Así vino el día de la procesión. Todo hacía indicar que algo importante podría pasar, y yo me miraba ante el espejo. Debo reconocer que me había acostumbrado a no salir mucho (de hecho, en mi vida pasada rara vez salía por placer, sino para hacer diligencias). ¿Debería considerar esto una diligencia? Entonces noto que Silvia me miraba fijamente al rostro, muy cerca, casi a centímetros de mis labios.
—Se me hace difícil imaginarte como chico... ¿realmente eras uno? —dijo.
Silvia siempre me hace sonrojar con ese tipo de preguntas.
—Sí, pero al llegar aquí cambié, y soy como ya ves. Espero que eso no te complique.
—No es como que tuvieras muchas opciones, Claudia, pero si me pides mi opinión sincera... si fueras un chico, serías maravilloso. Aunque también me hace sentir bien que tengamos más cosas en común —sonrió tímidamente.
—Supongo... esta procesión debe ser importante.
—Y lo es —mientras pensaba en profundizar mi respuesta, sentí unos brazos abrazándome. Era Drusila, que apareció por detrás—. Mira, te traje este conjunto. Estoy segura de que te encantará.
Silvia lanzó una mirada traviesa.
El conjunto era muy bello. La túnica blanca, ligera, caía amoldándose a cada detalle de mis curvas, realzando mi busto. En la parte inferior, me sonrojé al notar una abertura lateral que dejaba ver la mayor parte de mis piernas. Era hermoso de ver… y de lucir.
— ¿Eso no me hará ver muy provocativa? —No dejaba de mirarme. Esa persona, esa imagen... soy yo. Se me hacía cada vez más habitual. Me sentía como dentro de una fantasía de la que temía despertar y encontrarme otra vez en mi cuarto.
Drusila no pudo aguantar una risita.
—Eres una cortesana, no una sacerdotisa. Debes acostumbrarte a ser el centro de las miradas. Además, te verás tan linda, provocativa pero sin ser vulgar. Y con el apoyo de Marcus, podremos avanzar en nuestra misión. Recuerda: el tiempo es dinero… aunque en nuestro caso, sería al revés. Silvia, dale unos retoques al rostro de Claudia.
Tengo la sensación de que me ven como una muñequita que visten a su antojo. Cuando vi a Silvia con un cinturón dorado ancho, con curiosos grabados, me lo ajustó —quizás demasiado— a la cintura.
—Dado que eres linda, hay que sacar el máximo provecho —dijo traviesamente.
—Ay... y yo que creía que ya me había acostumbrado a la ropa ajustada...
—Si necesitas ajustes —Drusila me miró con los mismos ojos que usó cuando me transformó—, estos brazaletes serán perfectos. Créeme, amarás tenerlos... tienen mi toque especial.
Me quedé pensando en lo que quiso decir.
Marcus pasó a buscarme (según el plan de Drusila, ella y Silvia estarían vigilando durante la procesión). Marcus se hacía notar mucho... o quizás yo lo veía más atractivo. Me puse la mano en la frente quizás tengo fiebre.
—Deben ser las hormonas —pensé.
—Te ves preciosa —dijo, acercándose y dándome un beso.
—Me alegra verte tan efusivamente contento.
Pude escuchar a Drusila refiriéndose a Silvia:
—Ahora no habrá cortinas…
Salir al exterior era algo relativamente nuevo para mí, y más aún, junto a un galán como Marcus. ¿Realmente la gente salía por algo más que comprar víveres o pagar cuentas? Todo eran experiencias nuevas para mí. Me sentía caminar entre nubes, sonriendo a Marcus, quien al parecer se sentía orgulloso de verme contenta. Miré hacia atrás y sonreí: tras unas ánforas, pude notar la silueta de Silvia. No me sentía sola.
Me enfocaba en los pequeños detalles de la ciudad. Mientras los hombres pasaban y me miraban —si bien no era la primera vez—, la sensación de ser admirada me hacía sentir más plena. Al punto de que noté que mi caminar se volvía más digno, más erguido... con una nueva alegría.
—Se te ve muy feliz, querida —dijo Marcus.
—Sí, es una procesión especial. Además, mira el cielo: brillante en su plenitud. El aroma a incienso, mirra y hierbas, la gente, el sol brillando sobre el mármol... siento que vivo la historia —me alegré mientras nos acercábamos a la procesión.
La gente sonreía en murmullos suaves, como olas de mar que llevaban emociones, sueños e ilusiones de los presentes. Tanta tranquilidad era muy perfecta y entonces ¿Porque sentía ese presentimiento?. Como no podía definirlo decidí centrarme en la gente en su música en sus quehaceres
Vi a muchas jóvenes vestidas con túnicas largas blancas, llevando cántaros, ofrendas y vasijas de aceite de oliva, frutas... Esos murmullos eran muestras del cariño y devoción de las personas. Me imaginaba la cara de póker de Silvia. De pronto, al avanzar un poco más, pude ver a las sacerdotisas: las legendarias vestales que danzaban portando el fuego sagrado entre suaves ecos de flautas y cítaras que se elevaban al cielo.
Era mágico. Era vida.
Marcus me tomó de la cintura. Había olvidado un poco que estaba acompañada. Me acurruqué a su hombro; fue casi instintivo.
—Eres tan inspiradora como una vestal —susurró.
Sus palabras me hacían feliz. Deseaba que Silvia también se sintiera feliz. "Soy una cortesana", pensé. "Me entregaré a querer a las personas, sin más egoísmo que su felicidad." Y sonreí al pasar por un puesto de pescado seco...
De pronto, una mujer vestida como una sacerdotisa vestal apareció entre la procesión, blandiendo un cuchillo y dirigiéndose hacia Marcus. Su mirada transmitía ira y furia
—Así que arrancaste a esta ciudad... ¡enfrenta tu destino, traidor!
Marcus trató de protegerme la visión del cuchillo acercándose me dejo paralizada contemplando cada segundo como este se acercaba, y cuando el cuchillo parecía estar a punto de herirlo, mi brazalete brilló. El golpe fue rechazado por algún tipo de campo de energía; el cuchillo salió volando. La sacerdotisa me quedó mirando, atónita.
— ¿Cómo te atreves a desafiar los designios de la Diosa Laporia
—¿De qué estás hablando? ¿De qué designios hablas?
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Editado: 08.11.2025