La Cortesana del Tiempo

El sonido de una Guitarra

Los últimos rayos de sol iluminaban tenuemente nuestros rostros mientras llegábamos al pueblo. Yo intentaba seguirle el paso, pero entre mi cansancio y la sensación de llevar ratones muertos en el bolso, era una experiencia “diferente”, por decir lo menos. A Silvia le encantaba verme en esa pequeña lucha interna.

—Ya falta poco, y con lo que nos pague el gremio nuestra economía estará mejor. Recuerda que debemos financiar nuestro hostal termal para purificar el terrible hechizo que se cierne sobre nuestra ciudad —dijo con entusiasmo.

—Sip, Silvia, te has vuelto tan animosa estos días —respondí, aunque realmente se me hacía difícil seguir su ritmo, más aun cargando con aquellos ratones muertos.

—Mmm… quizás solo necesitaba sentir que mi vida tenía alguna utilidad. Me ha motivado mucho, y entre Drusila y tú han hecho que acompañar a una cortesana sea algo especial. No como una esclava, sino como una compañera, como una igual.

—Así es, Silvia. Más allá de mi pasado, ahora somos iguales.

¿Por qué siento un déjà vu?

Al llegar al gremio, Silvia cobró la recompensa mientras yo me dedicaba a observar el lugar, lleno de vida. La gente conversaba en grupos, había muchas mujeres también. Sin duda el entorno me recordaba a los clásicos RPGs: debía ser divertido ir de misión en misión. Reinaba la camaradería; algunos reían, otros planificaban… y todo aquello me hizo sentir un poco nostálgica. Pero al ver a Silvia, me sentí mejor y decidí concentrarme en el gran tablón de madera. Destacaban diversos papeles y pergaminos que mostraban las distintas misiones y, claro, el anuncio del concurso de poesía.

Mientras me entretenía con esos detalles, los hombres me seguían devorando con la mirada. Suspire y respiré hondo al escuchar los murmullos: “la consoladora legendaria”. Ese sobrenombre me perseguirá por siempre… Decidí fijar mi atención en el mostrador, donde Silvia cobraba con alegría su recompensa. Al ver su amplia sonrisa y el saquito de monedas en su mano, sentí alivio: por fin no tendría que cargar más con esos ratones.

—Sé más cuidadosa, Silvia. Pueden haber bandidos —le advertí.

—Pues entonces ellos deberán tener cuidado —respondió con una confianza que me sorprendió mucho.

Salimos del gremio ya con el anochecer encima, cuando a lo lejos escuché los acordes de una guitarra. Eran notas melancólicas, que invitaban a pensar y reflexionar, con un dejo de tristeza y nostalgia. Traté de ubicar su origen, pero no pude. Fueron instantes extraños, bajo la luz de la luna.

—¿Sentiste eso, Silvia? Ese instrumento es de mi mundo. No debería estar aquí… ¿será la carta de presentación de alguien?

Silvia solo encogió los hombros.
—Aquí les esperamos.

Drusila nos recibió de buen humor, al punto de organizar un mini banquete. De buena gana escuchó el relato de nuestra aventura. Pensé que no era necesario mencionar lo de los acordes de guitarra que había oído al volver, así que me limité a hablar de la cacería de ratones. Cuando intenté dar a mi encuentro con Karina un toque épico, noté que la idea que ella tenía de mí chocaba con mi relato, y no pudo evitar sonreír ligeramente.

Tengo que reconocerlo , La heroína para mí era Silvia parecía una persona totalmente distinta desde que la conocí. Me sorprende cada día y si antes ya la admiraba sentía que había un lazo más profundo entre nosotras.

—Es bueno ver el crecimiento de Silvia y el tuyo, Claudia. Me alegra que pruebes cosas nuevas y no solo te quedes con lo de “legendaria consoladora”.

Silvia se aguantó la risa, para luego mirarme fijamente. Sus ojos tenían una intensidad extraña, como si me analizara, pero antes de que pudiera responder, Drusila retomó la palabra:

—Mientras iban tras los terribles ratones, analicé las plumas que recogí. Encontré rastros de energía equilibrante: sirven para evitar por un tiempo los efectos de la época y del libro de los mundos. Ahora deberán usarlos tanto Silvia como tú en forma de aros. Creo que les quedarán muy bien.

—¿Sí? ¿Pero no se me verá algo extravagante? —pregunté con duda.

—Nadie dijo que usaras la pluma completa como aros. Mientras los pendientes contengan la esencia, pueden fusionarse con una aleación tradicional de plata u oro. A simple vista parecerán pequeños aros de oro con forma de pluma.

—¡Piensas en todo, Lady Drusila! —dijo Silvia, asintiendo feliz—. Nunca imaginé tener aros tan hermosos. Y como todas tendremos que usarlos, será un lazo que nos una.

Asentí, algo sorprendida.
¿Me estará imitando?

De pronto, Drusila se levantó súbitamente y se despidió, no sin antes decir:

—Mañana darás el primer paso para convertirte en una buena madre.

Silvia y yo nos miramos perplejas. Estaba a punto de hablarle a Drusila cuando ella se fue riéndose.




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