Al terminar la ceremonia, todos comenzaron a ser escoltados hacia sus casas, sin embargo, Káeli entonces sus ojos se iluminaron por sí solos. Lyontari que estaba junto a ella se alertó y volteó a verla.
–Káeli, ¿qué pasa?– Le preguntó.
Sin embargo, Káeli a penas regresó, se abalanzó encima de Lyontari y lo tiró al suelo.
–¿Káeli?– Preguntó Lyontari mientras se intentaba levantar, sin embargo, los gritos de la gente hicieron alarmar a Lyontari, quien al ver a Káeli, vio como una flecha hechizada estaba atravesándole el estómago. –⸘Káeli‽– Lyontari intentó sacar la flecha cómo pudo, pero era imposible, estaba totalmente atorada.
–Es una flecha mágica, Lyontari..., es como la que mató a Jadeít...– Dijo en voz baja mientras lo veía.
La gente comenzó a llamar a los médicos que podrían quitar el sello de la flecha y capaces de atender una situación así, pero Káeli estaba perdiendo mucha sangre muy rápido: No llegarían a tiempo.
–¡Káeli, no, no, no me dejes!– Suplicó Lyontari impotente.
–Tranquilo, estarás bien. Nos volveremos a ver... Solo... déjame ver tu rostro una última vez...– Dijo Káeli mirando atentamente a Lyontari.
Lyontari desconsolado vio a su amada una última vez, mientras sus ojos se iluminaron una última vez.
–Vaya, conque así era como te verías con cabello rubio... Te queda bien.– Dijo con sus últimas fuerzas, antes de desplomarse y los médicos comenzasen a oírse llegar.
Lyontari abrazó con fuerza una última vez el cuerpo de su amada y mientras los médicos lo apartaban, este volteó hacia la dirección de donde había venido la flecha. Ahí aún estaba la silueta de aquel que había asesinado a su amada y entonces desapareció.
Lyontari intentó cómo pudo soportar el mar de emociones que lo estaban impactando, pero le era imposible, derramando lágrimas de rabia mientras un fuego crecía en su pecho, un calor intenso con la fuerza de ciento veinte soles, pero lo dicho no era una simple analogía, realmente estaba ardiendo.
Aquella gema que había estado llevando consigo comenzó a brillar con una luz sin igual en aquel momento, alimentada de las emociones de Lyontari, esta lo rodeó de un aura de fuego intenso y sus ojos se llenaron de grandes llamas. Lyontari entonces, cegado por sus emociones, comenzó a trepar el edificio, en busca del asesino.
Al llegar a la cima, divisó la figura del asesino moviéndose con agilidad entre las estructuras. Lyontari no perdió tiempo y lanzó una ráfaga de fuego en su dirección, el cual no impactó directamente contra él, pero fue lo suficiente para desequilibrarlo y hacerlo caer del tejado.
Lyontari se acercó rápidamente esperando que ese hubiese sido su fin, pero aquel hombre estaba corriendo por las calles rápidamente, casi como una bestia. Lyontari continuó con su persecusión, sin una pizca de cansancio y apresurándose más y más, comenzando incluso a derretir todo aquello que sus pies tocaban.
El asesino, aún aturdido se resbaló en un momento, intentó levantarse, pero Lyontari ya lo tenía acorralado, por lo que tomó al desconocido asesino entre sus brazos de los hombros y le apartó la capucha blanca que lo tapaba, mostrando una máscara de lobo blanco, por lo que Lyontari ouso su mano sobre ella y la hizo pedazos en sus manos, desvelando la identidad de aquel asesino, quien tenía una gran quemadura en la lado del ojo derecho.
–⸘Likán‽– Preguntó Lyontari, escéptico de lo que estaba viendo. –¡Pensé que estabas muerto!– Exclamó.
–Apuntaste mal, igual que hoy...– Le respondió con o su voz llena de odio y sin remordimiento.
Lyontari consumido por la ira comenzó a cargar una potente ráfaga de fuego en su mano, pero Likán ni se inmutó.
–Hazlo, ya cumplí mi prometido. Me arrebatasteis mi lugar en el Reino, a mi princesa y mi dignidad, tan solo quedándome mi sangre, así que tómala.– Declaró sin miedo en sus ojos.
Lyontari lo vió con rabia, pero cuando iba a acabar con él, se levantó y lo empujó contra el suelo.
–Nosotros no te quitarnos a Jadeít, vos mismo te la quitaste, incluso ahora, debe seguramente estar iniciando su nueva vida, mientras vos sigues obsesionado enfermizamente con ella.– Le dijo Lyontari.
–⸘Por qué me dices ese tonto monólogo‽ ¡Solo mátame!– Le respondió Likán.
Lyontari lo miró con desprecio y sacudió la cabeza.
–No tiene sentido matar a algo que ya está muerto, eso es lo que ella diría, será mil veces mejor que te pudras en la cárcel.– Dijo Lyontari y se dio la vuelta, viendo a los policías aproximarse.
Likán se levantó rápidamente e intentó huir, por su parte Lyontari solo miró al cielo cian mientras sus flamas se apagaban.
–Nos volveremos a ver... en otra vida.– Se prometió.
Han pasado varios años desde aquel trágico incidente y muchas cosas han cambiado: Naciones nuevas han nacido, guerras se han luchado nuevamente y la monarquía ha desaparecido en su totalidad.
–No espero que puedas entenderlo...– Dijo una chica con el cabello carente de melanina.
–No entiendo porqué quieres ir y justo ahora, finalmente tenemos una nación propia ¿y quieres irte a esas naciones gobernadas por aquellos que nos esclavizaron? Tienes razón, no puedo entenderlo.– Dijo el chico con el que estaba conversando aquella chica.
–Las magia es lo peor que nos pudo pasar como humanidad. ¿La salvación de la humanidad? Me hace reír esa aseveración. Mi gente ha vivido perfectamente todos estos años sin esa tonta magia y ha logrado perfectamente sobrevivir. Nunca necesitamos esa tonta magia.– Le respondió la chica albina.
Aquella chica se acercó hacia una mochila y comenzó a prepararla, para después volteae a ver al chico.
–Yo mejor que nadie sé cuánto mi gente ha sufrido por haber estado viviendo bajo el yugo todos esos esclavistas, no me lo tienes que repetir y también sabía de lo que era capaz mi gente, por eso los apoyé en esto en primer lugar. Sé que está mal que vaya a ayudar a una persona así, lo sé bien.– Dijo para continuar guardando cosas en aquella mochila, principalmente gemas de varios tipos.