La Costa

CAPITULO II

 

CAPITULO II

TOMANDO AL TORO POR LAS HASTAS …

 

Llegue al aeropuerto y pedí el primer vuelo que saliera a La Rivera.  La recepcionista se demoraba y mi ansiedad salía por mis poros. Tome mi boleto y me senté en las sillas, esperando el llamado para abordar, observe ese sin fin de personas que se dirigían a destinos inciertos para mí, pero vi sus rostros, en ellos se reflejaba alegría, quizás porque sabían que al llegar los recibiría un hogar lleno de personas que los esperaban con los brazos abiertos. Pues, yo sabía perfectamente cuál era mi destino, pero no sabía si me esperaba un lugar repleto de personas que me amaran.

 Ya en mi asiento los recuerdos volvieron a perturbar mi mente, todo lo que habíamos vivido juntos, las peleas, los celos y la desconfianza tantas cosas que me habían dejado marca y que había querido olvidar. Me acomode en mi lugar, respire profundo y espere con mis ojos cerrados que el avión tomara vuelo. Luego de un tiempo, volví a suspirar profundo, ya sabiendo que el avión se encontraba en el aire, abrí mis ojos, tome mi cartera y note algo en ella duro que no recordaba haber puesto. Mire dentro y allí estaba mi diario con una nota de Daniel, ESPERO QUE LEYENDO ESTO RECUERDES LO MUCHO QUE LO AMAS…SUERTE. “D” tome la nota apretándola contra mi pecho, un montón de mariposas recorrían mi estómago, abrí el diario y la coloque dentro de las ultimas hojas sin escribir, comencé a ojearlo, hoja por hoja, acariciando cada una de sus páginas, los recuerdos como si los estuviera viviendo otra vez se presentaban en mi mente.

Parpadee unas dos veces mientras miraba las fechas escritas de encabezado, mi mirada tembló al ver 4 de Junio escrito en color verde, mirando las letras escritas de una niña de 9 años mojadas por las lágrimas…

 

 

 

 

 

(4 de junio de 1993)

Luego de un día duro en el colegio llegue a casa para ver cómo se encontraba mi madre, ingrese a su alcoba que estaba a oscuras…

_mama, mama! ¿estas despierta? Le pregunte corriendo las cortinas, la observe y seguía durmiendo; me sorprendió porque ya era muy tarde.  Acerque mi rostro y me senté a su lado y tiernamente le acaricie sus lindos risos.

_mama, mama! susurrando le decía al oído, a notar que no respondía corrí a llamar a mi hermano que se encontraba en el garaje, baje las escaleras corriendo, pase casi como viento a través de la puerta de entrada llegando casi con el corazón en mis manos.

_Anghelo!!!!!  Me asome agitada y le grite que mama no se despertaba, corrimos juntos a llamar a el Dr. Bounty, su médico de cabecera, recuerdo que mi hermano hablo largo rato con él, lo poco que logre escuchar en ese momento era que mama no se encontraba bien. Le habían diagnosticado cáncer hacia algunos años y no habían encontrado mejorías, luego de pasar semanas en la cama de los hospitales que asistía. Fueron tiempos de ir y venir los médicos decidieron que era momento que regresara a casa porque su situación era irreversible.

Decidí    ir hacia su cuarto, entre y despacio me recosté a su lado, en silencio, solo quería escucharla respirar, eso era importante ya que significaría que todavía seguía conmigo que no se había marchado, entonces   fue cuando ella me dijo con vos débil y ronca,

_perdona mi princesa, no quise asustarte es que a veces estoy tan cansada. Se notaba por el temblar de su voz que no se encontraba bien, su rostro estaba pálido como las cortinas viejas de su alcoba y sus manos tenían un sudor frio como el hielo.

_vas a morir? le pregunte

_todos morimos en algún momento hija a eso no tienes que temerle, la muerte no es un final solo es un comienzo.

 Aclare mi garganta respirando hondo _ Solo… que no quiero que me dejes. Dije suspirando profundamente.
con cuidado coloque mi brazo sobre su vientre, quería abrazarla con fuerza, pero no quería hacerle daño.  _prométeme que siempre estarás a mi lado, que nunca te iras. Promételo mama, ¡promételo!  mi vos temblaba con nudos en mi garganta, peleaba para no llorar, la mire a los ojos, esos ojos color almendra que espero algún día encontrar en alguna parte aquí o en la eternidad.

_ves esas estrellas en el cielo…? me respondió, levantando con dificultad su mano derecha.

_si. Le conteste.

_elige la que más te guste. Su rostro mostraba una tenue sonrisa que había logrado con mucho esfuerzo, su rostro estaba pálido más de lo normal, ella era rubia con risos, su piel blanca con ojos color miel. Los años y la enfermedad la habían pasado por encima, el abandono de nuestro padre fue el punta pie para que se despertara el maldito cáncer, la enfermedad termino de quitarle el brillo de sus ojos y la luz que emanaba, era capaz de iluminar una habitación con solo entrar en un cuarto.

_elijo esa, la más grande y brillante señale hacia el cielo mirándolo desde su cama por la ventana. La luz de la luna se reflejaba en su rostro, mirarla era como ver a un ángel.

_bueno, cuando yo ya no me encuentre contigo y por las noches te sientas triste y sola, mira hacia esa estrella y allí me encontraras. Me miro fijo, mostrándome quizás en su mirada lo poco de esperanza que le quedaba.

_pero, yo te quiero conmigo, a mi lado… así no, no poder abrazarte, no estarás para sostener mi mano cuando enferme, ¡y quien va a contarme un cuento por las noches! Dije rompiendo en llano y desesperación.

_ Lo se Lizzy…  acaricio lentamente mi pelo intentando pese a su debilidad tranquilizarme _en esta vida no siempre podemos tener todo lo que queremos, tendrás que aprender que a veces se gana y otras veces se pierde. Trato de enderezarse para poder tomar mi rostro con sus manos, quise impedirlo, pero no me dejo. _mira hija, hay cosa que van a ocasionarte tristeza y otras alegrías, a veces las lágrimas que derrames no siempre serán de dolor sino también podrán ser de felicidad




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