"¡Tengo un romance con alguien de la corte real! ¿No es genial Beatriz?...Saldré caída la media noche y volveré al amanecer, recuerda que es un secreto, ¿vale? Evita que se percate mamá"
Aquello fue lo último que supe de tí antes de verte partir, antes de que te arrebataran de mi vida para siempre, hermana mia.
-',🎭—————🎭,'-
La máscara que sostenía temblaba entre mis dedos. Durante aquella semana, esta se convertiría en mi mayor aliada, mi fiel compañera y la clave para averiguar aquello por lo que había venido, averiguar quien de aquel palacio había asesinado a mi hermana dos años atrás.
Con mi dedo índice, acariciaba el encaje que recubría aquel antifaz verde jade, que acompañaba en sintonía con el vestido prestado.
Dudé, me arrepentí profundamente en el primer instante en el que me cedieron la lujosa habitación en la que me hospedaría los próximos días. Casi hubiera preferido que me hubieran descubierto, obligándome a abandonar palacio, pero para mi mala suerte, la corte estaba demasiado ocupada como para preocuparse por investigar la familia de origen de cada invitado al evento.
—¡Oíd! ¡La ceremonia de iniciación se dará pasadas las doce en la entrada de Palacio! ¡Porten sus mejores prendas caballeros y damas!.— Vociferó el heraldo oficial, paseándose por los pasillos .
Apenas pasada la hora de comer y con mucho tiempo libre, había llegado a mis oídos que estaba permitido pasear por los alrededores, sin embargo, prefería asentarme y prepararse para la tan complicada situación que se presentaría tras cruzar esas puertas llegada la hora.
El resto de las señoras habían venido acompañadas de sus damas, que las vestían y preparaban impecables para la ocasión. No obstante, yo carecía de eso, ya que mi posición social no era la idónea para este evento, por lo que debía hacerlo sola.
Pocas veces había obtenido el privilegio de vestir tales ropajes caros, así que poseía un conocimiento nulo sobre como se ajustaban o cual sería su cuidado ideal.
Me acerqué al gran espejo dorado que presidía la habitación, y con dudas comencé a ajustar los pequeños pliegues del vestido, tratando de no arruinar la delicada tela que parecía gritar riqueza pura.
Cada hebra de mi cabello oscuro y desordenado parecía rebelarse, tratando de escapar del recogido que mi hermana misma me enseñó en sus días de vida. Solía usarlo con frecuencia, pero aquel día los nervios me entorpecían, y nada parecía salirme bien.
A pesar de ello, tras unos momentos de frustración conseguí que mi peinado luciera lo suficientemente elegante como para pasar desapercibida entre aquel montón de gente de poder.
Sorprendentemente me adapté rápido a la ausencia de oxígeno que me provocaba aquel corsé, pero como muchos decían, la belleza es sufrimiento ¿no es así?.
El tiempo fluyó deprisa entre polvos y joyas, eché un último vistazo al espejo, pensando en voz alta.
—Irreconocible...— No conocía a aquella mujer reflejada, poderío y lujo se quedaban cortos para describirla.
Adelaida, amiga de mi madre, nunca sospecharía que su vestido sería usado para infiltrarme en la corte. Le agradecí en silencio mientras ajustaba la preciosa máscara sobre mi rostro.
Una última bocanada de aire, un último instante de duda.
Y crucé la puerta, directa a la boca del lobo, que en cualquier momento podría morder.