La Cortesana del Tiempo

Los Acordes de La Melancolía I Parte

Los Acordes de la Melancolía

Silvia se tomó muy en serio las palabras de Drusila. Me agarró del brazo y, muy solemnemente, me dijo:
—Hoy duermes en mi cuarto.

—¿Pero…?

—No hay “pero” que valga, tu seguridad va primero.

—¿Realmente crees que Drusila haría algo extraño…?

—No tentemos al destino. Además, ya hemos dormido juntas —me guiñó un ojo.

—Es que eso fue…

—Recuerda que, como tu compañera, te he ayudado en tus labores antes y después de tus actividades de cortesana, y con tu aseo y otros menesteres de apoyo. Así que conozco tu cuerpo y, aunque hayas sido un hombre en tu mundo, difícilmente podría verte de esa manera. —Agregó con picardía—. Oh, ¿piensas que tengo alguna otra intención?

Sonreí, aunque me sentí un poco sonrojada. También sentí como si me dieran una puñalada de miel en el corazón.

—Eres tú en quien más confío, Silvia.

—Repítelo como lo dices en tu mundo…

—Eres tú en quien más confío, Silvia-chan.

—Así se dice, Claudia-chan.

Fuimos a su cuarto y me mostró el chocolate que me había dado Tomoe. Le quedaban dos barritas de las cuatro originales y, muy seria, Silvia acotó:

—Creo que este producto es muy adictivo. Era tan dulce y cálido… y cómo se derretía en la boca me hizo sentir como si tocara el cielo de los dulces. Debe ser un regalo de los dioses… aunque no me dejó dormir muy bien.

—Sip, la verdad es que tiene un lado bueno, pero no te lo recomendaría comer. Es un producto de mi mundo, aunque, dado que me lo regaló Tomoe, tiene algo mágico.

Silvia se sentó en su cama y se dejó caer hacia atrás, relajándose.
—Todo esto es tan mágico… mucho más que el chocolate.

—Has tenido un día pesadito, Silvia, descansa. Yo dormiré en el piso.

—Ah, no. Tú te quedas a mi lado, abrazándome.

Me llevó a la cama en un gesto que podía considerarse tierno, coqueto, juguetón… o de lucha libre.
—Vaya, no sabía que tenías tanta fuerza… espera, ¡jejeje, no, jejeje!

Comenzó a hacerme cosquillas. Era realmente hábil, pronto todo se volvió risitas y juegos. Su presencia me reconfortaba, y me alegraba ver a Silvia relajada y feliz.
—En este momento no hay misión ni tiempo que salvar, solo nosotras y nuestros sueños

Dijo, abrazándome muy efusivamente.

Sentí su respiración cercana, el roce de su piel suave. Su cabeza se apoyó en mis hombros, su cabello se mezclaba con el mío. No pude evitar dejar caer una lágrima. La magia y el destino me habían llevado a este lugar, debía ser por algo. Poder vivir todas estas experiencias negadas en mi época… florecían y fluían tan naturalmente en mi nueva vida.

—Siempre nos apoyaremos, Silvia-chan —le dije, mirando fijamente sus ojos.

Silvia tomó mi mano y la guio a su corazón.
—Tal vez parezca extraño decirlo, pero mi corazón late por ti. Sé que mis creencias dicen que no debiera ser así, pero no puedo negar que desde que entré en esta misión el mundo se ha vuelto especial.

—Lo sé… yo también siento algo especial por ti —le respondí, acariciando su rostro.

—Sé que hay que cumplir la misión de salvar el tiempo y el transcurso de la historia, pero… mi corazón desearía que este momento fuera eterno. Cuando termine esta misión quizás nuestros destinos ya no vuelvan a juntarse. Es algo que Drusila mencionó.

El rostro de Silvia reflejaba tristeza. Respiró hondo y, de un impulso, sus labios rozaron los míos.
—Así como tus clientes guardan en sus mentes la pasión de un momento, cada momento juntas lo atesoraremos siempre.

Entonces sentimos una voz:
—Ejem.

Drusila nos miraba, cruzando los brazos. Muy seria, dijo:
—Déjense de jugueteos románticos. Mañana nos esperan muchas labores. Hay un concurso de poesía por ganar.

Su semblante se relajó, respiró hondo.
—El corazón que sueña es bello y para soñar hay que seguir viva.

Así no quedó más que irnos a dormir, aunque Silvia me susurró al oído:
—Debemos seguir esta conversación en otro momento… dulces sueños.

Me dio la espalda, así que supongo que también deberé dormir de espaldas. Silvia es todo un carrusel de emociones. Aun así, dormí profundamente, con una sensación cálida en mi corazón.

Cuando desperté, Silvia ya se había levantado. Al girar mi cabeza hacia la puerta, la figura de Drusila estaba allí, observándome con una mezcla de seriedad y picardía.
—¿Cómo amaneció la futura madre? —dijo, sosteniendo en su mano una prenda que parecía un vestido largo.

—Drusila… —murmuré, entre avergonzada y molesta.

—Tranquila, no queremos cambiar la historia demasiado. Además… —llevándose la mano a la boca, como intentando disimular una sonrisa burlona— me aseguré de evitar que pasen accidentes de ese tipo.

—Espera… a ver si entiendo. ¿Quieres decir que mi cuerpo está…?

—Sí. En términos prácticos, al transformarte lo hice de forma que fuese incompatible con el embarazo. Digamos que tu nuevo cuerpo tiene ciertas ventajas: cero riesgo de embarazos, resistencia a enfermedades y periodos suaves. Muchas mujeres desearían estar en tu lugar. —Me miró con complicidad, sonriendo con un dejo de burla.

—Y, sin embargo, me elegiste a mí —respondí sin pensar, sorprendiendo incluso a Drusila.

Ella tosió suavemente, cambiando de tema:
—En fin… colócate esta estola larga, te quedará mejor que esas ropas normales de cortesana, querida. Y recuerda: nada debe distraernos de la misión. Como ya dije, aprenderás a ser una buena madre… o mejor dicho, una buena niñera. Que es como lo mismo, ¿no?

—¡Definitivamente NO es lo mismo! —exclamé con firmeza, contrariada por sus juegos de palabras y secretos. Aun así, resignada, comencé a colocarme la estola.

Era una estola larga de lino, de un blanco crema de tonalidad suave, fresca y ligera, muy funcional para los quehaceres. Estaba adornada en los bordes con bordados de hilos dorados y azules que formaban pequeños motivos de estrellas y flores.




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