—¿El tiempo? —respondí, intrigada.
—Te lo repito, querida: debes salvar el tiempo.
—Pues eso lo entendí —dije con una media sonrisa—, pero no comprendo de qué debería salvarlo… espera no me digas que debo derrotar a un rey demonio también—pregunté, medio en broma.
—Ojalá fuera tan simple —respondió Drusila, sonriendo.
—Pues soy toda oídos, Drusila.
La verdad es que Drusila nunca dejaba de sorprenderme. Después de todo, ella fue quien me transformó. Así que si necesitaba de mi ayuda, debía ser algo muy serio.
—Verás, Claudia… Yo soy una guardiana del tiempo. Pertenezco a una organización que vigila el normal transcurrir de la historia. Una terrible presencia fue detectada a mediados del siglo XVIII: una bruja proveniente de un mundo alterno intenta transformar nuestro mundo a la imagen del suyo, usando un poderoso hechizo contenido en el Libro de los Mundos. Es un texto capaz de asimilar un mundo entero, volviéndolo un espejo de los deseos e ideas de quien lo conjura.
—¿Una bruja? ¿Y lograron detenerla?
—Lo intentamos —dijo con una sombra en la voz—. Era muy poderosa. Logramos ralentizar los efectos del hechizo, limitándolos a la época en que fue lanzado. Pero… me envió a mí a esta era, junto con fragmentos de su conjuro. Lo que permanece aquí no es magia común: son residuos que alteran corazones, almas… No pueden purificarse con hechizos o ciencia. Necesitan otra clase de magia. Una más poderosa: la que nace del corazón humano. La compasión, la ternura, el amor sincero. Esa es la única fuerza capaz de revertir lo que ella ha dejado.
—¿Pero por qué no puedes hacerlo tú?
—Me veo bien como sacerdotisa de Venus —sonrió—, pero por desgracia, mis actos aquí no bastan. No soy parte de esta época. Vengo de mucho más adelante que tú. Por eso necesitaba a alguien que no estuviera corrompido por los residuos del hechizo… pero que al mismo tiempo tuviera un lazo profundo con esta era. Un lazo de admiración, de fascinación… uno que guiara tu corazón y le permitiera tomar la forma que más se identificara con tu deseo de hallar tu propósito.
—¿Y esa forma fue… la de cortesana?
—El amor tiene muchas formas, Claudia. Y la purificación también. Piensa en Silvia, en cómo ha cambiado desde que llegó. Piensa en el viajero que consolaste. Tú no solo das placer; das consuelo, comprensión. Eso también es magia.
Hice silencio. Las palabras de Drusila flotaban en mi mente como ecos antiguos. Me sentía abrumada… pero también viva.
—Entonces… ¿yo viajé hasta aquí por ese lazo con esta época?
—Exactamente. Tú tenías esa conexión profunda. No te traje yo. Tu alma llegó por sí misma. Lo que hice fue ayudarte a despertar esa forma que ya estaba latente en ti. Por eso no solo pudiste venir… también podrías volver, si alguna vez lo deseas.
Recordé entonces el incidente con la estatua. Tal vez ese sentimiento de admiración era más profundo de lo que creía. Mientras pensaba, Drusila se retiró por un momento y volvió con una pequeña bolsita. Al abrirla, sacó un collar con un reloj de arena diminuto. Me llamó la atención que los granos en su interior eran de un color violeta brillante. El reloj, en sí mismo, era delicado, con patrones dorados y símbolos que no podía descifrar. Era hermoso. Sentía un impulso extraño de tenerlo cerca.
—Vamos, tócala. No muerde —dijo con una sonrisa cómplice.
Me acerqué. Al tocarlo, un resplandor dorado brotó de él, como si mariposas hechas de luz revolotearan a mí alrededor.
—¿Lo ves, querida Claudia? Esa reacción te hace la persona indicada para esta misión. No has sufrido los residuos del hechizo, y al mismo tiempo, estás conectada profundamente a este lugar.
Comenzó a mover el reloj y me mostró que, entre los granos violetas, había algunos granos blancos. Eran pocos, pero brillaban con fuerza.
—Tus acciones en esta época están transformando los granos violetas en blancos. Cuando todos se hayan vuelto blancos, los residuos del hechizo habrán desaparecido. Y esta época estará a salvo… al menos, por nuestra parte.
—Esto es tan mágico… tan bello.
—Esa belleza siempre ha sido parte de ti —dijo con ternura—. Solo que, a veces, la gente mira más con los ojos que con el corazón. Pero este lugar… este lugar será especial.
—Siempre deseé ser parte de algo —confesé—. Cuando miraba películas, nunca lograba encontrarme en los personajes. Siempre sentía que me faltaba algo. Que nunca estaría a la altura. Por cómo era… por cómo veía el mundo… por cómo interactuaba con los demás. Y ahora… siento como si cada pieza encajara. Como si cada momento de pena, de soledad… me hubiera traído hasta aquí. No puede ser casualidad, Drusila.
Le sonreí con los ojos brillando.
—Vamos a salvar el tiempo juntas.
Drusila me devolvió la sonrisa. En ese momento, ya no solo me sentía útil… era algo más profundo.
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Mi mente imaginaba qué clase de actos debería realizar. Quizás, con un dejo de heroísmo, me veía como una chica sacando poderes mágicos con la pureza del corazón… pero la realidad me golpeó de pronto.
Ahí estaba, atendiendo a un cliente que se relajaba en mi regazo. Lo conocí hace un par de días; su nombre es Marcus y es una especie de filósofo y escultor. Al parecer, se quedará un tiempo en la ciudad antes de volver a Atenas. Según me dijo Drusila, había pagado tan bien que, literalmente, debía estar con él todo el tiempo.
—¿Te encuentras bien, querido? —le dije mientras le ofrecía una uva, colocándosela dulcemente en la boca.
Se veía tan relajado… Le di una sonrisa mientras mi mirada se deslizaba tras la cortina. Pude ver los pies de Silvia. No sé si se escondía ahí por gusto, curiosidad o por juego. Decidí no pensar mucho en eso y me entretuve acariciando el cabello de Marcus, quien parecía fascinado desde que me vio.
Comenzó a hablarme de filosofía y se sorprendió con algunos de mis razonamientos, diciéndome que nunca había conocido a una mujer tan interesada en lo abstracto, y que viera el romance con tanta claridad, espiritualidad y calma.
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viajes en el tiempo, cambio de genero, isekai o reencarnación en otro mundo
Editado: 08.11.2025