A la mañana siguiente Likán se había levantado temprano, eran las 4 a. m. aproximadamente y ya estaba puesto en dirigirse al pueblo Kúspide del Wahe.
Likán estaba por irse, sin embargo entre la poca luz que había por la luna, pudo divisar una persona familiar, era Ámirra. Likán rápidamente volvió a casa y tomó la rosa que le regaló Jadeít y rápidamente fue detrás de ella.
Ámirra había seguido su camino con normalidad, pero comenzó a oír pasos a la distancia que se acercaban a gran velocidad y no pudo evitar alegrarse, comenzó a correr.
Likán notó como Ámirra había comenzado a correr e incrementó su aceleración; nunca se paró a pensar en lo que sus acciones podían provocar o lo que se podía malinterpretar de ellas.
La persecución de ambos continuó hasta que Ámirra lo perdió de vista. Likán resignado, regresó a su casa. No entendía porque había huido de él, pero ahora se le había hecho tarde y tenía que ir rápido a Kúspide del Wahe. Likán tomó un caballo que tenía y lo hizo galopar hasta aquel pueblo lejano.
El Sol comenzó a salir y Jadeít se materializó con Káeli para despertarla y evitar que la atrapasen dentro del granero.
–¡Ey, despierta! ¡Ya salió el Sol! ¡Es hora de irnos! Let's go!– Le grita Jadeít a Káeli en repetidas ocasiones intentando despertarla, pero ella parecía estar muy feliz en sus sueños.
Káeli tras varios intentos, finalmente despertó, Káeli se sacude la paja de su cara mientras bosteza.
–Muy bien, bella dormidora, ¡vámonos!– Exclama Jadeít a Káeli y esta abre la puerta el granero.
En efecto, a lo lejos ya habían hombres trabajando en el campo, no esperaron a que el Sol siquiera saliese. Káeli empezó a retirarse de puntillas intentando ser lo menos llamativa posible y pegándose al granero hasta rodearlo.
–Muy bien, creo que nadie me vio.– Diría Káeli continuando caminando hasta que sintió que había tropezado con alguien, al bajar la mirada se encontró con una niña que no dudó en empezar a llorar. –No, no, no.– Decía Káeli susurrándole mientras se agachaba para después cargarla. –Duérmete, niña, duérmete ya o si no viene Ziẋka y te comerá.– Le canta Káeli a la niña intentando apaciguarla.
La niña continuaba llorando sin consuelo, lo que llamó la atención de los granjeros que comenzaron a acercarse. Káeli estaba entre huir o disculparse, pero sin duda la situación se veía muy mal.
Los granjeros finalmente llegaron encontrándose a una Káeli indecisa si irse o no.
–¡Esperen, por favor! ¡No es lo que parece!– Exclama Káeli suplicando.
Káeli se esperaba cualquier cosa, todo menos que los granjeros comenzasen a bailar de alegría mientras la veían. Káeli volteó hacia ellos confundida.
–¡Finalmente un visitante!– Exclamó uno de los granjeros.
–¿Visitante?– Pregunta de lo más extrañada Káeli.
–Sí, visitante. No sabes cuánto hemos estado esperando que alguien se digne en entrar por aquí. Siempre pasan por mi granja, pero nadie quiere entrar, ni siquiera si dejamos la ventana abierta a ver si algún ladrón nos intenta robar.– Dice uno de los granjeros acercándose, se veía mucho más mayor que el resto; probablemente fuese el padre. –Y dígame, ¿qué la trae por aquí?– Le preguntó a Káeli.
–Yo estaba solo pasando, ya me iba, disculpe las molestias.– Dice Káeli avergonzada.
–⸘Cómo crees‽ ¡Si quiera déjanos invitarte algo!– Le dice el granjero a Káeli.
Káeli quería rechazar la oferta, pero estaba extremadamente hambrienta, por lo que en lo que menos pensó fue en rechazar la oferta.
Mientras Káeli iba con los granjeros, Likán finalmente estaba en Kúspide del Wahe, se le había hecho un poco tarde de lo esperado por él, pero no había rebasado el horario que le dictó su jefe.
Likán llama a Ámirra por un espejo telecomunicador y ella le contesta.
–Bvenu?– Le responde Ámirra checando quién era.
–Soy Likán, ya estoy en el pueblo.– Le informa Likán.
–Okay, apuntaré tu hora. Cualquier sospechoso llámame.– Le responde Ámirra.
–Sí, sí. Oye, a propósito...– Le empezaba a contar Likán.
–¿Sí?– Le responde Ámirra.
–¿Por qué estabas corriendo anoche?– Le preguntó Likán.
–Ah, ¿me viste? Oí que algún loco me estaba persiguiendo y comencé a correr sin siquiera voltear. Esta ciudad comienza a llenarse de imbéciles, no dudo que pronto hagan una limpia...– Le contesta Ámirra.
Likán iba a decirle que el que la había perseguido había sido él para "calmarla", pero finalmente cayó en cuenta de lo mal que sonaba eso. Likánse resignó y prefirió no contárselo.
–Sí, sí, tienes toda la razón...– Le responde Likán. –Bueno, eso era todo. Buen día.– Le desea Likán.
–Buen día.– Le devuelve el deseo Ámirra y la videollamada se corta.
Mientras tanto Káeli se encontraba conociendo a la familia completa.
–La niña que conociste es Roza.– Dice el granjero más grande.
–¡Qué monada de nombre!– Dice Káeli mientras ve con ternura a la niña, en el fondo fingía un poco, aunque sí le parecía lindo el nombre de todas formas.
–Mis otros dos hijos son Áncropos y Novn y yo soy Wik.– Dice el granjero mayor a Káeli presentando al resto de la familia.
Káeli notó la ausencia materna inmediatamente, pero pensó que sería muy descortés preguntar, por lo que prefirió quedarse callada, en su lugar siguió comiendo de los frijoles que le habían servido, probablemente los más deliciosos que alguna vez había probado, quizás por el hambre.
Una vez que terminó de comer, se despidió y agradeció a todos para después retirarse. Era muy temprano, sí, pero había mucho tramo que recorrer.
Antes de irse, la niña Roza insistió en regalarla unas bolas de semillas de sésamo o máqiú.
Likán continúa su turno de vigilancia. Pasan las horas y todo parece tranquilo. No nota ese día a nadie sospechoso, no había recorrido todo el pueblo, pero igualmente el resto le tocaría a su relevo en cualquier momento. Eran las 4 p. m. y no había señales de Liflï quizás se le había hecho tarde. Likán quería irse, pero sabía que tenía que esperar a su relevo, no podía simplemente dejar el lugar "sin vigilancia". Liflï finalmente llegó y saluda a Likán.