto —respondió Madelaine sin poder esconder su júbilo—. ¿No es así Roiz?

Miro traviesamente al mozuelo que solo quería disfrutar de forma pacífica su desayuno, y le dedico un guiño en complicidad.

Aquel hombre solo le dedico una mirada escudriñadora, para luego sonreír en comprensión.

—Siendo así, no perseguiré más el asunto —Fue su sentencia final.

Wolfgang Rittinger Darcosco, general retirado del Reino de Galiana y señor del Ducado de Darcosco. Un hombre que forjo su carácter en la guerra, pero que aun así mantiene su faceta de esposo y padre amoroso.

—Por cierto hijo, ¿seguirás con las clases de esgrima? —pregunto Wolfgang

—Ese es el plan.

—Si esa es tu decisión, no te detendré.

—Agradezco tu comprensión padre.

Ellos pudieron cerrar el asunto, pero Madelaine no se quedaría callada.

—Yo aun me opongo. No me gusta la idea de que mi hijo salga herido por tal acto de bárbaros.

—Eso es algo duro de escuchar Madelaine —replico Wolfgang—, considerando que te casaste con un soldado.

—Ya estas retirado querido.

—Pero podría regresar si la situación lo requiere

—¿Y crees que yo te lo permitiría?

Mientras la tonta pareja discutía, Roiz se limito a mirar con irritación el fondo de su tasa. El café de hoy tampoco fue perfecto, pensó él.

—¡Y tu jovencito, no actúes como si nada de esto tuviera que ver contigo! —espeto la señora de la casa ya algo enfurecida.

Roiz alzo la mirada y dio un pequeño suspiro. De cierta manera, le molestaba que lo cuestionaran aun siendo tan claros los motivos de sus acciones.

—Lady Madelaine, ¿qué otra opción tengo? —dijo él con cansancio—. Desde que soy un sin talento en el campo de la magia elemental, lo único que me queda es tener un manejo decente de la espada.

De nada servía llorar sobre leche derramada.

—Tampoco es como si buscara ser un loco de la espada como mi señor padre.

Aquel último comentario, provoco que el loco de la espada en cuestión, frunciera el ceño en desacuerdo.

—Hasta mi propio hijo, sangre de mi sangre, se burla de mi —expreso Wolfgang mientas las comisuras de su boca temblaban ligeramente.

Pero aun con todo eso dicho, no pareciese que su madrastra fuera a ceder.

—Pero si tanto le molesta a Lady Madelaine, puedo reducir mi tiempo de práctica y dedicarlo a otra cosa.

Pensó con cuidado la selección de palabras, antes de formular una continuación a su disuasión.

—Como por ejemplo, al estudio de la teoría de la magia elemental.

Aquello tomo desprevenida a la pobre Madelaine.

—Dicho eso, estaré a su cuidado Lady Madelaine —sentencio él al mismo tiempo que le dedicaba una pequeña sonrisa a su madrastra.

Ella no esperaba que la discusión llegara a tan inesperada conclusión. Y por supuesto, no había manera de que tal resultado la dejara insatisfecha.

—Si lo único que querías era pasar más tiempo conmigo, solo tenias que decirlo —expreso ella sin ocultar su dicha—. No hay necesidad de que disfraces el asunto, tu pequeño bribón elocuente.

Mientras su madrastra se perdía en su propia felicidad, Roiz solo suspiro con cansancio y trato de disfrutar el tiempo restante del desayuno.

Wolfgang no pudo evitar mirar con admiración a su hijo.

No esperaba menos del futuro heredero de la casa Darcosco. Te has vuelto un experto en manipular el corazón de tu madre, pensó el viejo duque. No podría sentirse más orgulloso como padre.



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En el texto hay: politica, drama

Editado: 07.11.2018

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