Káeli y Lyontari habían regresado a casa, Elafê aún no regresaba, por lo que tuvieron que esperarla adentro. Káeli pensó que le gustaría ser recibida a su amiga por una taza de café, así que viendo la hora que era, esperaba que llegase en cualquier momento, así que comenzó a prepararse y a llenar la tetera para tener el agua ya hervida, lista para su consumo.
Káeli tomó una cajetilla de cerillos, sin embargo, la humedad de sus manos provocó que por más fricción que hiciese en las parte laterales de esta, el cerillo simplemente no produjese la combustión.
–Káeli, creo que tienes las manos mojadas, seguramente te salpicó agua cuando llenaste la tetera.– Dijo Lyontari mientras se reía en voz baja de los intentos inútiles de Káeli.
–Ay, no me digas eso…– Dijo Káeli secándose en la ropa la humedad, pero al tratar de hacerlo nuevamente, la humedad ya había estropeado la zona de fricción, por lo que el cerillo solo se estropeó, quedándose sin fósforo.
Lyontari la aparta y con un hechizo hace comenzar a hervir el agua.
–Creo que ahora es cuando debes vaciarle el café.– Le comenta Lyontari a Káeli.
–¡Ah, sí!– Responde Káeli quien se había quedado atontada viendo a Lyontari.
Lyontari voltea a ver a Káeli y nota cómo parece estar un poco distraída.
–¿En qué piensas?– Le preguntó Lyontari a Káeli.
Káeli voltea a ver a Lyontari algo impresionada que se fuese dado cuenta, pero vuelve con lo que estaba haciendo hasta que encuentra las palabras correctas.
–Mañana tenemos que salir muy temprano y necesito planificar por dónde iremos para ahorrar dinero.– Responde Káeli.
–¿Qué tan lejos queda aquel lugar?– Preguntó Lyontari.
–No tanto, pero está fuera de la zona metropolitana, la rodea una colonia llamada «Da Ċapulín».– Responde Káeli sellando la tetera y esperando que el café se infusione.
–¿Cuánto tiempo crees que nos tome ir y venir?– Le pregunta Lyontari.
–Probablemente… podamos ya estar aquí por… el mediodía.– Responde Káeli.
–Vale, no suena tanto… Yo creo que con unos emparedados estaremos perfectos.– Mencionó Lyontari.
–Sí, creo que por aquí había pan de centeno… en algún lado.– Dice Káeli hurgando entre la alacena de su amiga.
El tiempo pasa y Káeli ya había terminado los preparativos, pero su amiga no aparecía por ningún lado; Lyontari se da cuenta de esto por lo que se acerca a Káeli.
–Creo que Elafê no volverá.– Comenta Lyontari.
–No digas eso, ella no tiene dónde más quedarse… ¿Dónde podrá estar?– Dice Káeli que estaba a preocuparse más y más.
–Seguro está bien, quizás se le hizo tarde y se quedó con alguien.– Dijo Lyontari más calmadamente.
–No lo creo… Ella no es así, aunque…– Dijo Káeli comenzando a recordar vagamente.
–¿Aunque qué?– Le preguntó Lyontari.
–Nada importante…– Dice Káeli sacudiendo sus ideas. –Solo una tonta teoría.– Agregó Káeli mientras se disponía a seguir esperando a su amiga.
–¿No crees que al menos deberíamos comer? Ya es noche y si no llega, el café se habrá enfriado sin razón.– Cuestiona Lyontari.
–Quizás tengas razón…– Dice Káeli mientras aún se mantiene firme a esperar.
–Vamos, confía en mí.– Le pide Lyontari a Káeli que buscaba distraerla.
–No lo sé… Yo…– Dijo Káeli, pero se interrumpió al comenzar a analizar su propio comportamiento. –¿Por qué no puedes confiar en él? Confianza… ¿No fue de eso lo que dijo mi padre?– Se preguntó Káeli.
–Bueno, creo que podemos esperarla un poco más.– Dijo Lyontari cediendo.
–Él sí puede confiar en mí… Él confió en mí, aun cuando era mi esclavo… ¿Por qué él confía en mí?– Se preguntó Káeli hasta finalmente tomar una decisión, algo impulsiva probablemente. –No… tienes razón, vamos a comer.– Dijo Káeli levantándose de la silla en la que había estado esperando y dirigiéndose a la tetera.
Káeli sirvió dos tazas y junto con unas rebanadas de pan consumieron su cena nocturna; los dos disfrutaron mucho aquello, el hambre se había acumulado y no perdonaba, sin embargo, tal y como había predicho Lyontari, Elafê no apareció por ningún lugar. Káeli decidió aprovechar aquel tiempo convocando al espíritu de su padre.
–¿Qué se te ofrece?– Preguntó el espíritu.
Káeli ahí estaba frente a él nuevamente: El espíritu de su padre, como siempre, ajeno a cualquier tipo de familiaridad, un simple espejismo. Káeli dio un suspiro que no debía comenzar a sobrepensar y continuó.
–Necesito un hechizo para poder ver el pasado de algún lugar.– Pidió Káeli.
–Eso ya puede hacerlo, señorita, el funcionamiento de ese hechizo es el mismo que el que me pidió para usarlo con su amiga y mostrarle lo que había vivido, solo necesita cambiar las palabras, pero en esencia, es el mismo.– Respondió el espíritu de su padre.
–Oh, vaya… Bueno, muchas gracias y disculpa las molestias.– Dijo Káeli bajando la mirada con vergüenza.
–Si me lo permite, la noto muy afligida desde mi aparición…– Dijo Pateras haciendo que Káeli voltease a verla. –Solo puedo decirle que si, por algún motivo, quiere reencontrarse con alguna persona, por ejemplo, su antigua maestra, podrá hacerlo en el Cielo.– Agregó el espíritu intentando consolar a a Káeli.
–¿En serio nos volveremos a encontrar ahí?– Preguntó Káeli con duda.
–No puedo jurarlo, pero puedo asegurarle que la posibilidad está ahí. Debe tener fe.– Respondió el espíritu.
–Fe…– Decía Káeli reflexionando aquel término hasta que el espíritu de su padre la trajo de vuelta.
–Señorita, la fe es una de las cosas más importantes en las que debe trabajar, confiar ciegamente es tan humano como respirar el aire que no vemos, pero no porque no lo veamos no existe y diariamente confiamos ciegamente en nuestro cuerpo que seguirá respirando sin la necesidad de que seamos conscientes de ello: Las preocupaciones son un peso enorme que no la dejan despegar sus pies del suelo y ser alzada por el aire hacia los cielos. El aire es un fluido, mucho más que el agua, no intente atarse a un lugar y sea libre como él.– Terminó Pateras su analogía.