Jadeít habría bajado a comer junto a Arryesgo con Káeli.
–¿Qué te parece la comida?– Preguntó Jadeít.
–No la he probado aún, pero realmente se ve buena.– Respondió Káeli.
–Muy bien, a propósito, ¿sabes cuándo vendrá Lyontari?– Le preguntó Jadeít.
–No lo sé, debe estar bañándose actualmente, pero realmente no sé cuánto se tarde.– Respondió Káeli.
–Bueno, esperemos no tarde.– Diría Jadeít.
Por su parte Lyontari estaba en efecto terminando de bañarse. Salió con una toalla y se fue a su habitación para secarse, tras eso se puso la misma ropa...
Sí, él no es la definición de hombre que cuide mucho su apariencia.
Jadeít por su parte se habría sentado a la mesa al igual que Arryesgo. Ella buscaba crear una plática con Káeli mientras llegaba Lyontari.
–Dime, Káeli, ¿qué tanto manejas tu magia?– Preguntó Jadeít.
–Pues, conozco varios hechizos, aunque sinceramente nunca tuve una gran educación mágica para el combate si es a lo que te refieres.– Responde Káeli.
–Comprensible. Estuviste en un reino ajeno donde como un civil cualquiera no necesitaría usar la magia para combatir.– Respondió Jadeít.
–Sí, solo aprendí a usar hechizos comunes.– Respondió Káeli.
–¿Sabes lo que es un arma mágica entonces?– Preguntó Jadeít.
–Jamás había escuchado de ellas.– Respondió Káeli.
–Lo supuse.– Sonrió y le explicó lo que eran. –Las armas mágicas son armas, sí, pero son forjadas netamente de magia.– Dijo Jadeít.
–Creo que puedo crear una espada así usando mi magia.– Dijo Káeli.
–No, no, no..., la espada que creaste esa vez que peleamos no es una espada mágica, es solo una espada creada con magia, pero no deja de estar hecha de acero, no de magia.– Recalcó Jadeít.
–¿Y qué ventajas tiene un arma así?– Preguntó Káeli.
–Una espada así te permite realizar hechizos y sacar el máximo potencial de tu magia. El arma es diferente por cada tipo de magia, incluso si son magias mestizas.– Respondió Jadeít.
–Eso me recuerda al Sacro Cetro, ¿tiene algo que ver?– Preguntó Káeli.
–Sí, sí, em..., el Sacro Cetro es el arma de armas, el arma suprema de la magia, la magia de 6 reyes, que solo puede tener el sacerdote supremo.– Respondió Jadeít.
–Claro, porque cualquier niño que nazca con las 6 magias, por la Maldición a la Endogamia Real, morirá, solo el sacerdote supremo no será afectado, al no nacer con esa magia.–;Dijo Káeli.
–En efecto, me sorprende que tengas esos conocimientos y no de las armas mágicas.– Mencionó Jadeít.
–Como dije, no me enseñaron magia de combate, pero estudié mucho al respecto de todo lo demás.– Respondió Káeli.
–Claro, claro. Quizás podría enseñarte a usarla, pero como tienes magia del aire, necesitarás aprender también a crear esa arma y fusionarlas, si no, será inútil.– Dijo Jadeít.
–¿A qué te refieres?– Preguntó con mucha curiosidad Káeli.
–Lo malo de tener dos magias, es que las armas reducen su potencia si solo usas una magia, pues para sacar su máxima fuerza, debes combinar todos tus tipos de magia. A Arryesgo le costó por eso mismo.–;Respondió Jadeít.
–Entiendo..., supongo será igualmente complicado para mí poder dominarla.– Dijo Káeli.
–El proceso es diferente para todos, hay personas talentosas y otras que tardan más.– Dijo Arryesgo.
–Eso es cierto también.– Confirmó Jadeít. –Ahora que lo pienso..., no te pregunté de dónde sacaste tu magia real.– Se cuestionó.
Káeli no había pensado en aquella posibilidad, pero entonces recordó la leyenda del rey Fair Cander, una donde el rey dejaba bastardos y después un hombre decide hacerse cargo del hijo bastardo y criarlo.
Káeli estaba pensando usar esa historia, pero se dio cuenta que no podría debido a que los reyes del aire la mayoría estaban muertos hace años en todo el mundo, lo que significaba que debía inventar otra excusa.
Pensándolo detenidamente finalmente llegó a una historia más decente.
–Mi padre tenía mi misma magia quien estuvo con mi madre, quien tenía la magia de aire, no sé si fue su abuelo o bisabuelo quien se juntó con un plebeyo dando como resultado a mi padre o abuelo. Lamento no tener respuestas concisas para vuestra merced, pero mi padre murió hace tiempo antes de decirme bien todo mi árbol genealógico, así que no lo sé.– Respondió Káeli.
–Interesante...tu sangre casi ha quedado intacta, incluso después de cuatro generaciones. Curioso sin duda.– Dijo Jadeít. –A propósito, no es necesario que me hables de vuestra merced, técnicamente eres casi una reina.– Mencionó Jadeít.
–Oh, está bien, ¿no le importa si igualmente la hablo de usted?– Pregunta Káeli.
–No, está bien, nos conocemos desde hace muy poco de todas formas.– Responde Jadeít.
Lyontari estaba bajando las escaleras dirigiéndose al comedor.
–Vaya, finalmente has llegado.– Dice Jadeít.
–Buenos días, Lyontari.– Dice Arryesgo.
–Buenos dïas, dormilón.– Le dice Káeli.
–Buenos días a todos.– Dice Lyontari mientras va a sentarse a la mesa del comedor.
–Bueno, ya que todos estamos presentes, ¿comemos?– Pregunta Jadeít.
Todos apoyaron la propuesta de Jadeít y comenzaron a probar la comida. Todos quedaron realmente satisfechos y muy gustosos, Arryesgo sabía cocinar muy bien.
Una vez que terminaron todos de comer y dar gracias por la comida, se pararon de la mesa y comenzaron a retirarse de la torre para empezar el viaje.
La carroza en este caso era jalada por caballos, por ende llegarían en menos tiempo del que tenían previsto Káeli y Lyontari.
Durante el viaje no hablaron mucho, había un silencio bastante incómodo, hasta que llegaron a una casa algo apartada de la ciudad, donde se escuchó a lo lejos a alguien gritando.
Unos policías estaban arrestando a un hombre que parecía normal, pero aún así, no solo lo tenían esposado si no además se veía que lo habían golpeado. Todos pusieron su mirada sobre aquel acontecimiento. Arryesgo iría deteniendo a los caballos.